Por Jesús Michel Narváez
Luis XVI lo dijo: “L’État, c’est moi”. La traducción es de todos conocida: El Estado soy yo.
Para Andrés López Obrador hay otra: Soy yo y mis generales.
Quizá el Presidente no entiende que las costumbres hacen leyes: era tradicional observar en el desfile militar del 16 de septiembre a los presidentes del Congreso del Unión y al del Poder Judicial de la Federación, quienes le hacían compañía en el Balcón Central de Palacio nacional mientras la parada militar se desarrollaba.
Este lunes no fue así. Desde el principio el presidente López Obrador se hizo acompañar por sus generales: el de división Luis Crescencio Sandoval y el almirante Rafael Ojeda. Nadie más. Vaya, ni los pájaros aparecieron por allí y las palomas que habitan en los huecos de los viejos muros, permanecieron en sus lugares.
El Desfile Militar –ahora llamado cívico-militar- es un acto republicano. De la República de México cuya forma de gobierno la integran Tres Poderes de la Unión: ejecutivo, legislativo y judicial de acuerdo al artículo 49 de la Constitución que a la letra dice:- El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo en el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgarán facultades extraordinarias para legislar.
Luego, entonces, el Desfile para Conmemorar la Independencia no es un acto del Presidente, sino del Estado Mexicano y por consecuencia deben estar presentes los Tres Poderes de la Unión. Ni uno más ni uno menos.
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