Por Jesús Michel Narváez
México, de siempre, ha sido un país generoso con quienes se dicen o son perseguidos políticos o forman parte del círculo del poder que el pueblo les quita con el peso del voto aunque quienes hoy lo hayan desconocido.
La tradición de asilo es (era) reconocido hasta antes de la orden de colocar un muro militar en la frontera sur, en donde miles de centroamericanos y de otras latitudes del globo terráqueo llegan para cruzar el país y dirigirse a Estados Unidos.
Por ello no deja de llamar la atención que primero el canciller y después el presidente de la República, hayan abierto los brazos, las fronteras, el espacio para que el expresidente de Bolivia, Evo Morales arribe a México y se instale a plenitud y con goce de libertades que les negó a sus gobernados.
“Por lo pronto, ya que mañana (hoy) daremos a conocer con amplitud nuestra postura, reconocemos la actitud responsable del presidente de Bolivia, Evo Morales, quien prefirió renunciar a exponer a su pueblo a la violencia”, publicó López Obrador en su cuenta oficial de twitter.
El canciller, momentos antes, difundió el mensaje: “México, de conformidad a su tradición de asilo y no intervención, ha recibido a 20 personalidades del Ejecutivo y legislativo de Bolivia en la residencia oficial en La Paz, de así decidirlo ofreceríamos asilo también a Evo Morales”.
Ambos utilizaron sus cuentas oficiales del pajarito azul.
Marcelo Ebrard fue más allá del simple ofrecimiento.
En su mensaje comentó que en Bolivia “hay una operación militar en curso” y calificó lo ocurrido de “golpe”.
Andrés Manuel López Obrador colocó la alfombra roja para el recibimiento con su afirmación de “prefirió renunciar a exponer a su pueblo a la violencia”.
Diría el de enfrente: ¡Qué bueno que el asilo perdure a pesar de la 4t y el mal trato a los migrantes que no tienen poder, nunca lo tuvieron y huían para encontrar en dónde sobrevivir!
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