“La Mula”

Del Cine y las Leyes

Ocaso de un Héroe Anónimo

Por Horacio Armando Hernández  Orozco

“La Mula” (“The Mule”), película estadounidense de 2018, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood (Earl Stone), Bradley Cooper (Agente Colin Bates), Laurence Fishburne (Agente especial al mando), Michael Peña (Agente Treviño), Dianne Wiest (Mary Stone), Andy García (Laton), Alison Eastwood (Iris Stone) y Taissa Farmiga (Ginny); estrenada el 14 de diciembre de 2018.

Un octogenario ex-veterano de guerra, obligado por apremios económicos y por restituir sus falencias emocionales hacia su familia, se dedica a transportar droga en los Estados Unidos para un Cartel compuesto por traficantes desalmados y dispuestos a todo, pero pronto se verá perseguido por agentes de la DEA.

La cinta está basada en la historia real de Leo Sharp, un veterano de la guerra de Corea que a sus ochenta años se convirtió en traficante de drogas del Cártel de Sinaloa.

CANDIL DE LA CALLE…

Earl Stone asiste a la Convención anual de floricultores de lilas, donde es tratado con un respeto que devuelve con atenciones y cordialidad, mientras su hija Iris a punto de casarse y visiblemente nerviosa ante la ausencia paterna.

Estas escenas con un montaje paralelo, muestran la personalidad del protagonista y la complejidad de sus relaciones familiares, donde la exesposa Mary y la hija ya no creen en él, sólo conserva el cariño de su nieta Ginny.

Las dos caras de una misma persona que ha priorizado siempre los deberes autoimpuestos por encima de su responsabilidad familiar, situación muy característica del norteamericano promedio; tan es así, que cuando Earl conoce al agente Colin Bates, le aconseja que se dedique más a su familia y que no cometa los errores que él ha cometido.

NADA ES PARA SIEMPRE

Varios años después, Earl Stone se ve obligado a cerrar su negocio por la competencia que le supone el comercio vía internet, su huerto es embargado y a punto de ser rematado; ahora la que se casa es su nieta Ginny, y en la boda uno de los invitados le propone una oferta para transportar droga a las órdenes de un cartel mexicano.

En principio, todo indica que Earl carece del perfil más adecuado para meterse en el tráfico de estupefacientes, pero es precisamente este aspecto de un hombre blanco mayor de edad, alejado del estereotipo de “mula”, lo que le convierte en el conductor ideal, aquél al que nunca van a parar los agentes de la DEA.

En la actualidad, no existen prototipos ni perfiles delincuenciales claramente definidos para el mundo del hampa y de la delincuencia organizada, toda persona que quiera entrar al negocio del narcotráfico tiene cabida, y más cuando se alejan de los clásicos estereotipos del narcotraficante.

EL DINERO NO CONOCE DE XENOFOBIA

Earl recibe sus primeras indicaciones sobre el garaje en que será cargada la mercancía y ahí advierte que son latinos los que ahora serán sus compañeros y empleadores; realiza el primer viaje tal como se lo ordenan y en la guantera de la camioneta le dejan su primera paga, la cual es una cantidad bastante considerable.

Al inicio de la película, se ve a Earl con sus trabajadores que son mexicanos, muy probablemente indocumentados, y ahora él va a trabajar para un patrón latino; esto es el retrato del racismo de un estadounidense que debe confraternizar con los integrantes de una minoría cultural en Estados Unidos, ya no está en un plano de superioridad moral respecto a los integrantes del cartel, prácticamente está a su nivel de inmoralidad.

La xenofobia en los estados del sur de Unión Americana contra ciertos grupos minoritarios, sobre todo latinos, es usual por parte de las autoridades policiales; hay una escena en que los agentes de la DEA Colin Bates y Treviño detienen a un conductor de origen latinoamericano y el hombre asustado esgrime que las estadísticas confirman que para personas cómo él, esa situación en concreto es la que les supone una mayor probabilidad de acabar muertos.

En última instancia, Earl encarna y encara el palpable racismo de las autoridades y los cuerpos de seguridad norteamericanos.

UN MUNDO RARO

Durante uno de los viajes de entrega de droga, Earl ve a un grupo de motociclistas, muy al estilo de Easy Rider, uno de ellos tiene problemas para iniciar su moto, Earl comenta que el problema es del arrancador, al acercarse a ellos se sorprende cuando le dicen que no son chicos sino “Lesbi-Riders”, y ve que son mujeres.

Está escena, al igual que otras como la del uso del celular, revela como ciertos hombres de edad avanzada ven cómo se desmorona el mundo tal y como lo habían conocido hasta entonces, que hay nuevas tecnologías que los han rebasado y nuevas formas de relaciones sociales.

El personaje de Earl representa a esa comunidad de ancianos octogenarios sureños que siempre han vivido en un universo cerrado para ellos inmutable, pero que en los últimos años de su existencia, se dan cuenta de que han cometido un gran error vital al haber privilegiado el trabajo por encima de su familia.

Para sobrevivir en este nuevo mundo, Earl deja de lado sus convicciones, pues antes se concebía como un xenófobo y orgullosamente proamericano, y ahora es empleado de una organización dominada por latinoamericanos.

La cinta se basa en la desventura de Leo Sharp, conocida desde la publicación de varios artículos en el diario The New York Times; este veterano de la guerra de Corea tenía una pequeña granja donde cultivaba y comercializaba lirios, pero, a principios de este siglo, el negocio dejó de ser redituable, empujándolo a una quiebra que lo llevó a perder casi todo; en ese momento de angustia, a través de un conocido, trabó vínculos con el cartel de Sinaloa y se convirtió en uno de sus mejores choferes, distribuyendo decenas de toneladas de droga a lo largo de los Estados Unidos.

Al igual que en la película, también era apodado “El Tata” por sus 87 años, fue apresado una década después por la DEA con más de 100 kilos de cocaína en los bolsos que llevaba en la caja de su camioneta.

Es claro que Earl no es ni será el único anciano que sufra de los modelos económicos que rebasan a las llamadas micro empresas, pero también es cierto que la falta de apoyos institucionales bien instrumentados orilla a muchos ancianos a cometer lo impensable, y habrá que preguntarse ¿en verdad se podrá sancionar a un anciano octogenario bajo estas circunstancias?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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