Trampa de AMLO: su Propio Discurso

Yo Campesino

*Corrupción y Mafia en el Poder ¿sin Castigo?

Por Miguel A. Rocha Valencia

Cada vez que el presidente López Obrador acusa a alguien o “algo” (la mafia en el poder) de cualquier cosa, especialmente corrupción, se hunde en el problema de probar su dicho.

Todos los días, en todos los foros, saca a relucir su bandera de 18 años de campaña: la corrupción, que sólo en su palabra resulta santificada, purificada y se aplica únicamente a quienes no comulgan su credo o se atreven a cuestionar o disentir.

Corruptos, somos prácticamente todos. Es más, no obstante que la mayoría que votó, lo hizo por él, muchos, cual viles apóstatas, están desertando del pejismo y hoy son fifís, adversarios o traidores, de acuerdo a la definición del caudillo.

El punto está en que la retórica es la misma todos los días, pero no se prueba nada. Algunas son presunciones, otras percepciones, dichos, que no se concretan en una persona.

Se ponen en duda instituciones públicas y privadas; se acusa genéricamente. En el mejor de los casos se advierte que habrá consulta para enjuiciar a personajes de carne y hueso, pero sigue sin pasar nada, ni siquiera porque el pueblo esté cansado de “tanta pinche tranza”.

Se insiste en acusar con base en cifras de la Auditoría Superior de la Federación o de la Secretaría de la Función Pública. Se habla de miles de millones de pesos, de la “estafa maestra”, incluso de pasadas administraciones, pero no se menciona de dónde recibía López los apoyos para mantener “su lucha”, incluso de parte del innombrable a través del difunto Manuel Camacho Solís.

Es entonces cuando percibimos que el pacto de impunidad entre los verdaderos integrantes de la “mafia en el poder” tiene su origen en el hecho de que todos quienes nos gobiernan, del color que se trate, son lo mismo y sólo se reclaman indiscreciones o amagos que saben no llegarán hasta sus últimas consecuencias porque como bien dijo “el Peje”, no habría quien cerrara la puerta.

Y así nos tienen. El latrocinio sigue; la cuarta transformación más parece reversa en el tiempo; la vuelta a prácticas que creíamos idas, incluyendo el control vertical del gobierno y su información donde el poder no se compartía y el corporativismo era la divisa.

Por eso los viejos “charros”: Elba Esther, Napoleón Gómez Urrutia, la CROC y hasta el SME reivindicado por el caudillo.

Pero el discurso se desgasta. Llegamos a 100 días donde no se demostró nada, pero si se registró un gran retroceso, cayó la credibilidad de México en el exterior, se “perdieron” miles de millones de pesos, se puso nombre a un aeropuerto que aún no tiene proyecto y se realizaron consultas a modo para legitimar acciones de gobierno, incluyendo proyectos inviables. En lo social se dejó niños sin estancias y a miles de mujeres violentadas sin refugio.

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