Por Jesús Michel Narváez
Andrés Manuel López Obrador pidió a la población hacer el sacrificio y el esfuerzo para quedarse en sus casas y lograr disminuir el contagio de coronavirus y evitar el crecimiento de la curva epidemiológica y al mismo tiempo proteger la economía del país.
Sin embargo, es el primero en no acatar las medidas sanitarias impuestas por la Comisión de Salubridad General.
El acuerdo de esta comisión establece que se suspenderán todas las actividades no esenciales y yo pregunto, si acaso ir a supervisar el avance de determinadas obras ¿es esencial?
Entiendo perfectamente bien que las mañaneras continúen. Porque es una forma eficiente de comunicar al tratar de combatir al Covid-19, aunque la presencia de López Obrador salga sobrando y lo digo no como falta de respeto, sino como una realidad.
Me explico: el presidente no tiene nada que decir porque, como lo reconoce, las decisiones para combatir la epidemia las toman los técnicos, los médicos y los especialistas. Insistir en estar presente todas las mañanas solamente para cuestionar a los conservadores y neoliberales no conduce a nada, excepto a una mayor división entre los mexicanos
Porque, supuestamente, informar del acuerdo que se llegó con Constellation Brands y que solamente terminó en su satisfacción por la forma en que entendieron los directivos de la empresa, no aporta nada nuevo y menos que conmueva o mueva el criterio de los empresarios por exigir el estado de derecho.
El presidente debe ser el ejemplo a seguir, por lo menos en cuanto a guardarse en los hogares. Pero la necesidad de estar frente a los reflectores y soltar la retahíla de acusaciones y de recomendaciones que no sigue, le impiden razonar.
Su petición a que todos nosotros no salgamos de nuestras casas para evitar el contagio del coronavirus, no deja de ser el candil de la calle y la oscuridad de la casa.