Por Emilio Hill
La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), dio a conocer el pasado 23 de julio sus nominados al premio Ariel. Varias reflexiones se desprenden de este hecho: En primer lugar, que la ceremonia de este año, será distinta, diferente a los años anteriores, en forma y fondo, en el primer caso, debido a la pandemia se realizará de forma virtual. La transmisión será por Canal 22 y el Facebook Live de AMACC.
Lo segundo es que no solo las circunstancias obligan a cambiar las formas, el fondo es que en medio de una incertidumbre económica un sector como el cinematográfico, que se ha visto especialmente afectado, no podía apostar por un evento oneroso. En el gremio hay personas sin ingresos desde hace meses. Jugar a la alfombra roja, resultaba hasta ofensivo.
Hay más: Como es sabido, en la actual administración se ha castigado, con el argumento de la austeridad, al sector cultural y como muestra está la cancelación de varios fideicomisos de apoyo para el cine mexicano. Todavía suena el eco de la desaparición de Foprocine, (Fondo Para la Producción Cinematográfica de Calidad) y la ambigua respuesta dada a la comunidad fílmica. La Academia debería aprovechar la enorme ventana que da la premiación, para alzar la voz y evitar un desastre mayor del que se avizora. Una ceremonia austera, da calidad moral a las demandas.
Las nominaciones, no han olvidado este año lo más importante: el público, ya que la gran mayoría de trabajos audiovisuales, han podido ser vistos, ya sea con estrenos comerciales, que incluyen el circuito especializado o en Festivales. Pero hay un caso que llama la atención: Ya no estoy aquí (Fernando Frías Alvarado, 2019), la cual peleará por llevarse los reconocimientos a: Película, Dirección, Revelación actoral (Coral Puente y Juan Daniel García) entre otros. Su principal ventana de exhibición fue Netflix. La industria pues, se adapta los tiempos.
Dentro de las nominaciones, hay películas interesantes, con su tufo festivalero, pero también comercial: Polvo (José María Yazpik, 2019) un cabrito western culturizado, se incluye en la terna de Ópera Prima y aunque sus resultados comerciales no fueron los óptimos, compite con dignidad y tiene posibilidades de ganar. Le dará la batalla Mano de Obra (David Zonana, 2019), que cómo no, usa actores profesionales y tipo.
Y como siempre, el documental dará buena nota. Ahí está Familia de Medianoche (Luke Lorenzen 2019), sobre una familia que conduce una ambulancia, relato urbano con tufo de cine negro y el drama social; Oblatos: el Vuelo que Surcó la Noche (Acelo Ruiz Villanueva, 2018), con el espinoso, pero oportuno tema de unos guerrilleros que huyen de la prisión y se pierden por más de cuatro décadas.
La sobriedad en la forma y la voz fuerte en el fondo debe ser el tono este año.