“Yo soy Sam”

Del Cine y las Leyes

La Capacidad de ser Padre

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Yo soy Sam” (“I am Sam”), película del 2001, dirigida por Jessie Nelson, protagonizada por Sean Penn (Sam Dawson), Michelle Pfeiffer (Rita Harrison), Dakota Fanning (Lucy Diamond Dawson), Dianne Wiest (Annie Cassell), Richard Schiff (Fiscal Turner) y Ken Jenkins (Juez Philip McNeil).

Sam Dawson trabaja en un Starbucks, le gustan The Beatles y ha sido recientemente padre, sin embargo no comparte la tarea de la paternidad con la madre de Lucy, pues ésta los ha abandonado al poco de nacer la niña, y ahora las autoridades consideran que la discapacidad intelectual de Sam no le permite ser un buen papá y llevan el caso ante la Corte.

La película narra las dificultades que afrontan las personas con discapacidad intelectual al momento de ser padres, así como la negación social e institucional sobre su derecho a la paternidad.

LOS PRIMEROS SIETE AÑOS

Lucy está a punto de cumplir siete años, y un compañerito de la escuela le pregunta si su papá está retrasado o si tiene algún problema, a lo que ella responde que sí.

La cinta muestra cómo una persona con discapacidad intelectual puede tener una vida bastante normalizada, aunque hay ciertos razonamientos que no puede llevar a cabo de forma común; y éste es el planteamiento inicial: ¿una persona con discapacidad intelectual está capacitada para la paternidad?

Lucy ha crecido bajo los cuidados de su padre y con el apoyo de cuatro amigos, que también presentan alguna discapacidad; con ellos Sam ha establecido relaciones caracterizadas por actividades rutinarias que no exigen mayor razonamiento intelectual; estos amigos han favorecido en Lucy la comprensión y empatía ante las personas con discapacidad, por lo que está familiarizada a convivir con personas que presentan discapacidad a la vez que su propia capacidad de razonamiento le permite diferenciar la “normalidad” de la sociedad y la del círculo cerrado en el que convive; pero el problema real se presenta fuera de ese círculo.

LA NEGACIÓN A LA PATERNIDAD.

Lucy ha cumplido los siete años y es muy inteligente, tanto que según las tradicionales escalas de “edad mental” aplicadas a personas con discapacidad, ya supera en intelecto a Sam; de hecho en la escuela se percatan de que la menor debe acceder a nuevos conocimientos mostrando resistencia intencional a aprender para no superar a su padre en conocimientos, y he aquí que surgen los conflictos con ese mundo externo a casa.

La trama se desarrolla en pleno siglo XXI, en un momento histórico y social donde las personas que presentan discapacidades físicas e intelectuales son más aceptadas dentro de la sociedad para desarrollar algunas actividades ocupacionales de forma independiente, tan es así que Sam se emplea en una cafetería y desempeña bien su trabajo, pero estas personas son consideradas como poco capaces de criar y educar a un niño, lo cual implica una negación a la paternidad.

La propia cinta muestra como la trabajadora social es poco flexible y se muestra normativa, es tan lineal que minimiza ‘amor y sentimiento’ considerándolos como un factor disociado del actuar profesional, limitándose a informar a las autoridades situaciones y comentarios textuales sin analizar el entorno, dando la percepción un riesgo grave para Lucy.

LA FUNCIÓN DEL ESTADO Y LA PATERNIDAD

Sam, como cualquier papá primerizo, no tiene idea de cómo actuar o comportarse con Lucy, por ello Annie, su vecina, le da las pautas adecuadas, para que la niña crezca sana y feliz.

Las funciones de cuidado de los hijos han sido tradicionalmente atribuidas a las mujeres, como si fuese connatural e innato al género femenino; y este aforismo es el pretexto perfecto para que la autoridad gubernamental estime innecesaria la ayuda en una cuestión que culturalmente se ha percibido como familiar y doméstica alejada de la esfera pública.

Y no obstante eso, cuando la trabajadora social estima que la incapacidad intelectual se Sam es un riesgo para Lucy, es dada en custodia provisional a una pareja, y se eleva una petición a la Corte para quitarle la custodia.

Una evidente paradoja: el sistema estatal ha estado ausente para apoyar a Sam, pero le cuestiona y censura su derecho a la paternidad; entonces ¿el problema es la falta de capacidad de la persona o la falta de apoyo institucional que ésta recibe?

HAY DE INCAPACIDADES A INCAPACIDADES.

El Fiscal Turner ante la Corte cuestiona la capacidad de paternidad de Sam, así que el Juez Philip McNeil lo cita a juicio, y la abogada Rita Harrison lo representará pro bono.

Las escenas del juicio demuestran la dificultad de defensa legal en los procesos del sistema estadounidense, la valoración recurrente de infantilización y agresividad al estimar a las partes como iguales, cuando es obvio que las personas que son juzgadas tienen una incapacidad intelectual que amerita un protocolo de trato diferente.

El estado le cuestiona a Sam su capacidad para ser padre, pero sí lo estima capaz para acudir a juicio y poderlo sancionar; la abogada Rita Harrison, al momento de que lo está preparando para que rinda su testimonio, le señala que debe manifestar que existen instituciones que auxilian al cuidado de los hijos, y que está dispuesto a contratar estos servicios.

Es claro que una persona con discapacidad que tiene poder adquisitivo como para subcontratar labores de cuidado, será menos refutada que quien carezca de esa posibilidad; además, la negación a la libertad reproductiva es inusual en casos de discapacidad sensorial y hay cierta flexibilidad en cuanto a los casos de limitaciones físicas; pero aquella persona con discapacidad intelectual y carente de recursos económicos está frita; ya ni hablar de procesos de adopción, lo cual reafirma que el discurso de negación se encuentra enraizado en la sociedad y en las autoridades.

A la discapacidad del protagonista, se añade el hecho de que en las familias monoparentales es más frecuente la maternidad en solitario que la paternidad; esto en gran medida propicia la negación a que las personas con discapacidad puedan reproducirse y criar a su descendencia, e incluso es común la práctica de esterilización forzada.

La película debate sobre la paternidad, la capacidad de las personas con discapacidad para criar y cuidar, los apoyos estatales y sociales que posibilitarían que estas situaciones fueran viables en lugar de suprimibles, y que la capacidad intelectual de una persona no tiene que ver con la capacidad de amar, pero ¿será ello suficiente para dejar de observar la supremacía de las normas legales y la obligatoriedad de su cumplimiento?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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