*Las Virtudes Idealistas, Posibles y Realizables
*Importancia de Contar con un Gabinete sin Lambiscones
*No a las Actitudes Pusilánimes y Condescendientes
*En México Tener el Pulso Político de una Iniciativa
Por Ezequiel Gaytán
En la historia de la humanidad son muchos los motivos por los que recordamos a nuestros gobernantes, ya sea porque fueron justos o injustos, debido a que defendieron a la patria o por las decisiones buenas o malas que tomaron.
Usualmente a los buenos gobernantes los calificamos de estadistas y con eso aludimos a la repetida frase de Benjamín Disraeli, primer ministro de Gran Bretaña hacia el año 1867, quien sostuvo que “la diferencia entre un estadista y un político es que, mientras el primero medita sobre las futuras generaciones, al segundo solo le interesa la próxima elección”.
Pero ¿qué significa pensar en la siguiente generación? A mi parecer, la distinción descansa en buena medida en la calidad de las decisiones políticas, jurídicas, económicas y administrativas. Así como en la forma y carácter mediante las cuales se implementan dichas decisiones y en las consecuencias de los impactos sociales y económicos. El hombre de Estado debe tener virtudes idealistas, posibles y realizables, rodearse de un gabinete que se aleje de la lambisconería y no acepte de sus colaboradores actitudes y comportamientos pusilánimes y condescendientes. Por su parte el político gusta de la aceptación popular por su carisma, aunque no necesariamente tome las decisiones que las circunstancias le exigen pues prefiere ser aplaudido en el momento y que sus colaboradores lo adulen por sus ocurrencias.
En los países donde existe la reelección el tema de las iniciativas de ley es sopesado muy detenidamente, pues ese tipo de gobiernos debe calcular si la misma debe entrar en el primer o en el segundo periodo. En naciones como la nuestra, lo fundamental es tener el pulso político para saber si una iniciativa debe promoverse en la primera o en la segunda legislatura de los diputados. Además, debe pensarse acerca de la Cámara de origen a fin de darle entrada. Acto seguido se debe definir una estrategia de negociaciones con los poderes fácticos, pues significa entenderse, según la iniciativa, ya sea con organizaciones obreras, sindicatos, cámaras patronales, con los gobernadores, gremios de profesionistas, grupos minoritarios e inclusive las iglesias. Algo que no debe pasarse por alto es saber cuándo debe intervenir el Presidente y cuando negociar mediante sus colaboradores.
Las decisiones en política y Administración pública, además, deben considerar las siguientes premisas: ¿es jurídicamente argumentable?, ¿es económicamente soportable?, ¿es técnicamente posible?, ¿es administrativamente factible?, ¿es ecológicamente sustentable?, ¿es socialmente útil? y ¿es políticamente deseable? En otras palabras, no basta con la voluntad política y encuadrar la decisión éticamente. Se requieren instituciones fuertes y servidores públicos reconocidos y motivados.
Un político y un estadista coinciden en algunos rubros, pues responden a arquetipos de lo que son y deben ser. Ambos son pragmáticos, ambicionan el poder, son vanidosos, saben de estrategias, de seducción, de ser complacientes y de liderazgo. También saben que gran parte de la condición humana se debe a las contradicciones y que muchas de las decisiones que tomen beneficiarán a algunos sectores de la sociedad y perjudicarán a otros.
Las diferencias estriban en que el estadista sabe acerca del sentido e intención del uso del poder pues lo desea para construir instituciones e infraestructura que sean en beneficio de las futuras generaciones, tiende a ser conceptual en sus ideas, pues son profundas y las puede explicar pormenorizadamente, de ahí que sabe orientar y convencer sin maniqueísmos. Es escrupuloso en el manejo de los recursos, es apegado a la cultura de la legalidad, sabe acerca de la importancia de la conciliación de ideas y la reconciliación en favor del interés público. El estadista es de espíritu enérgico, forjador de confianza, de leyes y resultados en los mediano y largo plazos. Su perspectiva del mundo es armoniosa con la de su nación y viceversa sin caer en xenofobias, ni entreguismos. Siembra para el futuro ya que además de rodearse de jóvenes talentosos, les enseña y los ayuda a formarse en el arte del buen gobierno.
Por su parte el político desconoce el sentido y biografía de las palabras, los conceptos y las consecuencias de las mismas. Recurre a las leyes a su conveniencia pues las sabe imperfectas y ahí busca y encuentra las fisuras de las mismas para su provecho y el de sus amistades. Divide a la sociedad y la mantiene confrontada. Intenta y, en muchas ocasiones lo logra, subordinar a los otros poderes y centralizar el poder.
El manejo del poder requiere equilibrios y contrapesos. También exige auto limitarse y prudencia. Saber escuchar, lo cual es difícil porque el poder es seductor, afrodisiaco y embelesa a los seres humanos. Prepararse para gobernar implica formación, capacitación, actualización y un proyecto de gobierno que se sume a los ideales de la nación plasmados en la Constitución. Entonces la toma de decisiones será el elemento que distinga en el futuro en la voz del pueblo y de los historiadores si el gobernante fue un político o un estadista.