Liberales, Neoliberalismo y Conservadores

Las Revueltas de Silvestre

*El Constante Abuso de los Términos

*El Cimiento de las Libertades en México

*Del Vacío que Empobreció Campesinos

*Crimen Organizado: Empleos y Favores

Por Silvestre Villegas Revueltas

La semana pasada el presidente López Obrador declaró que había sido derrotado el neoliberalismo, que su régimen actuaría bajo los lineamientos del liberalismo de raigambre juarista y de las posiciones más progresistas del tiempo cardenista. Asimismo, declaró, leyó y firmó un documento donde se comprometía a no postularse para un segundo periodo presidencial: la reelección no forma parte de su proyecto político. Con ello, subrayó el presidente, se dio un mentís a “los conservadores” que siempre han estado presentes en el devenir nacional de la república y que por todos los medios ya vociferaban del peligro de un continuismo presidencial.

Semejantes declaraciones, y las de otros actores políticos que utilizan y abusan de los términos neoliberalismo, liberal y conservadores, hay que decirlo, los tres tienen raíces y trayectoria histórica que de manera muy general trataremos a continuación.

Debemos recordar que para el mundo hispanoamericano del siglo XIX la modernidad política se materializó en los movimientos que produjeron la independencia de los Estados Unidos y todas las modificaciones resultantes de la Revolución Francesa. Los liberales en España y México -a pesar de que la inquina política decimonónica siempre subrayó que el liberal hispano era un conservador mexicano- coincidían en señalar que la visión liberal del mundo era proclamar el republicanismo frente a las monarquías “retrógradas” como la española, la de Rusia y la austriaca. En una primera lectura el liberal aspiraba al federalismo como el sistema moderno de gobierno, pero con el paso de los años y de palpar los excesos del localismo se fue decantando hacia el centralismo en la práctica y el federalismo en el discurso. El liberalismo que construyó el grupo político alrededor de Benito Juárez trabajó para hacer realidad ciertas prácticas cotidianas que hoy disfrutamos los mexicanos: libertad de tránsito, libertad de opinión en medios de comunicación, libertad de asociación, libertad de creencias religiosas -punto álgido que los separó irreductiblemente de los conservadores-, libertad de educación y libertad de comercio –el único punto de confluencia con los liberales donde la conserva pudo palpar los beneficios que a sus miembros les traería la existencia de un mayor grado de consumo entre la población mexicana.

Pasado los años “dorados” del porfiriato, pasado el tiempo de los cambios del movimiento revolucionario de 1910 y concluida la época del gran desarrollo y del crecimiento al 6% que caracterizó los años de la revolución institucionalizada estrepitosamente desbarrancada al concluir el lopezportillismo en 1982, paulatinamente México, sus líderes políticos, sus empresarios pero también en una actitud claudicante el sindicalismo oficial y demás actores entraron al proyecto político/económico impulsado desde los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher: el neoliberalismo que subrayaba el fin de las ideologías, pero en sí mismo era otra ideología, la cual terminó siendo tan excluyente como cualquiera otra del pasado. A nivel mundial se adelgazó al estado y en México se privatizaron servicios públicos, se privatizaron industrias que en el pasado el gobierno mexicano había rescatado de la quiebra porque los ineficientes empresarios quebraron sus negocios. El neoliberalismo privatizó el campo mexicano, pero cuando desaparecieron los fideicomisos del aguacate, del café, del jitomate y un largo etcétera, se produjo un vacío que empobreció a los campesinos y le abrió el camino para que el crimen organizado, particularmente los narcotraficantes, sustituyeran al gobierno mexicano como gran dispensador de empleos y favores. Hay que repetirlo, con el neoliberalismo no se “moralizó la sociedad” como diría el presidente De la Madrid, sino que, por el contrario, en la práctica promovió, protegió y se volvió partícipe de todas violencias que desde hace 20 años, y cada vez más asolan a la república. Los funcionarios federales, estatales y los empresarios corruptos se convirtieron en parte del problema que ha definido el tiempo del neoliberalismo. Se supone que, con la llegada de AMLO a la presidencia, su régimen actuará de manera opuesta a lo que conocemos y ha definido los pasados gobiernos…ya veremos porque las costumbres, la simulación y el aceite corruptor que permite funcionar al gobierno y sociedad mexicana sigue intacto.

Finalmente quisiera terminar las presentes reflexiones señalando que cuando en repetidas ocasiones el Presidente se ha referido a “los conservadores” que critican todas sus acciones de gobierno, el término pero también la actitud de ver todo mal los acerca a una posición reaccionaria que existe también en el universo opuesto que todo lo glorifica. En el contexto mexicano e hispanoamericano del tiempo entre siglos (XX y XXI) un individuo que se dice liberal como Enrique Krauze, Mario Vargas Llosa, Francisco Martín Moreno o Héctor Aguilar Camín son en sus posicionamientos sociales, de práctica religiosa y sobre el accionar de las instituciones políticas profundamente conservadores. Están a la derecha de las posturas más progresistas que existieron en el pasado siglo XX y también se sitúan a la diestra de los actuales movimientos sociales que critican mundialmente los excesos del neoliberalismo en sus materializaciones de consumismo, acerca de los intereses de los partidos políticos tradicionales y un largo etcétera. Me parece peligroso que hoy en día tirios y troyanos gritan, con y sin razón, acerca de todos los problemas del acontecer nacional; existe una división en la sociedad mexicana no vista desde hace mucho tiempo, peligrosa por definición.

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