O de la Gran Incompetencia
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“El Gran Perro Muerto”, película mexicana de 1981, dirigida por Rogelio A. González, con la actuación de David Reynoso (Don Lorenzo), Kitty de Hoyos (Doña Modesta), Eduardo de la Peña Lalo “El Mimo” (Cabo Fidencio), Pompín Iglesias (Don Pascualito), Yolanda Rigel (La Beata), Roberto “Flaco” Guzmán (Comandante Sixto Cruz), Fernando Soler (Don Zebedeo), Ignacio Retes (Armendáriz), Víctor Alcocer (Inspector de Sanidad Pública), Humberto Elizondo (Cabo Valdemar), Miguel Gurza (Maestro), Paco Sañudo (Regidor de Aseo) y Rogelio González Grau (Demetrio).
Un perro común y corriente es atropellado, provocando un gran lío en el pueblo de Sepacatlan, pues ningún civil y ninguna autoridad quiere levantarlo; el asunto del perro llega a la capital del Estado como cuestión federal, el ejército interviene para restablecer la paz en la comunidad, lo cual no evita que el perro sea devorado por zopilotes.
La película es una parodia de la burocracia que se gesta por el simple atropellamiento de un perro, lo que produce un caos muy divertido; una sátira a los sistemas políticos que hacen recortes presupuestales con el aparente fin de ahorrar recursos, con la sencilla consecuencia: imposible lograr hacer algo cuando quienes lo pueden (deben) hacer quieren no hacerlo.
LA INÚTIL DIVISIÓN DE COMPETENCIAS
Es un día normal en la plaza de Sapacatlan, cuando aparece un perro atropellado a mitad del arroyo en frente de la tienda de Don Zebedeo, quien solicita a las autoridades que retiren al animal, pero el Regidor de Aseo señala que no es de su competencia sino corresponde al Inspector de Sanidad, quien manifiesta que le compete al licenciado Armendáriz en su carácter de Ministerio Público.
El inicio de la película muestra lo qué será la trama, exponer y potencializar lo ridículo que resulta la extrema división de competencias entre las autoridades municipales de un pueblo mexicano ficticio llamado Sepacatlan, donde cada vecino tiene la obligación y deber cívico de barrer su propia calle, lo cual implica recoger la basura, por ello Don Zebedeo alega que al estar el perro en el arroyo vehicular, ya no es su obligación retirarlo.
El Regidor de Aseo aduce que al tratarse de la muerte de un animal es una cuestión del Inspector de Sanidad, pero éste señala que el atropellamiento es un delito por daño en propiedad ajena, por ello le toca al Ministerio Público, quien argumenta que se trata de un Delito contra la Salud Pública, que prevé el Código Penal Federal, pues al estar el perro en la calle principal, en zona Federal, le corresponde su conocimiento a un Juzgado Federal, por lo que envía un oficio a la capital del Estado.
En los estados modernos se reconoce el principio de distribución de competencias, que es uno de los aspectos primordiales de todo sistema democrático, porque solamente conociendo dicha distribución competencial se entiende la fuerza, ya sea del gobierno central o de la federación.
El reparto competencial en toda autoridad deviene en principio de la Constitución, y en un sistema federal, la regla de distribución competencial dice que: la federación o las autoridades federales, tendrán las atribuciones que expresamente le sean prescritas por la Constitución y las restantes pertenecen a los estados, pero en ningún caso puede argüirse la falta de competencia para no hacer frente a una situación de emergencia.
A RÍO REVUELTO…
Cuando se entera de esto el presidente municipal Don Lorenzo, se enoja con Armendáriz, pues lo que menos quiere es que las autoridades estatales o federales intervengan; le pide al Comandante Sixto Cruz que mande a los cabos Fidencio y Valdemar, que son policías municipales, para que retiren al perro muerto, pero el Ministerio Público le informa que no se puede hacer eso, ya que al ser cuerpo del delito se debe conservar hasta que intervenga la autoridad federal, y que retirarlo tendría consecuencias graves por invasión de competencias.
Ante este panorama, Don Lorenzo manda a custodiar la “escena del crimen” y que se custodie las 24 horas el lugar; por lo cual ahora el perro muerto es de interés municipal, y los grupos de oposición al gobierno pretenden sacar provecho de esta situación.
La cinta muestra como los clásicos grupos de poder de facto muestran su oposición a las decisiones del gobierno; Don Zebedeo ya había mostrado su oposición, ahora el maestro de la escuela, quien por extraña coincidencia con la realidad, es un ferro opositor a Don Lorenzo, busca cómo exhibir todas las tranzas que ha cometido; así también, la beata del pueblo, en auto-representación del clero, exige que sea retirado el perro, pues al estar expuestas “sus partes” es una ofensa a la moral y buenas costumbres.
De hecho, pseudo estudiantes, representados por Demetrio, un adulto joven que no estudia, exige que ese perro sea retirado, aunque subversivamente lo impide; incluso los miembros disidentes que conforman el ayuntamiento también quieren sacar tajada.
El clero, los docentes, el estudiantado, la oposición y la sociedad civil se tornan contra las decisiones irracionales del gobierno.
MIENTRAS NO HAGAN OLAS, NADIE SE AHOGA
El maestro de la escuela reclama la inactividad social al decir: “en este pueblo todos son buenos para hablar, pero nadie hace nada” y luego es detenido por el Comandante Sixto Cruz y el Cabo Fidencio, al ser sorprendido pintando consignas contra el gobierno; Doña Modesta encara a su esposo, Don Lorenzo, por lo del perro y la inconformidad del pueblo por lo “de las brochas”.
En esta escena se revela la razón del por qué cada vecino debe barrer su banqueta, ya que la Junta de Mejoras hizo recortes presupuestales al departamento de aseo, no tanto con el fin de ahorrar, sino para que la gente comprara las escobas que vendía uno de los regidores, y el tema de las brochas es igual, pues Don Lorenzo compró todas las que había en el pueblo y en lugares circunvecinos, de tal forma que cuando llegó la pintura ofrecida por el gobierno Estatal como ayuda a la vivienda, todos le compraron las brochas al precio que él fijó.
Es una típica película de comedia y sátira que critica a la burocracia que caracteriza a algunas autoridades del país; Don Lorenzo se atreve a afirmar, que todos le echan la culpa al sistema y que eso es lo malo de paternalismo; al final, simplemente barren los huesos del perro después de que se lo comen los zopilotes.
Pero, ¿cuántos perros muertos se necesitan para denotar la incompetencia de algunas autoridades?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…