Por Ezequiel Ramos
Existe una anécdota de principios de la década de los años setenta del siglo pasado que un periodista francés entrevistó al Primer Ministro de la República Popular de China, Zhou Enlai y le preguntó ¿Qué opina de la Revolución Francesa? Y que la respuesta del político chino fue “Apenas va a cumplir 200 años y es muy poco tiempo para opinar al respecto”. Honestamente ignoro si fue verdad ese encuentro y la contestación, pero probablemente así ocurrió. Por un lado, sabemos que el diplomático chino vivió un tiempo en Francia, que él era un hombre con mucho sentido del humor y sabía que el sarcasmo y la ironía son valores intelectuales. Sucede que la Revolución gala de 1789 abanderó los principios de libertad, igualdad y fraternidad y que fue apenas en la década de los años sesenta del siglo XX cuando los movimientos juveniles en los países occidentales izaron las banderas en favor de las libertades tales como la de manifestación, de prensa y de expresión, pues aunque ya existían, en muchos sentidos eran letra muerta. También fue un capítulo singular en favor del feminismo y la reivindicación de las mujeres en el ámbito laboral pues fue en esa década, con la introducción de la píldora anticonceptiva, que se ensanchó la participación de las mujeres en prácticamente todos los ámbitos laborales, el embarazo pasó a ocupar un lugar potestativo y una decisión libre de ellas. Fue notorio que en la década siguiente las mujeres empezaron a ocupar, aún con muchos obstáculos, cargos en la política y la Administración Pública. En otras palabras, transcurrieron cerca de 170 años a fin de que el mundo occidental le diera un sentido metafísico a la libertad, como lo habían consagrado los hombres de la ilustración y el pueblo francés.
Han transcurrido casi cincuenta años de la expresión de Zhou Enlai y las luchas sociales que reivindican el principio de igualdad, más allá del ámbito de lo jurídico, apenas empiezan a condensarse. Es más, es común encontrar, en estos días, posiciones que se oponen al matrimonio de personas del mismo sexo y eso es negarles los mismos beneficios de iguales que a los heterosexuales.
Cuando escuché la anécdota de Zhou Enlai me reí y pensé que el ex Primer Ministro evadió la pregunta con inteligencia. Empero ahora me doy cuenta de su agilidad mental, su reflexión profunda, de su lucidez y la interpretación política de lo ocurrido en Francia.
Es común que los seres humanos busquemos las grandes transformaciones históricas en los momentos de convulsión como son las guerras, los actos violentos, las revoluciones y las situaciones de crisis. Sin embargo, decía una maestra parafraseando a Edmundo O´Gorman, la historia también debe buscarse en los momentos en los cuales aparentemente todo es tranquilidad. En otras palabras, no es posible deshumanizar a la historia e ignorar las situaciones de calma.
De ahí que considero que, en esencia, hemos ganado muchas libertades en los últimos cincuenta años, sin embargo, sigue la lucha por la igualdad de las minorías; por citar un ejemplo, en nuestro país el movimiento en favor de los pueblos originarios sigue siendo una aspiración. Por lo que hablar de la tríada libertad, igualdad y fraternidad es reconocer que son aún categorías aspiracionales y muy lejanas en el horizonte de la humanidad. Reconozco que la libertad es la que más se ha afianzado, la igualdad es la lucha que ahora libramos y que la fraternidad no está en la agenda de las naciones, ni de los pueblos aún.
Las transformaciones son movimientos sociales, políticos, económicos, jurídicos y administrativos que por convencionalismos académicos fijamos su inicio en un determinado año y, por las mismas situaciones de conveniencia les damos una fecha de terminación. Lo cual sabemos es erróneo y ese es el punto nodal de este artículo. Por motivos de pereza histórica fijamos el 1 de junio como el día en que la sociedad mexicana dio fin al modelo neoliberal y sembró sus esperanzas en un modelo con sentido más humanista, proclive a la justicia social y sin renunciar a la globalización. La aspiración es, entonces, una idea que busca reivindicar las legítimas luchas del pueblo mexicano en materia de derechos y deberes. Lo cual es a todas luces plausible. Pero después de recordar la reflexión de Zhou Enlai me queda claro que las convulsiones mundiales no son evaluables en el corto plazo. Ahora lo sé, deben transcurrir más de 200 años para iniciar el recuento histórico de lo que significan los movimientos sociales que transforman al mundo.