Las Epidemias Mexicanas

Historia de las epidemias
en México,
José N. Iturriaga.
CdMx, Ed. Grijalbo,
  1. 232 páginas
No lloro por que hayas muerto. / Lloro por cómo moriste. / Porque pienso en el maíz tierno de tu raza / y en los hilos secretos de tu bondad. / Tú, pulcra y blanca, / manta de algodón secada al sol. / En el centro una pequeña mancha, / rezo y menstruación. / Te veo cubierta de pústulas, / olor a acequia muerta, / y en la sangre escupida / escucho tu final estertor. / Lloro impotente, como niña María Thalía / y murmuro entre dientes: “no te lo merecías”.
Anónimo, 1546.

Por David Marklimo

Dados los días desgraciados que nos ha tocado vivir, se nos olvida que el Covid-19 no es ni remotamente la más grave epidemia ni una de las peores que haya sufrido la Humanidad o nuestro país. Los números lo dicen claro: mientras que la ‘peste negra’ del siglo XIV que asoló Europa dejó 85 millones de muertos (cuando el mundo tenía mucho menos habitantes que hoy y menos capacidad de registro). La estimación es que murió el 10% de la población del mundo conocido, mientras el Covid-19 promedia un muerto por cada 5 mil personas; es decir, 500 veces menos que aquella epidemia. Se vuelve, así, necesario rescatar el conocimiento científico e histórico de aquellas experiencias.

Por eso es importante el libro del Dr. José Iturriaga, quien nos ofrece Historia de las epidemias en México, una obra -tal como describe la Dra. María Cristina Rosas- oportuna por el momento pero que debe ser valorada desde la premisa de que “quien no conoce la historia está condenado a repetirla.” El Dr. Iturriaga se percató de que no había una investigación compendiosa desde la época prehispánica hasta el Covid, ni que estuviera en lenguaje accesible para todo público; todas las publicaciones son muy especializadas y aquí se presenta es una investigación apta para todo público.

El recorrido de Iturriaga comienza con una pregunta que pone a prueba lo que muchos damos por sentado: ¿la historia de la medicina es lo que es o es, más bien, la historia de la enfermedad? ¿Cuál es la diferencia entre apostar por estudiar lo que nos enferma que lo que nos da salud? Es una cuestión conceptual, claramente, pero de suma importancia para las políticas públicas.

Empezamos por el México prehispánico, donde hubo numerosas hambrunas y epidemias: la temida cocoliztli. A pesar de que el sistema de salud mesoamericano, según algunos cronistas, era muy eficiente, hubo enfermedades que causaron gran afectación en la población; por ejemplo, Alva Ixtlilxóchitl, menciona que, en 1450, gran parte de la población, en su mayoría ancianos, falleció debido a un “catarro pestilencial”, lo que hoy podría identificarse con algún tipo de influenza similar a la Covid19. Aunque los médicos o titici contaban con espacios destinados para la atención del paciente, con la aparición de las epidemias, fue necesaria la creación de instituciones parecidas a los hospitales, que captaran una mayor cantidad de enfermos. Y aquí el debate, muy actual, sobre la capacidad hospitalaria. ¿A cuántos enfermos podemos atender? ¿A cuántas personas podemos salvar?

El primer hospital del país, tal y como los conocemos hoy, fue ya fundado en la Nueva España, el hospital de Jesús, tres años después de la caída de Tenochtitlán, para atender, en primera instancia a soldados españoles, y poco después, también a la población indígena. Para finales del siglo XVI, Nueva España contaba aproximadamente con 129 hospitales, entre ellos se contaba con el Real Hospital San José de los Naturales, exclusivo de indígenas; el de San Juan de Letrán, de mujeres; el de San Lázaro, para leprosos y el hospital de los Desamparados, para negros y mulatos.

Es interesante notar que muchos de los acontecimientos de la Historia Nacional vinieron acompañados por la convivencia de epidemias y fenómenos bélicos -la de independencia, la de reforma, la intervención francesa, la revolución-. La llamada gripe española, que confluyó con la Revolución en 1918, mató en México medio millón de personas, casi cinco veces más de las que han muerto hasta ahora. Terrible. En ese sentido, las epidemias del siglo XX (el sarampión, el cólera y las enfermedades zoonóticas como la A H1N1 y el Covid-19) son una excepción a esta relación entre enfermedad y conflicto bélico. Aunque también es cierto que, siguiendo la hipótesis original, tanto la influenza como la Covid tienen lugar cuando el país es un baño de sangre por la violencia del crimen organizado. No escapa a la atención del autor que en este tipo de fenómenos históricos masivos hay una tendencia a politizar: “en cualquier parte del mundo las medidas sanitarias entre más rigurosas y obligatorias son más efectivas, pero también despiertan más la ira popular y se pierde la objetividad; así, los opositores a un gobierno en cualquier parte del mundo usan la epidemia para tener una herramienta más de ataque contra las autoridades”.

Un texto valioso, con fuentes que apoyan la investigación y un cuadro al final de la obra que resume lo que han sido las epidemias en México. De su análisis se la necesidad de valorar qué pasó, cómo pasó y por qué. Sólo, así, la Historia permitirá abonar experiencias y conocimientos al México sano y próspero que todos deseamos.

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