La Felicidad Revolucionaria del Tlatoani

Por Nidia Marín

El los inventa y luego los elimina porque nunca existieron, de no ser en su cabecita loca. Son los golpes de Estado configurados, reclamados y después rechazados por el propio Presidente de la República.

Ahora dice que los conservadores, esos entes sin nombre y apellido, pero muy vilipendiados, no podrán apoyarse en el Ejército y en la Marina ante la lealtad demostrada. Y de esa manera se sacudió velozmente la responsabilidad de haber llevado a cabo un desfile que no sabemos qué tan caro resultó, sin la presencia del pueblo mexicano.

Fue sólo para la elite en el poder. Cuatro horas de espectáculo entre escenificaciones de un revoltijo de la historia para darle gusto al Tlatoani; también de música y canciones con sabor al pasado mientras los integrantes de la orquesta vestían a la usanza de principios del siglo XX. Ahí estuvo para darle gusto al gusto, el carísimo desfile en plena austeridad republicana para agradar al que está en la “Silla del Águila”.

Hemos de dejar consignado que, ciertamente, fue el desfile más bello que se haya realizado para conmemorar un aniversario de la Revolución Mexicana. ¿Esta volverá a respirar después de que tantas veces la mataron?

Quizás, pero el costo en dineros fue muy elevado, con todo y que parte de los caballos (más de 300) del contingente de la División del Norte que viajó de Chihuahua a la Capital del país y viceversa lo hizo en un tren proporcionado por Ferronales.

¿Y los más de 2,400 equinos restantes provenientes de diversas entidades de la República? Qué conteste la ciencia, porque el traslado de un caballo cuesta, bajita la mano, entre 20,000 y 50,000 pesos. Pero todo fue por una noble causa que el señor estuviera feliz, feliz. Feliz… como lo estuvo.

Y como dijo un defensor del caso: qué tanto son 50 millones de pesos en un presupuesto de 6.1 billones, aunque la respuesta fue: hay mexicanos que ya quisieran 50 pesos para poder comer.

Con todo respeto el desfile resultó hermoso, pero también un despilfarro porque fue específicamente para tres personas y aquellos mexicanos que hayan podido verlo por televisión.

Sí, tres mestizos contemplaron el desfile a sus anchas: el Tlatoani, Andrés Manuel López Obrador (nieto de españoles); Beatriz Gutiérrez Muller, su esposa (descendiente de alemanes) y Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de gobierno de la Ciudad de México (nieta de lituanos). Además, el secretario de la defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval González y el titular de la Marina Armada de México, almirante José Rafael Ojeda Durán.

¿Y el pueblo? Esta vez no fue invitado. Estaba trabajando luego del “puente” otorgado. Eso sí, como la Revolución se hizo a Caballo, seguramente, algunos de los aborrecidos periodistas les platicaron de los tordillos, bayos, rosillos, alazanes, ruanos, zainos, atigrados, colorados, tostados, moros, palomos, pintos, albinos y azabaches entre otros, que bellos y elegantes estuvieron en el Zócalo.

Mientras, hasta el dictador desfiló: Sí por ahí anduvo Porfirio Díaz, de la misma manera que Francisco I. Madero, Pancho Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza; igual que los “cuerudos”, de Michoacán; y “Petra” la locomotora enviada por el representante de los otros “charros”, el líder “charro”, Víctor Flores.

Porque loe verdaderos, los charros mexicanos montaron y florearon la reata. Vestían como se debe:  con pantalonera de gamuza de venado, aletón y abotinada, sombrero de fieltro o de palma apilonada, hebillas de plata y espuelas. Sí, cabalgaron, junto a sus bellas reinas charras.

Bueno, fue el exclusivo desfile del 109 aniversario de la Revolución Mexicana. Veremos qué pasa en el 110 que viene.

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