Por Susana Vega López
La Ciudad de México, capital del país, no deja de sorprendernos. Prácticamente en cualquier rincón hay motivos para asombrarse y ser atraídos por esta enorme metrópoli a pesar de su tráfico, de sus manifestaciones, de su incesante actividad, porque tiene un encanto que subyuga.
Gran legado histórico, donde la cultura y la gastronomía se muestran abiertamente en una enorme variedad de opciones para disfrutarlas. El ambiente, el colorido, los ruidos, la música, el bullicio, los olores, los sabores y la vista cautiva a propios y extraños.
El centro es una oferta turística, arquitectónica y artesanal que brinda México al mundo, porque en este centro confluyen los visitantes que inevitablemente fijan su vista en una grandiosa obra de arte; una construcción que llama la atención porque a lo largo de 400 años se le imprimieron estilos, gótico, herreriano (nombre dado en honor al arquitecto Juan de Herrera), barroco, rococó, churrigueresco y neoclásico: la Catedral Metropolitana.
Y es que este sitio donde se encuentra la Arquidiócesis Primada de México tardó en construirse mucho tiempo, siglos, por lo que las tendencias fueron cambiando. Un dato curioso: tiene siete puertas, la más antigua data de 1615 y se encuentra en la fachada principal; otras dos de 1672, y dos más (1688 y 1689) a los pies del templo.
Se dice que la primera piedra que se puso para la construcción se encuentra en la Sala Capitular y toda la magna obra consta de Sacristía, altares como el Altar Mayor, el del Perdón, el de Los Reyes -por citar algunos-, torres, campanas, campanarios, el coro, el facistol –atril- con arte rococó realizado por filipinos, la reja del coro, también realizada en Manila, los libros del coro, los órganos terminados en 1736 y capillas con arte churrigueresco.
“EL NIVEL”
A un costado de la Catedral, en la esquina que forman las calles de Moneda y Seminario estuvo la Real y Pontificia Universidad de México, primera de América, inaugurada por el virrey Luis de Velasco, en enero de 11553 donde se iniciaron las clases den junio de ese año.
Pero también se encontró la primera cantina con licencia en México: la cantina “El Nivel”. Adquirió la primera licencia emitida por las autoridades para el funcionamiento como expendio de bebidas alcohólicas de la capital mexicana firmada por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada en 1857, año en que fue inaugurada.
Fue visitada por personajes importantes de todos los ámbitos sociales de la ciudad y punto de reunión de artistas y políticos, entre los que se destacan a varios presidentes, candidatos, periodistas y escritores como: Benito Juárez, Antonio López de Santa Anna, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado y Ernesto Zedillo, así como Luis Donaldo Colosio, Jacobo Zabludovsky y Carlos Monsiváis.
Inicialmente no tenía nombre, pero popularmente se le empezó a identificar o conocer como “El Nivel” debido al Monumento Hipsográfico ubicado a un costado de la Catedral en honor a Enrico Martínez (quien solucionó el problema de las inundaciones en la ciudad dado que el llamado “Cosmógrafo Real”, en 1607 propuso un plan magistral: aislar el lago de Texcoco). En la base de dicho monumento hay rayas que señalaban el nivel del agua, por lo que la gente bautizó a la cantina y los dueños aceptaron y adoptaron el nombre.
Este edificio, como muchos otros del excepcional Centro Histórico de la capital de México, fue testigo de muchos sucesos políticos y sociales ocurridos en el corazón del país: el Zócalo, donde hoy, por hoy se realiza “México en el corazón de México” donde se dan conferencias, talleres, muestras de danza y música para que no sólo los citadinos sino los turistas en general conozcan más de lo que tenemos en esta gran ciudad y en otros estados.
“El Nivel” atestiguó eventos como la llegada de Madero, la entrada de las huestes revolucionarias de Zapata y Villa, los acontecimientos de 1968 y un sinnúmero de manifestaciones y plantones.
Durante sus años de existencia sufrió diferentes modificaciones y adecuaciones. Su fama era tal que fue un punto de referencia para muchos capitalinos que ahí se citaban. A finales de los 80´s el edificio fue ocupado por el restaurante “El Cardenal”, una tienda de jugos, un laboratorio dental, un expendio de cigarros y hasta oficinas de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología.
En 1994 el inmueble pasó a formar parte del patrimonio de la UNAM, no sin antes desatar controversia entre los dueños y la Universidad a tal grado que se fueron a un pleito que ganó la máxima casa de estudios pues reclamó como suyo el predio por lo que en 2008 fue recuperado por la máxima casa de estudios.
Los cuadros, las mesas, sillas, la barra, las botellas, el cantinero, los visitantes, se esfumaron para dar paso a lo que es el Museo de Sitio UNAM Hoy, donde se exhiben fotografías de la exposición temporal “Ciudad es Utopía” que concluye el próximo 5 de abril. Los domingos la entrada es libre y de martes a sábados la cuota general es de 20 pesos (adultos con credencial INAPAM y estudiantes, 10).
A unos pasos, en la calle de Moneda y Primo de Verdad se encuentra UAM Casa de la Primera Imprenta en América, en lo que fuera también la esquina del Templo Mayor antes de la conquista.
Y sí, caminar por el Centro Histórico de la CDMX es toda una experiencia, una aventura cultural. Cualquiera se impacta al observar sus espléndidos edificios coloniales, esos inmuebles con encanto que cuentan con historias, donde ocurrieron sucesos que hoy se narran quizás, como anécdotas.