Por Alberto F. Mena Mallén
¿Podrá la austeridad republicana evitar que nuestro patrimonio nacional y de la humanidad en México, se destruya como sucedió con la Iglesia de Notre Dame en París? Como mexicano, surgen dudas al respecto, ya que los procedimientos, particularmente en los ajustes en los presupuestos, que se han utilizado en la 4T, no han sido los más correctos para hacer cambios de fondo en muchas de las tareas y áreas que requieren de una “manota” para modificarlos.
Hay ejemplos a nivel nacional e internacional que dan cuenta de lo que puede suceder ante la falta de recursos, de cuidado, negligencia o de interés para atender lo que se refiere a nuestro patrimonio artístico, cultural e histórico -la mayoría se encuentra en la Ciudad de México-, y el más reciente, aunque se informó que el incendio que se generó en Notre Dame, casi seguro fue debido a un accidente dentro de trabajos de remodelación que se realizaban, el hecho es que se perdieron objetos de valor de muchos años, – más de 800-, que ya no podrán recuperarse.
En esta catástrofe histórica, hubo muchas piezas también históricas que lograron recuperarse gracias a la intervención de los bomberos quienes cuidaron con su labor, que esta joya arquitectónica y lo que había adentro, no se perdieran en su totalidad. El caso es que hubo pérdidas irreparables que, aunque se reconstruyan, ya no tendrán el mismo valor que tenían.
Otro ejemplo internacional fue el incendio que destruyó parte de la historia de Brasil al consumir las llamas el Museo Nacional, ubicado en Río de Janeiro, donde se albergaban unos 20 millones de piezas que datan de diferentes periodos históricos. Fuego originado en el aire acondicionado del auditorio de dicho lugar.
Hubo quien afirmó que el incendio es consecuencia de «años de negligencia» en un estado golpeado por la crisis económica y diversos escándalos de corrupción que han corroído las cuentas públicas de Río de Janeiro.
Según denunciaron funcionarios del Museo, la institución había sufrido cortes en el presupuesto destinado a mantenimiento y la dirección llegó a crear una micro-financiación colectiva para recaudar dinero del público y abrir una de las salas más importantes, donde se encuentra la instalación del dinosaurio Dino Prata.
También se comentó que, en cuanto a las medidas de precaución y de prevención, el museo nacional contaba con extintores pero no había mangueras de pared, detectores de humo, puertas cortafuego ni señalización.
En México, ya tenemos un ejemplo. Hace 52 años, se consumieron siglos de historia por un incendio registrado en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México -el fuego se prolongó por más de 3 horas entre el 16 y 17 de enero de 1967-, y aunque se registraron muchas pérdidas se lograron rescatar 51 pinturas y un documento de 1529 donde se nombraba a Hernán Cortés como gobernador de la Nueva España.
Entre las pérdidas se encuentra el Altar y el Cristo del Perdón, -recubierto de laminilla de oro de 23 quilates y diseñado en 1735-, pinturas del Siglo XVI, la Santísima Virgen de Pereyns y San Esteban de Baltazar Echave, del que solo quedó el marco de oro, además de otros 15 cuadros y el Fresco de La Asunción en la cúpula. La sillería de madera de cedro, que databa del Siglo XVI quedó reducida a cenizas, de 99 asientos, se destruyeron 75. El coro también fue víctima de las llamas. Los vitrales de la cúpula volaron en pedazos.
Restauradores que laboraron en aquella época, comentaron que el problema se registró por un corto-circuito, por lo que el gobierno debería de invertir en acciones de prevención, ya que es menos costoso que llevar a cabo la restauración de lo perdido y aunque existen planes de conservación preventiva, no son suficientes. Y lo mismo ha de pasar actualmente.
De acuerdo a los registros de la época se mencionó que este siniestro despertó la consciencia del valor que tenían los tesoros y el patrimonio de la Catedral, ya que nuestra catedral es el gran museo de arte de México. Tardó en construirse 300 años y en ese proyecto trabajaron los mejores arquitectos, retablistas, escultores, pintores, la gente lo daba por hecho, como algo que estaba ahí y era muy antiguo pero con el incendio se despertó la conciencia de que es un tesoro riquísimo que vale mucho más allá de las cuestiones religiosas.
En noviembre del mismo año (1967), 42 historiadores, arquitectos e intelectuales de la talla de José Iturriaga, Rubén Bonifaz Nuño, Antonio Castro Leal y Salvador Novo dirigieron una extensa carta al Presidente de la Republica exponiendo en puntuales consideraciones los argumentos por los que la Catedral debía restaurarse.
Sin que en algún momento se oficializará el inicio de la restauración, la Secretaría del Patrimonio Nacional autoriza que se empezarán los estudios, recordó Flores Marini.
La restauración de los elementos coloniales devastados tardó varios años más, pero finalmente había ganado la propuesta de recuperar lo devastado, de volverle a ganar a las cenizas las joyas que el incendio había arrebatado.
Otro ejemplo, el que afortunadamente parece que ya se ha atendido, es el de las goteras del Museo Nacional de Antropología e Historia, edificio víctima de filtraciones, ya que la última impermeabilización que se llevó a cabo fue hace 12 años. Las torrenciales lluvias y el sismo del año pasado ayudaron a que el desastroso estado de la azotea de 24 mil metros cuadrados comenzara a tener problemas graves.
Este sitio, que conserva los más grandes tesoros de la nación ya está siendo impermeabilizado y, se señaló, que a principios del presente año ya estaría atendido este problema. Aunque aún faltan espacios por cubrir, esperaremos que se haga con la importancia del caso.
Finalmente, también las guerras destruyen patrimonios. Este es el caso de los problemas en Oriente Medio donde el Estado Islámico (ISIS) con los yihadistas desparecieron patrimonios de la humanidad de más de dos o tres mil años de antigüedad, y como ejemplo están templos en Palmira (Siria), Hatra, Nínive, y Nimrod, en Irak, y Tombuctú, en Mali, donde lo milenario ya no se podrá ver en vivo y a todo color.
