Por Susana Vega López
Al llegar a esos baños de “aguas divinas” se siente la nostalgia, se apodera la sensación de estar en el pasado pues el tiempo parece que se quedó congelado por su decoración y muebles, no así sus aguas que emanan del subsuelo y que son apreciadas por muchas personas especialmente por gente de edad avanzada que al sumergirse en esta sustancia encuentran alivio a sus males.
Son los Baños Medicinales del Peñón, en donde se conserva un gran espejo (que usaba doña Carlota -esposa de Maximiliano- cuando asistía a tomar un baño), sillas de madera con patas de perico, una gran báscula de pie que todavía funciona, cuartos de mármol con tinas para una o dos personas que buscan alivio a sus enfermedades.
También Moctezuma, Cuitláuac, Maximiliano, Porfirio Díaz y su suegro Manuel Romero Rubio, Alexander Von Humboldt, así como muchos personajes más, llegaron ahí al disfrute de las aguas curativas.
Y es que han sido calificadas por organismos internacionales especializados en los temas de salud como las mejores aguas medicinales no de la CDMX, ni de la República, ni del Continente Americano, sino del mundo por su extraordinaria composición físico-química, características que difícilmente tienen otras.
Está comprobado que con el uso regular de las aguas medicinales que se encuentran exclusivamente ahí, padecimientos como el asma, la osteoporosis, la artritis o la gota –por citar algunos- suelen desaparecer. De allí que uno de los lemas que tiene el lugar sea: “Para tener una vejez digna, vengan a estas aguas divinas para no enfermarse”.
Las aguas maravillosas, divinas, medicinales o como usted quiera llamarles, brotan de un manantial natural de características especiales en donde abunda el calcio, magnesio, sodio, potasio, cloruros, sulfatos, fierro, floruros, cromo, litio, aluminio y dióxido de silicio, por mencionar algunos de los elementos que la componen.
Son aguas sin olor –casi todas las aguas medicinales o termales despiden un olor a azufre (o huevo podrido)-, de sabor ligeramente salino y de aspecto cristalino, de tal manera que, por lo delicado de su uso, se debe hacer caso a ciertas reglas como son:
No haber ingerido alimento alguno tres horas antes de entrar a la tina; permanecer en el agua máximo 20 minutos y por una sola vez (aunque te dan una hora) porque podría ocasionar agotamiento; salir del agua, quitar el tapón para vaciar la tina, taparse con las sábanas de manta que ofrece el lugar, reposar en el diván de 20 a 30 minutos y; atender a la llamada del personal (bañeros) que verifican que todo esté bien.
Aunque es poco frecuente, si en algún momento el bañista se siente mal al momento de tomar el baño deberá tocar el timbre ubicado en el interior del mismo para ser asistido. Al salir del cuarto se deberá permanecer cinco o 10 minutos en los sillones del pasillo.
Sus actuales propietarios son maestros pensionados y jubilados que al enterarse de que iban a cerrar los baños se propusieron juntar sus liquidaciones para rescatar, hacerse cargo del lugar y continuar con la misión de brindar beneficios en la salud, no sólo para ellos sino para el público en general, comentó a Misión Política, don Jorge Hebert Espinosa, gerente de los Baños El Peñón.
Ubicado en la alcaldía Venustiano Carranza, cerca del aeropuerto, pocos saben de su existencia, no obstante que datan desde tiempos prehispánicos como dan cuenta mapas y relatos de la antigüedad.
El Peñón de los Baños era un islote dentro del Lago de Texcoco y cuando se fundó la Gran Tenochtitlan poco a poco las aguas fueron desapareciendo para dar paso a lo que es ahora la gran Ciudad de México.
La avenida del Peñón llegaba hasta Tlatelolco y el Salto del Agua, que corría desde Chapultepec por un acueducto, tiene ese nombre porque literalmente el agua daba un salto para continuar hacia el Cerro del Peñón de los Baños que, por cierto, era llamado Tepetzinco (tepetl, cerro y zinco, pequeño) es decir, el cerrito.
En este sitio existe una capilla del siglo XVIII. Al entrar, de frente, llama la atención un retablo con la imagen de la Virgen de Guadalupe y del lado derecho una cruz de caña de maíz conocida como El Cristo del Peñón. Cerca se encontraron los restos de la famosa Mujer del Peñón que, dicen, tiene una antigüedad de 12 mil 500 años según estudios del año 2000 realizados con el método de carbono 14.
Y, precisamente afuera de la capilla, justo al lado, don Jorge nos señala lo que es el pozo donde brotan las aguas termales que salen muy calientes pero que, ahora son enfriadas y transportadas por tuberías para que el baño sea placentero y se aproveche al máximo.
Una leyenda más que comenta es que Malinalxochitl, hija de Coatlicue, tuvo un hijo llamado Copili, quien libró una sangrienta pelea donde le arrancaron el corazón y lo arrojaron a un lugar en el que creció un nopal con tunas y donde se posó un águila que devoraba una serpiente, señal que los mexicas tenían para fundar a México Tenochtitlan.
Los Baños Medicinales del Peñón se encuentran inmersos en la planta baja de un conjunto habitacional localizado en el boulevard Puerto Aéreo 465. Puedes llegar en el Metro Terminal aérea y tomar una combi que te deja en avenida del Peñón, caminas una calle y ves el Centro de Salud Peñón de los Baños, volteas al frente y ya llegaste.
Cabe destacar que es un servicio a la comunidad y por lo tanto el costo de recuperación para mantener este lugar es de 230 pesos por persona; jubilados y adultos mayores con credencial de INAPAN, 170, igual que los niños de 6 a 12 años. Los menores de cinco no pagan (un niño por adulto). El servicio es de seis de la mañana a ocho de la noche (porque cierran a las nueve).
Ya sabes si algún día te mandan a bañar, la opción son los Baños del Peñón, aunque aquí deberás llegar bañado y limpio de cremas para que las aguas actúen adecuadamente y sientas de inmediato la relajación.
Un dato más: en El Peñón de los Baños surgieron los “sonideros”, estos que tocan en las calles de los barrios.