O Esto es el Colmo
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“Estocolmo” (“Stockholm”), también conocida como “El Captor”, es una película canadiense, dirigida por Robert Budreau; protagonizada por Ethan Hawke (Kaj Hansson/Lars Nystrom), Noomi Rapace (Bianca Lind), Mark Strong (Gunnar Sorensson), Christopher Heyerdahl (Jefe Mattsson), Bea Santos (Klara Mardh) y Mark Rendall (Elov Eriksson); se estrenó en el Tribeca Film Festival de 2018.
Lars Nystrom bajo el alias de Kaj Hansson decide robar el Kreditbank de Estocolmo, y tomar algunos rehenes para negociar la liberación del asaltabancos Gunnar Sorensson, pero no tiene un plan definido, el cual irá ideando según las circunstancias.
La película se basa libremente en la historia real del atraco bancario de 1973 y la crisis de rehenes en la capital sueca; evento del cual se acuñó el término “Síndrome de Estocolmo”.
ABSURDO, PERO REAL
Kaj Hansson se tiñe el bigote y se coloca una peluca para no ser reconocido al momento de asaltar el banco, así que enfundado en un pantalón de cuero negro y chamarra de piel con la bandera de Texas en su espalda y un sombrero acude en taxi al lugar del atraco.
La advertencia inicial de la cinta es que se trata de un evento absurdo, pero real, y sobre advertencia no hay engaño, pues el 23 de agosto de 1973, en la capital sueca, se dio el evento que inspira la película; Jan-Erik “Janne” Olsson intentó asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo, Suecia; tras verse acorralado tomó de rehenes a cuatro empleados del banco, tres mujeres y un hombre; entre sus exigencias estaba que le trajeran a Clark Olofsson, un criminal que cumplía una condena.
En la cinta, el protagonista deliberadamente deja salir a los cuentahabientes que se encontraban en el banco, tan sólo retiene a dos empleadas, Bianca por haber activado la alarma, y Klara por miedosa; al jefe de la policía, capitán Mattsson, le exige la liberación de Gunnar Sorensson, que es otro asaltabancos.
SIN TON NI SON
La primera petición de Kaj Hansson es satisfecha, pues es liberado Gunnar Sorensson y presentado en el banco, quien de entrada no sabe porque han pedido su liberación, pero en forma inmediata descubre que Kaj en realidad es su viejo amigo Lars Nystrom.
El protagonista utiliza un alias para no ser descubierto, sin embargo, no fue lo mejor planeado, pues la propia Bianca Lind, empleada del banco y ahora rehén, ya lo ha reconocido; inclusive, al dar la información sobre el aparente nombre del asaltante, el verdadero Kaj Hansson reclama a la policía sobre la difamación de que es objeto.
Gunnar le pregunta a Lars cuál es el plan y éste contesta que lo está pensando, lo que denota la improvisación, no obstante que ya antes había participado en otros asaltos bancarios.
Cuando Bianca advierte que en realidad es Lars Nystrom se siente más tranquila, pues sabe que su detención en el atraco anterior, fue debido a que brindo auxilio a un anciano que estaba enfermo del corazón; lo que denota que no es mala gente, algo disparatado e inestable, pero una buena persona que disfruta de las canciones de Bob Dylan.
PETICIONES NEGADAS
Además de la liberación de Gunnar, Lars pide que le den un millón de dólares en billetes no marcados, un Mustang 302, tal como el que conducía Steve McQueen, en la película Bullit, y que los dejaran salir con los rehenes; el jefe Mattsson le informa que no será sencillo acceder a todas esas peticiones, pues el primer ministro, Olof Palme, no autoriza que se lleven a los rehenes.
Es claro que los asaltantes al ver frustrado su plan inicial, buscan salir bien librados de la situación, por ello quieren usar a los rehenes como escudos humanos, y lograr huir, pero ante la negativa de las autoridades, deben mostrar más firmeza sobre quien tiene el dominio del entorno y quien debe ceder; así que, si las autoridades no acceden a sus peticiones, matarán a los rehenes.
Gunnar comenta que, si matan a uno de los rehenes, los dejarán salir sin problema alguno, por lo que la sacrificada será Bianca.
EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO
Bianca y Klara advierten que ni Lars ni Gunnar les harán daño, por lo que se prestan a brindarles ayuda para que puedan salir del banco junto con ellas, y al jefe de policía le exigen que las deje con los asaltantes, pues de lo contrario su vida peligra; obvio, lo menos que desea el jefe Mattsson es que haya rehenes muertos.
En el suceso de agosto de 1973, a pesar de las amenazas contra su vida, incluso cuando fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos, los rehenes terminaron protegiendo al raptor para evitar que fueran atacados por la Policía de Estocolmo.
Durante su cautiverio, una de las rehenes afirmó: “No me asusta Clark ni su compañero; me asusta la policía”; tras su liberación, Kristin Enmark, otra de las rehenes, declaró: “Confío plenamente en él, viajaría por todo el mundo con él”.
El psiquiatra Nils Bejerot, asesor de la policía sueca durante el asalto, acuñó el término de “Síndrome de Estocolmo” para referirse a la reacción de los rehenes ante su cautiverio, que se refiere al trastorno psicológico temporal en el cual la víctima empatice con la conducta del secuestrador, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada, pues se identifica con sus ideas, e incluso apoya la causa del secuestro.
La causa objetiva que desencadena el Síndrome de Estocolmo es el secuestro como un acontecimiento traumático para la persona que lo sufre, quien en un principio teme por su vida, pero a medida que pasa el tiempo y establece contacto con su raptor, crea un vínculo positivo, como un mecanismo de defensa y supervivencia.
Este síndrome lo pueden sufrir tanto el secuestrado como el secuestrador, ambos como víctimas de un entorno social reducido, pero el secuestro debe tener un fundamento ideológico que lo sustente, ya sea político, religioso o social, la acción del secuestrador no debe ser violenta, pues la víctima al principio cree que su vida corre peligro para más adelante creer que el secuestrador es la única persona que puede aportarle la seguridad que necesita.
Sin embargo, 48 años después de que se acuñara este término, no existe actualmente una unificación de criterios con respecto a su diagnóstico y características e incluso a su denominación de ‘síndrome’, de hecho, los manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos, el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud, no lo incluyen.
Pero con tanto secuestro que hay en México, ¿será que algún secuestrado empatice con su secuestrador? O ¿habrá que acuñar el ‘Síndrome de México’?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…