Por Jesús Michel Narváez
Desde que el presidente López Obrador llamó a parte de los medios “prensa fifí” acostumbrada a deformar la información y tomó posesión el uno de diciembre de 2018, 11 periodistas han sido asesinados, de acuerdo con el recuento que lleva artículo 19 y que fue desvelado en Miami, al iniciar la 75 Asamblea de Sociedad Interamericana de Prensa.
La directora general editorial de Organización Editorial Mexicana Martha C. Ramos, leyó el informe sobre México, donde durante el actual Gobierno federal ha estado marcado por un alto nivel de violencia contra la prensa que derivó en once asesinatos y por la ineficiencia gubernamental para el debido funcionamiento de un mecanismo de protección que no logra prevenir, investigar, sancionar ni contrarrestar la impunidad.
Ramos explicó que de los 11 periodistas han perdido la vida de manera violenta en México desde la asunción de Andrés Manuel López Obrador, en solo siete de los casos se ha podido establecer que su muerte estuvo ligada al ejercicio de su labor periodística.
Sin embargo, la cifra es la más elevada para un periodo similar. Y la gravedad del caso es que el Primer Mandatario azuza a los dóciles para que los críticos callen y para siempre.
Dirá el Presidente que es su derecho de criticar a quienes lo critican y que para eso tiene otros datos, otras informaciones. Nadie le quiere quitar ese derecho. Pero no es equitativo.
Acusa sin pruebas a determinados medios y utiliza el rasero para generalizar. Y lo hace a través de sus conferencias matutinas que se transmiten a nivel nacional, mientras que los defenestrados lo tienen que hacer en sus medios…si la censura o autocensura no entran en acción.
Durante sus 11meses y 7 días que lleva como Presidente de México la prensa y los periodistas han sido constantes blancos de sus ataques. Impulsa el odio hacia todos aquellos que escribimos críticas que, por supuesto, se basan en hechos y no en elucubraciones. Son datos duros obtenidos de las fuentes oficiales y que rechaza porque no benefician sus acciones de gobiernos.
Y no cede.
Desafortunadamente los periodistas asesinados en el cumplimiento de su deber, concediendo aunque no aceptando que solamente 7 cayeron mientras trabajaban, investigaban historias y recopilaban la información, las fiscalías estatales siempre los relacionaron con actividades o bien ilícitas o bien pasionales.
Como se quiera ver, que México lidere la lista negra de periodistas asesinados no es para sentirse orgulloso. Por el contrario, demuestra que los mecanismos para protegerlos son virtualmente ineficaces.
Qué bueno que la SIP y la Organización Editorial Mexicana pongan el dedo en la llaga y sean los primeros en dar a conocer esa lista y que la difusión sea completa, sin cortapisas, sin censura ni autocensura.
Deseable, por supuesto, que en Palacio Nacional y en Bucareli se asuma la responsabilidad de entender que la prensa es libre y que la crítica no merece ser acallada matando a los periodistas.
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