Por Susana Vega López
Luego de la celebración de carnavales como el de Tlaxcala, en el marco de los 500 años del encuentro de dos culturas, donde por primera vez se otorgó la presea “Orgullo y Tradición” a los huehues integrantes de alguna de las 524 camadas que participaron con tradicionales vestimentas al ritmo de la música y el baile; o el de Xochimilco que no se festejaba desde hace 40 años; o el de Cozumel que celebró su edición número 145, es tiempo de pensar en otro tipo de vacaciones.
Y precisamente Cozumel -isla que presume ser la más visitada del país con la llegada de siete millones de turistas al año- forma parte de “La Travesía Sagrada Maya” donde se recuerda un homenaje que hacían de los antiguos mayas por el Mar Caribe al que se le consideraba fuente de alimentación y medio de transporte que señalaba la entrada al inframundo o Xibalbá (al igual que los cenotes) que constituían una transición al más allá.
Dicha travesía es un ritual sagrado que ancestralmente realizaban los mayas que implicaba remar en canoas desde el antiguo Puerto de Polet hacia Kuzamil para rendir culto a la diosa Ixchel. Ahora, los canoeros se embarcarán para remar hasta Chankanaab, en Cozumel para al día siguiente retomar sus canoas y regresar a Polet.
La Travesía Sagrada Maya recrea esta parte de la historia de la cultura maya en la región, a través de sus ritos, danzas y ceremonias, al tiempo que retoma las diferentes rutas de navegación de los antiguos peregrinos y comerciantes.
Kuzamil, ahora Cozumel, fue un destacado lugar de peregrinaje a donde llegaban comerciantes y viajeros para presentar tributo a Ixchel, diosa maya de la fertilidad, la luna y el tejido, entre otros atributos.
Se cuenta que en Kuzamil, sus residentes, a manera de una ofrenda prehispánica maya, celebraban un ritual metódico que iniciaba en el mercado o Kii’wik donde se realizaba el comercio de distintos productos que también eran utilizados para ser ofrecidos a una de las principales deidades de los mayas, la diosa Ixchel.
En Kuzamil habitaban los itzaes, tantunes o mactunes, también conocidos como “los de la puerta de la profecía” porque la representación de la diosa Ixchel, hecha en barro, tenía una puerta secreta atrás por donde el Chilam, o sacerdote, entraba para dictar el oráculo de la diosa. Los mayas itzaes fueron grandes sacerdotes y comerciantes que utilizaron los mares como ruta comercial.
Los días de mercado marcaban el momento preciso para que los canoeros del antiguo Puerto de Polé derivado de la raíz p’ol, que implica “mercadería” y “trato de mercaderes” se prepararan para embarcarse en la travesía a la isla de Cozumel y visitar el oráculo de la diosa.
Ixchel -que también fue conocida como Ixchebelyax, Ix Hunic e Ix Huinieta- se asocia con la fertilidad, la salud, la vegetación y el agua. Además, se le ha representado con distintas características que evocan a la luna y sus distintas fases: como joven, se asemeja a la luna llena; como anciana, se le reconoce como luna menguante; como muerta, representada con el ojo cerrado, se relaciona con la luna nueva.
Cabe mencionar que a Polé se le cita en el Chilam Balam de Chumayel como punto de partida de los itzaes o tantunes. El etnohistoriador y arqueólogo Eric Thompson, sorprendido por las rutas comerciales alcanzadas por los mayas, los bautizó como “los Fenicios del Nuevo Mundo”.
Polé -a la fecha conocido como Xcaret- fue también un puerto de abrigo en la red comercial del mundo maya, así como punto de embarque para el peregrinaje de los Mensajeros de la Luna al oráculo de la diosa Ixchel en Cozumel.
Un dato importante es que Xamanhá (hoy Playa del Carmen), durante la época prehispánica, también fue puerto de embarque para las peregrinaciones mayas durante más de mil años. Además, Playa del Carmen es considerada como el primer poblado a inicios del siglo XX, habitado por agricultores y pescadores.
