Por Jesús Michel Narváez
Han caído 612 páginas del calendario. Las primeras 24 representaban mucho. Porque allí estaban quienes padecieron la represión. Y faltaban los que ya no miraron el amanecer del siguiente día.
El ’68, sin duda, abre la puerta a la democratización del país. Allí empezó el cambio que nos ha llevado hasta donde estamos.
El pero, el pelo en la sopa: ¿dónde quedó la búsqueda de las libertades, la confirmación de las leyes, el respeto a quienes piensan diferente?
Por supuesto que el movimiento produjo cambios y de fondo.
Sin embargo, con la caída de las hojas del calendario de aquellos dirigentes, algunos de ellos verdaderos líderes, los que están aún vivos, prefirieron ser parte ser parte del estado y desde adentro no pudieron cambiar nada. Se acostumbraron a la recompensa recibida.
El año pasado cuando se cumplieron 50 años de la masacre de Tlatelolco, unas 75 mil personas marcharon, de manera pacífica, sin que ello implicara sumisión, pero tampoco agresión.
Se conocen las arengas en contra de los gobiernos del PRI y del PAN.
Imposible ocultar o acallar los reclamos por las acciones emprendidas por los priístas y los panistas. Cada cual en su trono terrenal. Más allá de la realidad. Alejados de la realidad.
Llevamos un lustro con la aparición de los anarcos en cualquiera marcha de protesta o de conmemoración. Representan a la violencia en todo su esplendor.
Hoy, después de que el presidente López Obrador, que no vivió el 68 y lo reconoció públicamente en el segundo debate del 2012 ante el cuestionamiento formulado por Josefina Vázquez Mota y al que respondió que estaba maltratado pero no era tan viejo, hizo el llamado para realizar la marcha sin violencia y cuando la jefa de Gobierno de la Ciudad de México encarga a los empleados de la dependencia formar el cinturón de la paz, hay que preguntarse cómo reaccionarán quienes esta tarde marcharán del Ángel de la Independencia, la Plaza de las 3 Culturas y el Casco de Santo Tomás para llegar al Zócalo capitalino, el corazón político de México.
¿Cuáles serán las arengas ante la cuarta transformación y frente a López Obrador?
Aquel movimiento, el estudiantil, lleno de garra, de frustración, de soledad, de abandono, siempre amenazado por los gobiernos del PRI, no es el mismo que hoy marcha. No tiene las mismas concepciones y convicciones.
Conmemorar una fecha, un hecho, una acción corresponde a quienes se identificaron con alguno de ellos. No solamente salir a gritar sin ton ni son y sin plantear el reclamo que sus inspiradores hicieron en el más difícil tiempo de libertades: el de Gustavo Díaz Ordaz.
Hoy con libertades pero con una democracia amenazada, no se debe callar el reclamo o el reconocimiento. Sabremos, entonces, de qué está hecha la secuela del movimiento que sembró la semilla que germinó hasta llevarnos a donde estamos.
¿2 de lo octubre no se olvida?… ¿Qué se recuerda?
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