Por Susana Vega López
Es uno de los sitios icónicos de la Ciudad de México; es un poderoso atractivo turístico porque tiene todo: gastronomía, cultura, arte, leyendas, reminiscencias de la vida que lo hacen especial. Su historia se remonta al mismo Siglo XVI a la llegada de los españoles pues Hernán Cortés lo convirtió en sede del primer gobierno novohispano de México: Coyoacán.
Sus calles todavía mantienen esa atmósfera romántica, sin perder su esencia provinciana, donde lucen inmuebles que van del siglo XVII y principios del XX. Antes, ir al pueblo de Coyoacán a pasear tranquilamente era darse un lujo; un lugar apacible donde vivían pintores, escritores y artistas en general.
Ahora, se volvió bullicioso; todo mundo lo visita porque siempre se encuentran novedades. El ir y venir de la gente, en especial los fines de semana, es incesante, intenso, y se ha vuelto una visita obligada para los turistas.
Vendedores de toda clase de mercancías deambulan por sus plazas, jardines y calles.
Hay muchos establecimientos donde se encuentran artesanías de barro, madera, metal, papel maché, cartón, tela, estambre, así como collares, pulseras y aretes elaborados por las manos de aquellos que todavía sienten la influencia hippie. Los tatuadores esperan al valiente que pida tal o cual diseño que puede ser de hena (desaparece con el paso del tiempo) o permanente.
Las librerías, los teatros, las iglesias, las plazas, los mercados, los cafés y las cantinas son imperdibles. La Casa de Cultura siempre está en actividad con clases, muestras y exposiciones. Los restaurantes y bares se llenan. Todavía hay peñas donde se hace presente la bohemia. Los tunos (algo así como estudiantinas pero que no admiten mujeres) sobreviven.
Las personas hacen fila para comprar hamburguesas, tacos y toda clase de antojitos en los puestos callejeros donde también se expenden dulces cristalizados, churros rellenos de chocolate, leche condensada y mermeladas de sabores, papitas, alegrías, pepitorias, elotes, atole y buñuelos.
Hay tres mercados muy cerca de la sede de la alcaldía: en uno, se vende sólo comida, básicamente antojitos mexicanos como quesadillas de seso, queso, tinga de pollo y de res, papa, sopes, tacos de cabeza, tostadas de pata, pozole y hasta hot cakes, por citar algunos; en otro se venden mariscos, comida corrida, disfraces, enseres domésticos, cestería y más; y el tercer mercado es de dos pisos donde se venden artesanías y manualidades en general.
Músicos, danzantes, payasos, magos, mimos y merolicos hacen de las suyas en las plazas; hay diversión para todos. Artistas de teatro salen a repartir volantes para invitar a sus obras. Llegar en auto es complicado porque el tráfico se intensifica después de mediodía, los estacionamientos se llenan y “los viene, viene” hacen de las suyas: “50 pesitos por adelantado, el tiempo que quiera”.
En el Jardín Hidalgo situado en el Centro Histórico de Coyoacán, frente a la Alcaldía (que por cierto fue sede del gobierno español), se encuentra una iglesia que data de 1560. Es la parroquia de San Juan Bautista de estilo barroco.
Más allá se encuentra la fuente de Los Coyotes, en el Jardín Centenario, así como la llamada Arcada o Puerta Atrial del siglo XVI y el Puente de San Antonio Panzacola, un puente virreinal que daba paso a los carruajes para dirigirse a la Iglesia de Coyoacán de San Juan Bautista.
A un costado de este jardín resalta el centro cultural “Casa del Artesano” donde artistas plásticos y artesanos varios muestran y venden sus obras, sus creaciones que asombran a la gente. También se dan diversas clases.
En el “lugar de los coyotes,” (Coyoacán significa lugar de coyotes en náhuatl), ya es tradicional ver a cantantes y músicos que interactúan con los visitantes quienes participan alegremente.
A unas cuantas calles se encuentra La Casa Azul, la mansión donde vivieron Diego Rivera y Frida Kahlo, ahora convertida en museo, en el cual se muestra parte de la obra de los artistas, así como ropa, artículos personales, muebles y utensilios de cocina de los pintores mexicanos reconocidos a nivel mundial. Sentarse en algún lugar del jardín invita a la reflexión y parece que te aisla del mundo. La imaginación vuela y se pregunta cómo vivieron estos creadores.
Allí se encuentran muchas escuelas como la Prepa número 6 de la UNAM, la escuela de Música, o la escuela de invidentes, así como el Hospital de la Ceguera, y otros lugares de interés como la Casa de León Trotsky, el Museo de la Acuarela, la Casa y Hacienda de Cortés, o la Iglesia y el parque de la Conchita, entre otros muchos que llaman la atención de propios y extraños.
Las actividades populares son constantes de tal forma que se han realizado ferias temáticas, así como exposición y venta de diversos productos según la época. En síntesis es obligado una visita a este tradicional lugar y emprender lo que se ha puesto de moda: hacer turismo de barrio.