Por Susana Vega López (Segunda y última parte)
Caminar por sus pasillos es una experiencia cromática pues el colorido que dan las frutas, verduras, legumbres, tubérculos, camotes, semillas, piñatas, dulces mexicanos, yerbas, flores y más es maravilloso en este, uno de los primeros mercados que fueron modernizados en la década de los 50’ y que contaron con estacionamiento propio: el mercado de Jamaica.
Aunque no se tiene un número exacto sobre cuánta gente lo visita, son miles las personas que acuden a abastecer su despensa ya sea diariamente, a la semana, a la quincena o al mes, pues son productos perecederos los que se venden en este, uno de los mercados más populares de la Ciudad de México, enclavado en la alcaldía Venustiano Carranza, en avenida Morelos 53 y declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México en 2016.
Es un mosaico de colores, olores, sonidos, ruidos, por ahí música, por acá los locatarios que ofrecen sus mercancías, los gritos son frecuentes para atraer a los clientes, la competencia en precios es importante porque la diferencia de entre uno y otro puesto hace la diferencia.
Tiene fama de que ahí se vende barato, pero son aquellos que saben ofrecer sus productos los que tienen más ventaja. El trato, la actitud y los modales de los comerciantes son importantes para sus marchantes.
En Jamaica también se venden otros artículos y víveres: macetas, arreglos frutales, carne de pollo, res, cerdo, cremerías, jarcierías y hasta zapaterías, ropa y artículos en general, como el “pajarero” que, en una torre de jaulas, vende canarios, gorriones y hasta cenzontles o aquél que se para a la entrada del estacionamiento, del lado de avenida Morelos, que vende cacahuates salados, con ajo, con chile, garapiñados, así como habas, chapulines, pepitas; o aquel otro que vende nieves de sabores y paletas de hielo, más allá vasos de cristal, trapos de cocina, escobetas, cazuelas de barro, canastas de mimbre…
¡Bueno!, llegan a vender animales vivos como: iguanas, ardillas, tortugas, hurones, perros, gatos, alimento para estos últimos, así como para aves, además de juguetes, collares, cadenas, camas y casas para mascotas de diferentes tamaños.
En temporada “de Muertos”, la parte de afuera se llena de vendedores de todo tipo disfraces alusivos al Día de los Santos Difuntos y de objetos para realizar la ofrenda: dulces y chocolates en forma de calavera, incienso, braceritos, flores de cempasúchitl amarillo, naranja y rojo, figuras hechas de dulce de leche en forma de frutas, camote, plátanos fritos, y fritangas como pambazos, sopes, quesadillas y tacos de una gran variedad.
Y en cuanto a la época decembrina, aquello se vuelve una vendimia de piñatas de todos los tamaños y colores ya sean de cartón o de barro, así como de pinos, árboles de navidad así como diversos objetos navideños nacionales y extranjeros.
Cada 23 de septiembre, aniversario del mercado de Jamaica, los comerciantes regalan diversos artículos: bolsas para el mandado, enseres de cocina de plástico, palanganas, flores y hasta invitan un “taco” y bebidas varias. La fiesta no se hace esperar no sin antes realizar una misa para la Virgen de Guadalupe, “La Morenita”, para que les vaya bien, con el cura que preside una misa y los mariachis para cerrar la fiesta.
LO QUERÍAN DESAPARECER
Cuenta la historia que en la época prehispánica lo que ahora es el Mercado de Jamaica era un canal al que, incluso, llegaban chinampas (una forma de agricultura que consiste en islas artificiales para sembrar). Había una especie de estación o puerto de servicio que cobraba una módica cuota para que canoas y trajineras siguieran su camino a otros mercados. Como algunos no podían pagar, se comenzaron a estacionar en las orillas para vender sus productos.
Con el tiempo el lago y las chinampas se fueron secando, así como los ríos Viaducto Piedad y el Canal de la Viga; sin embargo, el área continuó siendo importante para el comercio. La zona, ya seca, se rellenó. Era la época del presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien impulsó la construcción y modernización de mercados como el de Sonora y el de Jamaica que se inauguró en 1957.
Con el sismo de 1985, se cayó y todos los locatarios se quedaron sin su modus vivendi. Entonces el gobierno les ofreció reubicarlos cerca de la Central de Abastos, en Canal de Río Churubusco y Canal de Apatlaco, hoy alcaldía Iztapalapa, en lo que llamarían Jamaiquita.
Algunos comerciantes aceptaron y se reubicaron pero la mayoría no se resignó a perder su lugar y se manifestaron en diversas ocasiones ante la entonces regencia de la ciudad.
En esa ocasión hasta regalaron sus mercancías en son de protesta para manifestar su desacuerdo en desaparecer Jamaica. La lucha se ganó y por eso es que ahora se llama “Jamaica Siempre Vive”, recordó el gestor de la Asociación Jamaica Siempre Vivirá, A.C., José Luis González, durante una entrevista para Misión Política.
Apenas, en febrero pasado, una pipa de gas se incendió frente al mercado de Jamaica y se corrió, nuevamente, el rumor de que serían reubicado, noticia que se calificó de falsa.
Área importante es la de las flores que son un motivo de alegría, donde el estado de ánimo se enaltece, aflora el romanticismo, la pasión. La ternura y el querer, pero en ocasiones, también remite al dolor cuando se compra un arreglo para algún difunto.
En cuanto al número de locales, son mil 350, de los cuales 50 son de comida, informó José Luis González y agregó que “en estos 50 comercios la gente puede pararse a comer. Un giro que comenzó a crecer porque deja más dinero; es más la ganancia, por lo que se ha cuidado esa situación; siguen queriendo abrir más de estos giros pero ya se tiene más cuidado para que no se vaya a saturar pues, además, tenemos un mercado de comida al lado, más el mercado de zona. Tristemente todo se volvió comida”, indicó.
Al referirse al tema de la basura –que es mucha la que diariamente se genera- dijo que no les compete porque es la propia alcaldía la que se encarga de sacar las toneladas que salen al día porque allí se tira la basura de los tres mercados: el de comida, el de flores, frutas y verduras, y el mercado de zona.
A la fecha, éste y otros mercados son considerados una experiencia cultural urbana para el turismo por lo que la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México lo incluye en su Catálogo de Experiencias de Turismo de Barrio, que tiene como objetivo promover el desarrollo económico, social y cultural a través del fomento turístico en zonas que poseen potencial y que se localizan fuera de las tradicionalmente visitadas para vivir algo fuera de lo tradicional.
¡A turistear por el mercado de Jamaica!