Ni Abrazos ni Balazos: Simplemente Aplicar la Ley

Artículo Invitado

*La Realidad Muestra la Incongruencia del Mensaje

*Señal de Doble Filo Para Consentir la Impunidad

*Violencia Equiparable a una Guerrilla: Nadie a Salvo

*El Ciudadano Padece por la Incapacidad del Gobierno

Por Alejandro Zapata Perogordo

La popular frase de: “abrazos no balazos”, acuñada en el presente régimen por el titular del Poder Ejecutivo, fue retomada en días pasados por el Sub Secretario de Gobernación, Alejandro Encinas, para hacer patente su práctica como estrategia de política pública en el combate contra los altos niveles de inseguridad y violencia.

Tal afirmación resulta, en términos de responsabilidad como servidor público, improcedente, pues la función obliga a acatar y hacer cumplir la ley; así, la directriz en el cumplimiento del deber se encuentra supeditada a conducirse conforme a la normatividad.

La realidad es una muestra de lo incomprensible e incongruente de ese mensaje, pues en el combate al crimen organizado es indispensable que los elementos encargados de esa tarea cuenten con el equipamiento necesario para enfrentar a la delincuencia, incluyendo el armamento adecuado para ser utilizado si se requiere.

A diario se presentan enfrentamientos y balaceras donde intervienen policías, ¿Cuándo detuvieron a Ovidio en Culiacán, llegaron los policías repartiendo abrazos?, pues no, se presentaron al operativo y lo sometieron con las armas y el uso de la fuerza.

Si bien se puede entender el mensaje en términos de cordialidad evitando acciones de agresión y violación a los derechos humanos de parte de los cuerpos policiales, también es una señal de doble filo en el sentido de consentir la impunidad a la par de alentar la delincuencia.

El hecho de vivir en la zozobra y el temor ante el clima de violencia e inseguridad, equiparable a una guerrilla, donde nadie se encuentra a salvo, inclusive en las principales carreteras del país cotidianamente se presentan acontecimientos desgarradores y trágicos, resulta incomprensible que desde las esferas del poder se envíen señales de perdón a violadores, secuestradores y asesinos.

Es una obviedad que se requiere poner orden y reconstruir el estado de derecho, el principal problema ubicado en la inseguridad nos compete a todos; la coordinación y su combate le corresponde al Estado, sin embargo, sus efectos son pesada carga para los ciudadanos quienes padecemos la incapacidad del gobierno que se ha visto rebasado por la delincuencia.

El implementar ocurrentes frases que sirven de título para construir políticas públicas como la que nos ocupa, más parece un despropósito distractor ante la carencia de resultados. Ni abrazos ni balazos, simplemente el cumplimiento de la legalidad: servidores públicos que respeten y hagan respetar la ley.

Solo así se podrá rehabilitar el orden y el respeto. Introducirse a las causas criminógenas del delito es esencial, lleva tiempo y los resultados solo serán positivos si el diagnóstico es adecuado; pero dejar de atender los efectos originados por la delincuencia es ceder el poder a los grupos criminales; dar al traste con cualquier estrategia y dejar a merced de su suerte a los ciudadanos.

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