Por Alberto F. Mena Mallén
Llegué a la capital del país procedente del norte del territorio nacional en 1973. La metrópoli me parecía una inmensidad de ciudad. Ir de la colonia Roma a la glorieta de Insurgentes, era para mí, como ir de una localidad a otra. Estudié la secundaria y la preparatoria a 12 kilómetros de mi hogar en una población de no más de 40 mil habitantes y siempre me pareció que estaba bieeeeennnnn lejos. Así que imagínense como veía las distancias en la gran ciudad.
Con los años me percate de la lejanía de un lugar de otro en esta zona metropolitana de la ciudad de México, época que entró en vigor la semana laboral de cinco días para los trabajadores del Estado, año en el que al cineasta español Luis Buñuel lo galardonaron en Hollywood con el Oscar al mejor filme extranjero por “El Discreto Encanto de la Burguesía”. La gran ciudad era una hermosura, donde se podía trasladar sin problemas de tráfico, asistir a fiestas o ir simplemente al cine sin colas en las taquillas.
En esa época, cuando el avión Concorde hizo su primer cruce del Atlántico sin escalas, en tiempo récord y se realizó el golpe de Estado en Chile con el bombardeo al Palacio de la Moneda, donde murió Salvador Allende, o cuando falleció en Santiago de Chile el poeta Pablo Neruda, que fue enterrado rodeado de soldados con el silencio del pueblo chileno y que su casa fue saqueada y sus libros quemados, en la capital de nuestro país se podía vivir con holgura, cómodos, sin prisas, sin tanta violencia.
Ahora, la calidad de vida de quienes habitamos esta zona de la República, se ha deteriorado enormemente. Para todo hay que hacer fila, “colas” como les llamamos. Si va uno a cualquier lado, al cine, hay que formarse para adquirir los boletos y para entrar a la sala; para ir al aeropuerto, hay que salir de casa con 2 o 3 horas de anticipación -eso si no hay manifestaciones o bloqueos, que actualmente son constantes-, esperar mucho tiempo para abordar el avión y si es vuelo internacional, pasar la aduana y migración, un horror.
Hasta en las tortillerías hay que tener paciencia para que se atienda a decenas de personas, incluso para pagar en cualquier banco, servicio o en las tiendas, diferente a lo que sucedía hace algunos años. A la medianoche, cuando se tiene ganas de comerse un churro con chocolate, en la colonia Roma hay filas hasta de 20 minutos o más tiempo y esperar otro tanto a que se desocupe una mesa para poder disfrutar de ese manjar mexicano. Pero el antojo no hay que dejarlo pasar.
La violencia ni la conocíamos en esa época, sólo de la que informaban con grandes espectaculares los periódicos y los panfletos que se vendían en las colonias donde se sucedían los hechos sangrientos y violentos. Ahora, todos los días conocemos de suicidios, homicidios, balaceras, matanzas, enfrentamientos entre grupos delincuenciales y de narcotraficantes; robos de todo tipo, a transeúntes, a casa-habitación y hasta en las tiendas cuando uno no se fija en el cambio o “vuelto”.
Y cuando hay que ir de un sitio a otro: hay que tomarse su tiempo para no llegar tarde a cualquier cita, y todo depende del medio de transporte que se utilice, si es en el servicio público, se requiere duplicar el tiempo y cuidarse de los carteristas y de los agasajos, particularmente las mujeres; si es en coche particular, va uno más cómodo en todos los sentidos, pero es mucho más caro, por la gasolina que, aunque no ha subido de precio, si hay más consumo por las distancias que se requiere recorrer y por el tráfico que hay que aguantar.
En 1973 México contaba con un poco más de 56 millones de habitantes, según cifras del INEGI, que señala que en un año de 1972 al 73 la población creció en un millón 634 mil 360 seres humanos- y hasta 2015 ya contamos con 125 millones de mexicanos. En 46 años crecimos casi 70 millones más de pobladores en el territorio nacional y como dicen, en el mismo suelo, así que las ciudades, particularmente la de México, están saturadas y avanzando.
Al 2015 la densidad de población en la Ciudad de México fue de 5 mil 967 personas por kilómetro cuadrado, mientras que a nivel nacional es de 61 personas en ese mismo espacio; la capital del país ocupa el primer lugar en esta cifra. Después le sigue el Estado de México con 724 habitantes por kilómetro cuadrado y se brinca con el estado de Morelos con 390. De ahí todas las entidades disminuyen su densidad de población y llega a 10 personas en Baja California Sur.
De acuerdo al Índice de las Ciudades Prósperas del ONU-Habitat, la metrópoli capitalina es la que ofrece mejor nivel de vida a sus habitantes, pero presenta brechas de desigualdad social más pronunciadas en comparación con Guadalajara y Monterrey. Lo que no se incluye en esos índices, son muchas cuestiones particulares, como los súper-baches que existen en toda la ciudad, la saturación de todos los servicios que en muchas de las veces quien los presta no tiene la capacidad para atender a tanta gente.
Afortunadamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador, desde su campaña prometió que la mayoría de las entidades del gobierno federal se descentralizarían hacia todo el territorio nacional, programa que va muy lento y que tal vez no se cumpla en su totalidad, ya que cuando se mudó el INEGI a Aguascalientes en 1985, después del temblor, el tiempo que se llevó hasta su estabilización fue de 4 años, con un costo que se calculó en 21 mil millones de pesos de aquel entonces, equivalentes a unos mil 854 millones de pesos de ahora. Se trasladó a 3 mil empleados, mil no quisieron irse a dicha entidad y de los que se fueron 20 por ciento se regresaron por no lograr adaptarse.
También se logró trasladar a Caminos y Puentes Federales (Capufe) en 1985 a Cuernavaca, Morelos, primera dependencia en trasladarse de lo que fue el Distrito Federal a lo que también fue la ciudad de la eterna primavera y donde se aplicó en forma efectiva la descentralización gubernamental.
Quizá este programa del titular del poder ejecutivo permita que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México logre redensificar a su población y con ello mejorar la calidad de vida de los mexicanos. Aunque habrá que ver cómo serán recibidos los trabajadores en cada una de las ciudades destino.