Estado, Empresarios y Trabajadores

*Hay Países Cuyo Empresariado es más o Menos Protegido

*Ellos Siguen Innovando, Emprenden y Crean Empleos

*También Aceptan la Regulación del Estado

*Las Izquierdas de hoy no se Extralimitan y los Asfixian

Por Ezequiel Gaytán

El desarrollo del capitalismo tiene tres fuentes fundamentales. El bancario que se refiere a la usura mediante la cual yo invierto mis ahorros en una institución bancaria y me ofrece que en un tiempo determinado tendré más dinero que si lo tuviese bajo el colchón, pues el banco le prestará mi dinero a alguien necesitado y a cambio se compromete a devolverme mi dinero más una determinada cantidad llamada interés. Así el banco gana y yo también. Tal vez aquella persona que solicitó el préstamo también logre su propósito, pues ese dinero lo utilizó a fin de emprender un negocio. La segunda fuente es el capitalismo industrial que consiste en crear una máquina, producir mercancías más rápido y en mayor cantidad y venderlas a un precio superior al costo de producción y ese dinero se reinvierte a fin de seguir produciendo. Finalmente, la tercera fuente es el capitalismo comercial que le compra las mercancías al industrial, las vende a un precio mayor y así obtiene recursos financieros que le permite reanudar el ciclo económico.

Karl Marx criticó, sobre todo, al capitalismo industrial, pues a su decir el dueño de los medios de producción explotaba y no le pagaba lo justo al trabajador. De ahí que la clase obrera se organizó en sindicatos y logró con el devenir del tiempo mejores salarios y la seguridad social institucional que lo protege contra los riesgos de trabajo y le otorga seguro médico y de maternidad, de jubilación, de viudez y de orfandad. Además, logró prestaciones sociales y económicas, así como las facilidades necesarias para la adquisición de vivienda.

No obstante lo anterior, hubo naciones que se inclinaron por colectivizar los medios de producción y así evitar que la plusvalía quedara en manos del propietario. Su idea era que las ganancias fuesen a las arcas del Estado y desde ahí distribuir con justicia la riqueza y brindar oportunidades de bienestar a toda la sociedad. Sin embargo, la burocratización del aparto socialista acabó por asfixiar la producción.

Hubo otras naciones que procuraron el acuerdo político entre patrones y trabajadores y fue un gran triunfo para sendas partes y, por supuesto, para el árbitro de la contienda: El Estado. Consecuentemente los empresarios siguen innovando, emprenden, crean fuentes de trabajo y aceptan la regulación del Estado, pues pagan impuestos y obtienen plusvalía que es esencial en la vida del capital.

Los empresarios de todo el mundo requieren del permiso del Estado para emprender sus proyectos. En algunos casos existen naciones sobrereguladas y en otros se otorgan facilidades. También hay países cuyo empresariado es más o menos protegido. Es un diagnóstico cambiante y así debe ser pues el Estado es responsable de la política fiscal, fija normas ambientales, de riesgos del trabajo, sanitarias y de seguridad entre otras políticas con el propósito de que todos ganen.

A decir de algunas fracciones de las izquierdas la lucha de clases es entre el proletariado y la burguesía. Sostienen que el Estado está de parte de la burguesía y que sólo la violencia cambiará tal situación. Pero existen otros grupos de izquierda que argumentan que no es necesariamente el caso. Más aún, las izquierdas modernas le reconocen al Estado su calidad de árbitro favorecedor de la invitación   a las partes en conflicto a llegar a acuerdos políticos de ganar-ganar. Las izquierdas modernas en la democracia, cuando gobiernan, tienden a favorecer mediante leyes a la clase trabajadora, pero no se extralimitan ni asfixian a los empresarios. Cuando las derechas tienen el poder favorecen el empresariado disminuyendo impuestos al capital, pero no desasean su relación con los sindicatos y la clase trabajadora.

Un Estado moderno es aquel que permite que los ciudadanos tengan la oportunidad de elegir lógica y racionalmente su proyecto de vida. Desafortunadamente en México eso no se ha logrado debido a las desigualdades sociales.

Ahora que nos gobierna una de las izquierdas, sabe que la búsqueda del desarrollo tiene sentido si lo que se desea es la igualdad de oportunidades y la movilidad social. En caso contrario, léase mantener el estatus con políticas asistenciales y un discurso estigmatizador en contra del emprendedor, difícilmente alcanzará la visión integral del desarrollo pues estará embridando el crecimiento de las fuerzas productivas y la necesaria generación de riqueza para su consecuente distribución.

Me convence la idea de que los Estados modernos oscilen sus políticas impositivas gravando durante un tiempo los impuestos al trabajo y durante otro tiempo al capital. No se trata de cargarle los dados todo el tiempo a una parte o a la otra, sino de mediar con acuerdos políticos y facilitar oportunidades educativas, alimentarias y laborales a la sociedad en general. La izquierda moderna es proclive a la clase trabajadora y a los desamparados y de allí que logre empatías. Pero dicha proclividad es para que se impulse racionalmente la productividad, se defiendan los legítimos intereses de la clase trabajadora a fin de que crezca y pueda tener la oportunidad de elegir. La triqueta Estado, trabajadores y empresarios en un país como el nuestro es la fórmula concurrente y responsable de crecer. Que quede claro, las tres partes son indispensables y se necesitan.

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