Por Jesús Michel Narváez
A nadie debe sorprender que un adversario -político o ideológico- acuse a diversas instancias de corrupción entre sus empleados. Altos, medios y bajos mandos, participarían en el señalamiento.
Es la lógica de la política. Levantar el flamígero dedo y apuntar hacia el enemigo. En las más de las veces, no pasa nada. Simplemente quien es el destinatario se cubre con la piel de elefante y no le penetra nada.
Pero que dentro la misma institución el dirigente decida bajar el pulgar y echar a los leones a sus compañeros de trabajo, sí es algo extraño, salvo que tenga instrucciones superiores, las cuales configurarían una invasión de poderes,
Lo digo porque el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea se lanzó en contra de la corrupción existente en el Poder Judicial de la Federación, compuesto por tres millares de togados con birrete y al afirmar que quien niegue el hecho miente, pone en tela de juicio la honorabilidad de ministros, magistrados y jueces federales.
No dudo, por supuesto, que en la paellera se encuentre un arroz negro y no por la tinta de pulpo. Generalizar siempre es riesgoso.
Se conoce de acciones cometidas por jueces, magistrados y hasta ministros -aunque no comprobadas ahí está el caso de Eduardo Medina Mora a quien se le obligó a renunciar a su cargo, se presume que a cambio de no pisar la cárcel- y las sanciones que aplicó el Consejo Federal de la Judicatura que, para eso, se pinta solo.
Grave que, conociendo los actos de corrupción en el Poder Judicial Federal, el ministro presidente de la Corte y al mismo tiempo presidente del Consejo, no haya tomado cartas en los asuntos correspondientes y haya dejado pasar las cosas. Porque no ha sido público que decenas o centenares de miembros del PJ hayan sido sancionados, despedidos e incluso encarcelados por sus acciones que se contrapusieron con la justicia.
Zaldívar ha estado en el huracán, no en el ojo por la calma es chicha, desde el momento en que mostró públicamente su inclinación por el actual gobierno; por no haber rechazado desde el principio la ampliación de su mandato -cosa que aún no hace, por cierto- y que se encuentra en análisis por el ministro José Fernando Franco González-Salas, quien deberá presentar el proyecto sobre la inconstitucionalidad o no del artículo transitorio 13º de la reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación. Y el huracán llevó a Zaldívar a caminar desde su área de confort hasta Palacio Nacional en cuando menos tres ocasiones y no para reunirse con el presidente de la República sino con el consejero jurídico.
En lo personal no me queda clara la intención del ministro presidente. No ayuda al Poder Judicial. Por el contrario, lo desacredita y concede la razón a quien busca imponer un estilo de gobierno “centralista en exceso” y con acciones metaconstitucionales.
¿Qué orilló al ministro presidente a exponer a su gremio?
La impresión que se tiene es que ya copió el esquema del Gobierno federal que, para tapar un hoyo, abre otro y lanza bolas de humo para cubrir lo que le irrita. Quizá Zaldívar está sumamente irritado porque el regalo concedido tendría que regresarlo.
¿Es así?
Los enemigos no duermen en la misma cama.
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