La Relación Diplomática Entre México y Francia en el Siglo XIX

Por Itzel Toledo García

La conmemoración de la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 es una buena ocasión para recordar brevemente los momentos más sobresalientes en la relación diplomática franco-mexicana durante el siglo XIX. El lazo entre México y Francia ha sido de interés para historiadores mexicanos, franceses y estadounidenses, quienes han abordado esta relación en distintos periodos enfocándose en cuestiones como son el establecimiento del lazo diplomático, la Guerra de los Pasteles, la Intervención Francesa y el restablecimiento del lazo oficial durante el Porfiriato. Además, se han estudiado temas que van más allá del contacto diplomático entre gobiernos como son las actividades económicas de la colonia francesa en México, la influencia cultural francesa en las élites del país, las actividades de la colonia mexicana en París, y otros más. Para las personas interesadas en esta relación existe una amplia historiografía a la cual acercarse, vale la pena revisar los trabajos de Faustino Aquino Sánchez, Nancy N. Barker, Steven B. Bunker, Jacqueline Covo, Chantal Cramaussel, Berta Flores Salinas, Jacques Heers, Leticia Gamboa Ojeda, Jacques Penot, Javier Pérez Siller, Irina Valladares García, Luis Weckmann, entre otros más.

Exploremos entonces cómo fue la relación diplomática a lo largo del siglo XIX. En términos generales puede señalarse que el contacto entre México y Francia estuvo caracterizado por varios periodos de enemistad seguidos por la conciliación a la vez que ocurría un acercamiento comercial y cultural entre los pueblos, pues México representó un mercado muy importante para los productos de lujo franceses. Además, el país presentó una oportunidad para mejorar la situación socioeconómica de varios franceses que vinieron a México al dedicarse a los sectores del comercio y a la industria textil. Para México fueron importantes las ideas republicanas liberales francesas en términos políticos, las cuales fueron usadas por los intelectuales mexicanos para dirigir a la joven nación. Además, a lo largo del siglo XIX el conocimiento generado en Francia fue fundamental en la educación ya que se importaron programas y pedagogías de avanzada.

La primera causa de tensión fue la cuestión del reconocimiento francés a la Independencia de México. El reconocimiento fue otorgado por el rey Luis Felipe I el 28 de agosto de 1830 cuando ya no quedaba duda alguna de que sería imposible para España recuperar a su antigua colonia y cuando México había sido reconocido y había firmado tratados de amistad y navegación con Gran Bretaña, los Países Bajos, Dinamarca, entre otros. Por otro lado, existió la dificultad para lograr la firma de un tratado de amistad, comercio y navegación, con cuatro fallidas rondas de negociación entre representantes mexicanos y franceses de 1827 a 1837. El problema radicaba sobre todo en que México se negaba a que los comerciantes franceses pudieran llevar a cabo actividades comerciales en los puertos de pequeño cabotaje.

Aunque no había un marco legal que rigiera la relación, algunos franceses se asentaron en México en los años veinte y treinta, pero ante las continuas reclamaciones de ciudadanos franceses se dio el bloqueo francés de los puertos mexicanos que culminó en la Guerra de los Pasteles. Este evento se ha nombrado así debido a las reclamaciones que presentó en 1832 el señor Remontel, que era dueño de una pastelería de Tacubaya, por los daños causados en un saqueo a su establecimiento (la reclamación era de ochocientos pesos, pero la prensa mexicana señalaba que pedía hasta sesenta mil). La guerra terminó con la firma del primer acuerdo entre las naciones: el Tratado de Amistad y Paz de 1839.

Este tratado estabilizó la relación y aunque existió un impasse diplomático de 1845 a 1848, éste no fue tan problemático. El momento más grave para esta relación bilateral fue el de la Intervención francesa con el subsecuente apoyo militar, económico y diplomático al Segundo Imperio Mexicano a cargo de Maximiliano de Habsburgo (1861-1867). Recordemos que debido la promulgación de Ley de Suspensión de Pagos (17 de julio de 1861) -según la cual durante dos años México no pagaría su deuda y, en cambio, utilizaría los ingresos de las aduanas para solventar gastos internos- el representante francés, Alphonse Dubois de Saligny, decidió romper las relaciones franco-mexicanas. Aunado a ello, en la Convención de Londres de octubre de 1861 los representantes de Francia, España y Gran Bretaña decidieron enviar buques a México para presionar al gobierno mexicano a que se comprometiera a cumplir las convenciones; también subrayaron que no iban a intervenir en cuestiones de política interna sino solamente se enfocarían en resolver la cuestión de la deuda.

Tras la llegada de los buques a Veracruz, la administración juarista ofreció negociar con los representantes de las potencias europeas, firmándose entonces los Preliminares de la Soledad el 12 de febrero de 1862. Si bien las tropas británicas y españolas se retiraron, las francesas permanecieron en México y llevaron a cabo una intervención. Esta decisión se basó en la idea de que, según los diplomáticos y los viajeros franceses, el país vivía una constante inestabilidad y los conservadores mexicanos radicados en Europa pedían al emperador francés que impusiera orden.

Poco a poco avanzaron las tropas francesas de Veracruz hacia la Ciudad de México. El 5 de mayo de 1862 tuvo lugar la famosa batalla de Puebla en la cual el General Ignacio Zaragoza derrotó al ejército francés. Este importante logro militar tuvo como consecuencia que el emperador francés Napoleón III enviara cerca de treinta mil soldados más bajo la dirección de Federico Forey con el objetivo de instaurar un gobierno estable que llevara a cabo sus compromisos internacionales. Esto también permitiría frenar la expansión estadounidense en el continente americano.

La intervención francesa sitió Puebla en marzo de 1863 y tomó la Ciudad de México el 10 de junio. Fue entonces que se estableció una Junta Suprema de Gobierno que designaría una Regencia de tres hombres y una Asamblea de Notables que tendría que elegir el futuro del gobierno. El 19 de julio se declaró la creación del Imperio Mexicano, el cual estaría al mando de un príncipe europeo: Maximiliano de Habsburgo. Mientras tanto la república liberal juarista estaría en un proceso itinerante y se mantendría en lucha ante las tropas francesas, austriacas y belgas que sostenían militarmente al Segundo Imperio Mexicano.

Debido al aumento de la amenaza alemana en Europa, Napoleón III decidió sacar sus tropas de México y la presencia de éstas terminó a comienzos de 1867. En pocos meses el Segundo Imperio Mexicano cayó y Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de aquel año. Con el triunfo de la República y la declaración de la doctrina Juárez – a partir de la cual se consideraban rotos los lazos con los países que reconocieron diplomáticamente y apoyaron militar y económicamente al Segundo Imperio Mexicano, y se esperaba que aquellas naciones buscaran un acercamiento para establecer un nuevo lazo justo entre los países- tuvo lugar otro impasse diplomático. La ruptura del lazo oficial se solucionó durante el Porfiriato con la restauración de relaciones en 1880 y el establecimiento de un tratado de Amistad, Comercio y Navegación (1886). Así, a partir de los años ochenta, el lazo diplomático se volvió cordial, esto fue acompañado de un mayor acercamiento cultural y político por parte de la élite y la naciente clase media mexicana hacia lo francés. Los festejos del centenario de la Independencia mexicana son el claro ejemplo del acercamiento logrado pues el gobierno francés devolvió las llaves de la ciudad que se habían entregado al General Forey el 10 de junio de 1863. Además, la colonia francesa en México regaló una estatua de Luis Pasteur, hoy en el Paseo de la Reforma, como muestra de la amistad entre los países.

Después de realizar este breve recorrido por los momentos más importantes de la relación diplomática entre México y Francia en el siglo XIX queda claro que estuvo caracterizada por momentos de enemistad como fueron la Guerra de los Pasteles, la (segunda) intervención y el apoyo al Segundo Imperio Mexicano. Sin embargo, también existió una disposición por ambas partes para lograr la conciliación como ocurrió con el Tratado de Paz y Amistad de 1839, aunque otras veces ésta fue lenta porque se cuidaba con mucha atención la dignidad nacional, como es claro con el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 1880 después de un largo impasse.

Bibliografía

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Valladares García, Irina Susana, “Las relaciones diplomáticas entre México y Francia de 1839 a 1848”, tesis de licenciatura, México, UNAM, 2002.

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