Por Jesús Michel Narváez
Con el argumento humanista presidencial, los senadores decidieron aprobar la ley de amnistía enviada por el residente de Palacio nacional.
El sostén humano para que esto se aprobara fue evitar que los reclusos corran el riesgo de contagiarse del coronavirus que trae al mundo de cabeza.
Concediendo sin admitir que el fondo sea humanista, lo cierto es que hay un pequeño problema que se deja pasar de noche o se oculta de la mirada crítica.
¿De qué se trata?
De acuerdo con los planteamientos de Cristóbal Arias, presidente de la comisión qué sesionó sin la presencia de los senadores de oposición, después de aprobada la ley de amnistía habrá un comité que revisará los casos de quienes podrán obtener su libertad y para ello se tomarán 4 meses los integrantes del nuevo organismo que habrá de crearse.
Si es para salvaguardar la salud de los reclusos por el contagio del coronavirus, en cuatro meses o ya murieron o ya la libraron.
Bajo esa óptica hay que pensar mal y observar sin mala leche, sin amarrar navajas, cuál es el fondo de esta ley de amnistía.
Curiosamente los beneficiados podrían ser aquellos criminales que por alguna razón forman parte de los cárteles criminales y se encuentran recluidos sin sentencia y que sus costosos abogados intentan –y parece que lo lograrán- demostrar que se violó el debido proceso.
A los senadores se les hizo bolas el engrudo porque omitieron hacer público que la citada ley no beneficiará a los reclusos del fuero común. Ese es el ámbito de los gobiernos estatales y salvo que se haya cambiado la Constitución y el Pacto federal ya no exista, la ley solamente será para delitos federales.
Es un desatino sin duda alguna que se haya citado a una sesión de emergencia presencial violentando las normas que marca el doctor Lopez-Gatell, sólo para aprobar una ley que aunque esté publicada sus efectos se sentirán dentro de 4 meses.
Lo dicho comendador: atole caliente con tamales de chipilín,