Por Jesús Michel Narváez
Si no son elogios, no los quiere escuchar. Si se trata de críticas, cancela audiencias. Si es un reclamo de la urgencia por tomar medidas que salven vidas, hay sordera. Y si el reclamo aborda los Derechos Humanos, muestra la soberbia de la 4t.
Durante 29 años, el informe anual de quien se encuentra al frente de la CNDH siempre fue escuchado por los presidentes en turno. Lo mismo Salinas de Gortari, que Zedillo Ponce de León o Vicente Fox y Felipe Calderón culminando con Enrique Peña Nieto. Para ninguno de ellos fue una fiesta o un chorro de elogios. No. Todos aguantaron de pie y con la serenidad que debe tener un Jefe de Estado, los señalamientos de abusos de poder, de violaciones inadmisibles, como la falta de atención en el IMSS, el ISSSTE o la Secretaría de Salud; todos escucharon el reclamo contra militares, marinos, policías federales, médicos, servidores públicos en general.
Y nunca, nunca hasta ahora, dejaron de oír y leer el informe de actividades de un organismo que le da credibilidad al ESTADO DEDERECHO.
Lo hecho ayer por el presidente López Obrador marca un pasado, un presente y un futuro.
El Presidente no respeta a los órganos autónomos y con su actitud, como revela el presidente de la CNDH: “Expresar un compromiso con su respeto no es suficiente para dotar de pertinencia y viabilidad las políticas que se adopten y las acciones que se implementen. La verdad no se construye y determina mediante el discurso o los dichos. Son los hechos, la evidencia concreta y objetiva que dirá el grado de compromiso y respeto con los derechos humanos. México y su sociedad necesitan respuestas y verdad, no retórica y posverdad. La evidencia objetiva, los datos duros y verificables y la conformidad con el derecho deben considerarse y fundamentar el debate nacional por encima de postulados ideológicos o políticos cuyo único sustento es el discurso”.
Como señala el comunicado del organismo, “En un hecho inédito en los casi 29 años de existencia de la CNDH, el informe anual de labores no se presentó directamente al Presidente de la República”, arroja al cesto de la basura sus compromisos con la legalidad.
Y aunque no lo dice, se entiende: los elogios endulzan la vanidad… las críticas amargan la existencia.
Luis Raúl González Pérez, responde de las acciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, poque no es un empleado del Presidente. Encabeza un organismo del ESTADO Mexicano. No tiene, por tanto, la obligación de ser sumiso, de colocar la alfombra roja ni de ser intérprete del canto de las sirenas.
Por el contrario, tiene el deber de informar lo que ha hecho el organismo, las recomendaciones emitidas, la ineficiencia del poder público, la carencia de cumplimientos constitucionales y convenios internacionales.
“México y su sociedad necesitan respuestas y verdad, no retórica y posverdad, y demandó una institucionalidad fuerte, que consolide nuestra democracia y fortalezca la unidad de nuestra nación”.
Cuánta razón tiene y el único problema es que sus palabras se las llevará el viento a Palenque, al rancho del Ciudadano Presidente. Lo ocurrido debe ser una más de las alertas para cuidar la democracia, que no le gusta, sin duda, al Ciudadano Presidente. Aunque diga lo contrario.
E-mail: jesusmichelnarvaex266@gmail.com, jesusmichel11@hotmail.com, Facebook: jm-narvaez, Twitter; @jesusmichelMx y en Misión, Periodismo sin Regaños lunes, miércoles y viernes de11 a 12 horas por ABC-Radio en el 760 de AM.