*Devastándonos en Nombre de la Economía
*Y de que Fuimos Expulsados de un Supuesto Paraíso
*La Impericia Ante la Contaminación Atmosférica
*Vivir en Algún tipo de Infantilismo de Izquierda
Por Ezequiel Gaytán
Al gran científico inglés, Sir Francis Bacon, le debemos la frase “la naturaleza, para ser dominada, debe ser obedecida”, pues él y luego Auguste Comte, consideraron y concibieron a la naturaleza como objeto de conquista mediante la ciencia, pues para ellos si se aplicaba ese conocimiento científico, podría conducirnos a la felicidad. En otras palabras, el progreso humano sería resultado de la técnica y el desarrollo material; no nos extrañe pues que la frase de Comte “Conocer para prever y prever para actuar” influya incluso hasta nuestros días. Es más, pensadores como Marx, Engels y Lenin también escribieron acerca de dominar a la naturaleza como tesis fundamental en la realización humana.
Hoy sabemos que dicha tesis es absurda, que a la naturaleza no se le domina y que al quererla someter lo que estamos haciendo es destruirnos; de hecho, nuestro narcisismo antropocentrista, ese que sitúa al ser humano como medida de todas las cosas, es irracional. Nos estamos devastando en el nombre de la economía, del progreso tecnológico y de que fuimos expulsados de algún supuesto paraíso y por lo mismo estamos demoliendo el futuro de la humanidad y de la vida como la conocemos. No es el fin del mundo, pues éste acabará dentro de aproximadamente cinco mil millones de años cuando estalle el sol; pero nos aproximamos al fin de la vida como la conocemos hoy en día.
Lo que es un hecho es que debemos entender que con la naturaleza podemos convivir y ayudarla mediante el apoyo a las medidas de cuidar el agua, sembrar árboles y plantas, disminuir el uso de plásticos y utilizar en menor medida el automóvil. Recomendaciones formuladas mayoritariamente por la sociedad civil, esa que nuestros gobernantes federales, estatales, y municipales desdeñan. Es más, estoy sorprendido que las medidas para combatir la contaminación atmosférica en la Zona Metropolitana del Valle de México carezcan de imaginación e innovación.
Nuestros gobernantes de la Ciudad de México demostraron impericia ante la grave situación que enfrentamos en abril y mayo con la llegada de la primavera; tal vez su calendario de las estaciones sea otro y ellos tengan otros datos. Reiteran las mismas medidas de la gestión Carlos Salinas/Manuel Camacho, culpan a administraciones pasadas de pasivas, aún no proponen un programa de estímulos económicos a la industria de energías limpias, tampoco nos ha ofrecido un transporte masivo seguro y eficaz. Ni siquiera inauguran parques y jardines con árboles y plantas que absorban con mayor facilidad el contaminante atmosférico. Es más, ni siquiera promueven salvar a las abejas.
Ahora, con las lluvias de junio piensan que la emergencia ya pasó y que el tema será las inundaciones y el desazolve de las coladeras, pues resulta que el pueblo bueno no tira la basura a la calle, esa es obra de los fifís, pero no han dicho palabra sobre nuevas rutas de los camiones de la basura y peor aún, no instalan botes de basura en las esquinas de las principales avenidas de la ciudad. En efecto, en la escuela aprendimos que “limpiar es bueno, pero que no ensuciar es mejor”, pues resulta que tampoco han emprendido una campaña cívica por no ensuciar, cuidar el agua o regalar o vender bolsas de henequén o fibras naturales a la salida de los súper mercados.
No se puede dominar a la naturaleza y los gobiernos locales de la Zona Metropolitana del Valle de México no están dispuestos a entenderlo, tampoco comprenden que para lograr resultados tienen que co-gobernar con la ciudadanía. Pero resulta que es mejor no pelearse con los grupos industriales contaminantes, para los actuales gobernantes es mejor amenazar a los fifís dueños de vehículos con foto-multas que cuidar y defender a la naturaleza.
En lo personal me parece que nuestros gobernantes locales viven en algún tipo de infantilismo de izquierda y están convencidos, en su pasividad, que algún científico inventará una máquina que de la noche a la mañana revierta los daños a la naturaleza. Lo cual es altamente improbable.
Propongo que es mejor ser humildes, reconocer que los seres humanos somos una especie más de la naturaleza, que nada nos dice que somos la última especie en la evolución y que no estamos expulsados de algún paraíso al cual vamos a regresar. Esos avances nos pueden permitir convivir con la naturaleza.