*Por la Pandemia, Hasta 45 Incineraciones al día
*Son 20 los Entierros en las Denominadas Perpetuidades
*La Historia de un Sueño Hecho Realidad: de los Benfield
*El Primer Huésped: el general Domingo Gayosso
*La Rotonda de los Hombres Ilustres y una Guitarra en el Regazo
Por Susana Vega López
Se encuentra entre la segunda y tercera sección del Bosque de Chapultepec de la Ciudad de México; es considerado el más grande y antiguo de América Latina; cuenta con una extensión de 240 hectáreas, con lotes exclusivos como el de Los Constituyentes, las Águilas Caídas del Escuadrón 201, actores de la ANDA, maestros jubilados del SNTE, la sociedad de alumnos del Colegio Militar, sindicato de Panaderos y comunidades como la italiana y la alemana: el Panteón Civil de Dolores.
Caminar por este lugar lleva a la reflexión, a la calma, a la tranquilidad, a la incertidumbre, sabedores que algún día llegaremos a un sitio similar. Allí están más de 700 mil tumbas que guardan los restos de personas que perdieron la vida de diferentes maneras -aunque se han enterrado millones de personas- y en estos tiempos llegan muchas víctimas del temido Covid-19 para ser incineradas.
Desde 1876 cuenta con la Rotonda de los Hombres -Personas- (por aquello de la igualdad de género) Ilustres y era motivo de visita por algunos turistas curiosos que gustan del llamado “turismo negro” pues por ahora la entrada está controlada por la pandemia que azota a la humanidad. Sólo se permite el ingreso de 10 personas por cortejo fúnebre.
Hoy por hoy los trabajadores del panteón no tienen descanso ya que el ir y venir de deudos que requieren un servicio de cremación (en promedio se cuentan hasta 45 incineraciones al día) y 20 entierros en las perpetuidades, señaló Esteban, enterrador desde hace más de 25 años de este panteón.
Cuenta la historia que en 1835 llegaron al puerto de Veracruz el inglés William Benfield y su esposa Elizabeth, quien padecía tuberculosis, una enfermedad mortal. Tenían la esperanza de que el clima y altura de la Ciudad de México la aliviara por lo que se trasladaron de inmediato. Y así fue, vivió hasta los 90 años de edad. Sin embargo, su hija Mary Ann contrajo el cólera en Veracruz y falleció.
Por ser anglicanos, el cuerpo de su hija no podía ser enterrado en ningún camposanto por lo que William se propuso construir un cementerio donde cualquier persona pudiera darle sepultura a sus muertos sin importar credo o religión.
Su hijo Juan Manuel Benfield, nacido en México, hizo realidad el sueño de su padre; en 1874 obtuvo licencia para establecer un panteón en las Lomas de Tacubaya, en un terreno llamado La Tabla de Dolores. Se dice que empezó a funcionar en 1875 cuando recibió a su primer huésped: el general Domingo Gayosso.
Durante el gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876) se adquiere un lote para crear la Rotonda de los Hombres Ilustres, con capacidad para 145 tumbas de las cuales 111 se encuentran ocupadas.
El Panteón fue vendido en 1880 según consta en la Notaría 124, cuando Benfield Brecker y Compañía lo vende al ayuntamiento de la ciudad, por lo que se decidió llamarlo así, Panteón de Dolores, que dos años más tarde fue abierto al público.
Algunos aseguran que el nombre del panteón se debe a Dolores Mugarrieta de Gayosso, suegra del fundador Juan Manuel Benfield, que se había casado con Concepción Gayosso, hermana de Eusebio quien acababa de fundar la primera empresa funeraria, tras haber padecido los avatares para enterrar a su madre.
Cabe señalar que en la Rotonda de los Hombres Ilustres sólo se encuentran las lápidas de seis mujeres: Dolores del Río (Dolores Asúnsolo López Negrete), Rosario Castellanos, Virginia Fábregas, Emma Godoy, María Lavalle y Ángela Peralta, además de los restos de ocho Presidentes de México (Valentín Gómez Farías y el propio Sebastián Lerdo de Tejada, por citar dos y un vicepresidente (José María Pino Suárez).
También en la Rotonda se leen los nombres de tres muralistas: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco; del cardiólogo y rector de la UNAM, Ignacio Chávez y del arquitecto: Juan O’Gorman, el único en su profesión.
Así mismo, yacen los restos de músicos como Julián Carrillo, Carlos Chávez, Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas, Juventino Rosas, Felipe Villanueva y Agustín Lara; del poeta Amado Nervo, además de las tumbas de dos extranjeros españoles: Jaime Nunó Roca, quien musicalizó la letra de Francisco González Bocanegra para crear nuestro Himno Nacional; y Pablo “El Loco” Sidar, piloto aviador que decía haber nacido en Ramos Arizpe, Coahuila.
Muchas de las sepulturas realizadas con diversos materiales (tierra, cemento, tabiques y hasta el mármol) lucen abandonadas, descuidadas, olvidadas. Tienen diferentes diseños y estilos, desde las más precarias hasta verdaderos monumentos.
Otras, se nota, tienen mantenimiento y flores recién puestas. Don Esteban, el sepulturero, señala que desde 1974 se terminaron de vender las perpetuidades y sólo hay fosas de temporalidad mínima.
En el Panteón Dolores también se han realizado varias escenas de películas como la del final de “Nosotros los Pobres”, con Pedro Infante y “Chachita” quien dice: “ahora ya tengo una tumba en donde llorar” y reitera que “aquí todos tenemos un lugar para llorar”.
Y sí. Allí también se encuentran los restos de mis bisabuelos, abuelos, tíos y ahora mi padre Juan Vega Reyes quien murió el pasado 28 de diciembre a los 83 años de edad, como los justos: en paz, en calma, en su casa, en su cama, al lado de mi madre, su compañera de vida -cumplieron 63 años de casados el pasado mes de agosto-. Un padre ejemplar, amoroso, trabajador, responsable, comprometido no sólo con su familia sino con sus amigos y sociedad en general. Te llevaré siempre en mi corazón querido padre y te recordaré con tu guitarra en el regazo.