Por Jesús Michel Narváez
Uno supone que las crisis económicas solamente le pegan a los que medio tienen y dejan de tener.
Que los ricos suelen mirar a lontananza porque hacerlo de cerca no está en su rutina. Cuentan con los recursos, tienen empresas, son ganaderos o industriales esenciales a los que el Covid-19 le hace lo que el viento a Juárez.
No es así.
Tuve necesidad de acudir a una pastelería ubicada en Coyoacán –les recomiendo sus obras de arte- para ordenar que me hicieran uno con pétalos de rosas. Para llegar al sitio –no le haré publicidad- hay que transitar por Miguel Ángel de Quevedo. Al pasar en la esquina que forma la misma avenida y la calle de Zaragoza, en donde se encuentra una sucursal del Nacional Monte de Piedad, me llamó la atención observar una decena de automóviles de lujo. No sabía porque estaban estacionados allí.
Así que, cumplida la misión pastelera, decidí regresar a esa esquina. Dejé el auto a media cuadra –allí siempre hay en donde estacionarse- y camine hasta llegar y observar de cerca qué hacían los autos de lujo en la avenida Miguel Ángel de Quevedo.
Me quedé observando por unos 45 minutos, hasta el que sol le caló y decidí retirarme.
En ese lapso miré los autos. Había un Audi, otro Mercedes, dos camiones Kia, un Cooper, dos un Infinitum, un Buick y dos Cherokee
Contra lo acostumbrado, todos llevaban conductor alquilado. Choferes, pues, de las familias adineradas.
De los lujosos autos –casi todos de reciente modelo si no es que algunos de este año- bajaban señoras que, supongo, arregladas, mostrarán sus riquezas. Llegaban con lenes oscuros, ropa fina, zapatos tenis y bolsas marcas de diseñador. Casi todas llevaban algo más que las tarjetas de crédito. Intuyo que relojes y joyas costosas.
Porque ingresaban, muy obedientes, conservando la sana distancia. La fila llegó a ser de 12 personas. No todas ricas. Dos que tres casi en pobreza extrema.
Imagino que don Pedro Romero de Terreros, fundador del NMP, nunca imaginó que los recursos que dispuso para quienes menos tenía y con urgencia requerían recursos y para obtenerlos dejaban en prenda valores, irían a los que les sobra todo.
Pero la inesperada crisis y quizá la falta de previsión para tener liquidez y no inversiones a plazo fijo, orilla a las señoras a acudir al Nacional Monte de Piedad.
Es cuando se confirma que los ricos también sufren.
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