Los Andamiajes Utilizados por Duarte Jáquez en las Entrevistas

Frontera Norte Ciudad Juárez

*El Hombre que Pisoteaba y Derrumbaba Imperios

*Soberbio, al Decir: “No Quiero ser Presidente”

*Aquel día Cuando su Figura era Radiante, Sonriente

*Y Delincuentes Retuvieron a su Equipo de Seguridad

*Recorrido por el Despacho de los Gobernadores

Por Rafael Navarro Barrón

Nunca pude entender la mirada fría, la risa sarcástica, soberbia, llena de confianza del ex gobernador César Duarte Jáquez; pisoteaba, derrumbaba imperios, creaba sus propios andamiajes arriba de los existentes.

Tenía a su disposición a los empresarios más encumbrados, todo adquirido con el reparto de canonjías, de cámaras empresariales que se han convertido en meretrices sin pudor y sin dueño.

En septiembre del 2013, tras una entrevista realizada por directores de la Organización Editorial Mexicana de Chihuahua, se decidió no emitir ninguna nota alterna a la entrevista.

Ese día, el soberbio gobernador, había despachado la entrevista desde el sillón café -de espalda alta- donde se alzaba la figura política de Duarte, ese día metido en un saco azul a cuadros.

Parecía radiante cuando hablaba de la sucesión presidencial. “No quiero ser presidente”, dijo en aquella ocasión sin convencer a nadie. ¿Qué lo den por muerto? “Sí, que me den por muerto”, responde a la pregunta directa.

¿No son riesgosas (para el futuro) esas declaraciones?, se insiste. Se emociona. La cepa política del hombre nacido en Parral, pero con raíces ballezanas, está presente en la oficina desde donde gobierna…

“Y después quién me saca de las patas de los caballos”, refiere entre risas.

Lo rodean siete periodistas que juegan con la especulación, muy válida en el periodismo político, pero no en la oficina central de gobierno, en el corazón político de Chihuahua, el rincón donde gobierna César Duarte que, ahora, se defiende a capa y espada.

Los periodistas insisten, se centran en el futuro político del mandatario estatal César Duarte Jáquez que, dicho sea de paso, no aspira a sillas mecedoras (como lo expresó en una ocasión, sin cumplirlo, el ex gobernador Patricio Martínez) ni aceptaría, jamás, un premio de consolación o “lavar los carros” (de palacio, imaginamos todos), como lo expresara el ex alcalde de Ciudad Juárez, Teto Murguía.

“Después de los tres años que le restan a su administración, ¿qué?”, se atiza la hoguera en uno de tantos intentos por hacer hablar al político. No cede. Mira de un lado a otro, como espectador de un juego de pin pon. Ríe y le aflora un tic en la pierna derecha como si le temblara, pero es una reacción muy estudiada que hace juego con sus zapatos negros, impecables.

“Aspiro a ser un buen gobernador…”, señala Duarte y asegura que un buen gobierno teje buenos destinos, pero no oculta una realidad muy de nuestro México: “el poder político está en el centro (del país)”.

En una extensa entrevista habla de los cambios en su gabinete.

-Pero eso mismo ha declarado en cinco ocasiones y no pasa nada, surge la acotación.

Respira profundo y, en forma emergente, rebate: “he movido a 10 funcionarios”.

Se desliga de la frase que refiere el descabezadero de los funcionarios en cargos públicos. “La frase de que andamos a la caza de los chanates no es mía”.

¿No lo es?, se la adjudican a usted…

“No, no es mía, pero no me desagrada”, dice el gobernante quien acusa a los periodistas de generar un clima de incertidumbre en los funcionarios agazapados que “no me siguen el paso”.

¿Cuáles columnas se ajustan a la realidad de los cambios en su gabinete?

El gobernador me recomienda escribir “una (columna) y yo le hablo y le digo si es correcta o no”.

¿Le renunció el Fiscal?

No, no me ha renunciado.

¿Y la versión? No la conozco.

Se insiste: ¿Teto (Murguía) y el alcalde de Chihuahua tienen trabajo después del 10 de octubre?

Un mutis deambula en la enorme oficina en cuyas paredes cuelgan las pinturas de Carlos Pacheco y Francisco Villa. El Centauro parece artista de Hollywood; el general Pacheco un descendiente de Maximiliano… y el gobernador Duarte guarda silencio, un opaco silencio. Y las risotadas se hacen presentes cuando se insiste sobre Teto Murguía, al recordar que él ha pedido que “lo pongan a lavar carros”. ¿Estará en su gabinete? Los ojos de Duarte se vuelven picarescos. El tic de la pierna regresa. Y mira al cielo de su oficina.

“Es chunga ¿o qué?”, pregunta. Y la entrevista se desvía entre la chunga y la realidad.

De pronto, ignoramos si es ficción que el representante de Juárez en el gabinete, Álvaro Navarro se ausenta días sin avisar al primer mandatario; o si en la Tarahumara no se hace bien el trabajo… ¿es chunga que se va el secretario de gobierno?

La única respuesta es el tiempo. “Esperen”, recomienda el gobernador que dice no ha padecido –aún- el síndrome mesiánico que, aseguran, llega a la mitad de los sexenios.

A las 12:00 en punto, erguido, como marchando, la primera autoridad del Estado, César Duarte ingresa a la oficina central de palacio. Viste un traje azul gris, a cuadros, el infaltable estilo europeo que merodea a la clase política del país, herencia del mandatario Peña Nieto.

La corbata es verde olivo y se asocia con el color oficial del logotipo del Colegio de Bachilleres. Todavía con la euforia que vivió hace apenas unos momentos, inicia la plática al narrar el evento inicial de los festejos relacionados con los 40 años de vida del sistema Colegio de Bachilleres.

Su figura es radiante, sonriente, es la que hemos visto en el escenario político nacional y local en los últimos 12 años. Acepta que vive, transpira la política.

Mira a lo lejos, a nadie o quizá a la pequeña imagen de Zapata montado a caballo.

¿Lo han amenazado de muerte? Sí, veladamente. Llamadas. Insinuaciones. Nada más.

Y, por primera vez, da detalles de lo que ocurrió en Nuevo Casas Grandes, cuando andaba en campaña. “Mi equipo de seguridad fue retenido por los delincuentes… un empresario y un amigo me sacaron del lugar a minutos de que llegara un grupo armado al sitio donde yo me encontraba, prácticamente me dejaron sin seguridad”.

¿Lo iban a matar?

“No sé con exactitud lo que pudo haber pasado”.

Unos minutos antes el equipo de directores y reporteros de la Organización Editorial Mexicana recordaban a los controvertidos gobernantes de las últimas décadas. Sin el gobernador aún en la oficina, las anécdotas eran abundantes.

El despacho de los gobernadores chihuahuenses no ha cambiado mucho; los estilos sí: Manuel Bernardo Aguirre atendía a la barandilla en los pasillos de palacio; Francisco Barrio tenía poca afición por la oficina y solía atender los asuntos en los afamados restaurantes de Chihuahua; Patricio Martínez era dueño de largas disertaciones y concluía las reuniones tomándose fotografías con sus invitados al lado de las estatuillas y cuadros que abundaban en su oficina.

Luego vino el periodo de Reyes Baeza que intentó, sin éxito, mantener una imagen ejecutiva… lo mejor del deliciense eran sus banquetes, sus chefs que se deleitaban a los comensales del almuerzo a la cena.

Ahora, el espacio es de César Duarte que expresa su afición por los héroes revolucionarios, fundamentalmente por Francisco Villa quien se erige como el ‘santo’ que predomina en los nichos de la oficina gubernamental.

En un rincón, una foto con Berthita, su esposa. Y en referencia, es el primer gobernador que incluye a su esposa como una funcionaria con responsabilidad ejecutiva. En lo marital ha trabajado de la mano de la primera dama. Y reconoce que existe una razón familiar que favorece esa buena relación laboral: sus tres hijos ya son profesionistas y realizan su vida en forma independiente. Ahora ella me atiende a mí.

La entrevista sigue. El staff nos recibió con unos panecillos hechos en la cocina de palacio; más tarde llegaron los sándwiches de jamón de pavo y al centro siempre estuvo un frutero que confundió a los agudos reporteros que insistían que era una canasta de ornato, pero la confusión acabó cuando el gobernador llevó a su boca unas cerezas que naufragan en la superficie de la canasta frutal.

¿Y la sucesión en Chihuahua? ¿cuáles son las reglas que van a predominar?

“No me los maree desde ahorita”, dice el gobernante que degusta un refresco de manzana.

En ese escenario elogia a uno de los reporteros tras lanzar el cuestionamiento: “qué buena pregunta”, dice el parralense.

El gobernador habla del resultado electoral, del mensaje que le dejan las elecciones del pasado 7 de julio. Enfático, rechaza que el abstencionismo reste luz a lo ocurrido. Defiende el punto utilizando las estadísticas, las propias, imaginamos.

Y dice que por primera vez se tendrá la representación en el Congreso de siete partidos políticos. Y aunque se rebate la legitimidad, Duarte defiende el aspecto de legalidad.

¿Sabe quién hizo esa ley?, ahora es el gobernador el que pregunta.

“Los panistas”, se le responde. Insiste: ¿sabe quién la hizo? “(El senador) Javier Corral”, responde él mismo.

Ha concluido el tiempo cedido. En unos minutos el gobernador irá camino a Ciudad Juárez, al funeral de la esposa del diputado electo Jorque Quintana.

Estará una hora en Juárez y luego de regreso a Chihuahua. El martes de nuevo al avión para ir a la reunión de la Conago, en Mazatlán.

Su coordinador de Comunicación Social, Juan Ramón Flores, presente en la entrevista, apologiza sobre las horas en que se viaja en el avión gubernamental.

“A veces llevando solo unos burritos del Pam-Pam”, la especialidad del Pirrín, refiere el funcionario.

Por eso el gobernador se indigna con los funcionarios flojos, que mediocratizan la función pública, que no le siguen el paso… que requieren de columnazos para ponerse a trabajar y que se activan cuando algún analista político refiere que el gobernador está por correr a los flojos e ineptos.

Y la promesa allí está, en el aire. ¿Los va a correr? Sí, algunos se van. ¿Nos puede decir los nombres de los que sí le siguen el paso?

(Eduardo) Esperón empezó bien. ¿Empezó? Un silencio da por concluido el tema. El gobernador simula un zipper en sus labios.

Cuando las grabadoras se apagan, Duarte se seca el sudor y con picardía expresa: “están cabrones, me hicieron sudar”.

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