Transición y Transformación

*Presidentes que Cumplieron su Papel: MAC y MMH

*Los Escollos con EU Tras el Gobierno de Cárdenas

¨La Llegada de un Mandatario Conciliador, Parsimonioso y Tranquilo

*MMH Entendió que la Globalización Estaba Emergiendo en el Mundo

*Hoy la Transformación Prometida Está en Veremos por la Pandemia

*La Polarización de Grupos Sociales y la Confrontación Contra los Críticos

Por Ezequiel Gaytán

La transición se define como el paso de una situación a otra o como algo intermedio entre un estado del arte y otro. Por su parte la transformación se define como el cambio de ciertas características, algunas esenciales, pero no todas ya que el cambio es -como su nombre lo indica- de forma y no necesariamente de fondo.

El problema es interesante, pues cuando los candidatos nos proponen “el cambio”, no son conceptuales respecto a lo que ellos entienden por el cambio, ya que puede ser desde un “quítate tu para ponerme yo” o un golpe de timón respecto al modelo económico y pasar de una economía de mercado a una economía mixta con una clara rectoría del Estado. Por citar dos ejemplos.

El caso es que, de acuerdo con las definiciones arriba expresadas, a mi parecer, México ha tenido dos presidentes de transición, Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988).

El primero sabía que el camino emprendido por el general Lázaro Cárdenas rápidamente encontraría serios escollos internos y malestar con los norteamericanos. Seguramente el propio Cárdenas también lo visualizó así y por eso se inclinó por Ávila Camacho y no por Francisco José Múgica Velázquez. Aún más, fue un presidente conciliador, parsimonioso, de carácter tranquilo y como político cedió la estafeta a un civil y abogado, Miguel Alemán. Lo cual no debe haber sido sencillo, pues en su sexenio, además, el sector militar dejó de pertenecer al Partido oficial.

El otro presidente de transición, incluso así se definió él mismo, fue Miguel de la Madrid, quien sabía que el modelo de sustitución de importaciones había llegado a su fin, entendió que la globalización estaba emergiendo en el mundo y que la clase política ya obedecía a un perfil diferente al que predominó desde la Secretaría de Gobernación en los sexenios anteriores. Sus críticos dicen que con él llegó la tecnocracia, la privatización, el modelo neoliberal y el abandono del Nacionalismo Revolucionario. Sus partidarios aplauden sus decisiones.

Ambos personajes supieron leer las circunstancias internas y externas que envolvían al país y a sus respectivos gobiernos y eso es un mérito político, pues la vanidad de los presidentes se engolosina con el paso de su sexenio. En efecto, el poder cambia a los seres humanos y si a eso se le suma la cantidad de aduladores que los rodean es fácil equivocarse en la conducción de una nación. Manuel Ávila Camacho fue un presidente de transición entre Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán. Por su parte Miguel de la Madrid estuvo en medio de la dupla Luis Echeverría – José López Portillo y Carlos Salinas.  Corresponderá a los historiadores decir la última palabra.

Después de la controvertida gestión de Enrique Peña Nieto, un presidente que realizó importantes reformas estructurales y simultáneamente fue permisivo en materia de corrupción, el pueblo de México eligió a Andrés Manuel López Obrador, quien nos ha ofrecido una transformación, empero hasta el momento, en mucho por las circunstancias sanitarias, no la ha condensado. Es más, probablemente no lo logre su propósito. Entonces, seguramente se inclinará por apoyar a un sucesor o sucesora que haga extensivo e intensivo su proyecto.

Ahora, que esta gestión está por cumplir dos años y se siente a evaluar lo deseado contra lo logrado, tal vez sea importante reflexionar sobre las categorías aquí expuestas. Lo cual no va a ser sencillo debido a la personalidad de nuestro presidente. Él no ofreció una transición, sino una transformación, aunque sospecho que no soy el único que no la entiende. Él ofreció un cambio y más bien parece un desmantelamiento de instituciones, un quebranto de la unidad nacional, una polarización peligrosa de grupos sociales y una confrontación contra sus críticos.

Hasta el momento no es posible saber si transitamos o nos transformamos. Faltan cuatro años de gobierno, las elecciones intermedias y que el partido Morena haga público, en su momento, quien será su abanderado o abanderada por la contienda electoral del 2024 nos dará más luces. Luego la historia hará su trabajo, ya que una transformación puede ser retrograda y retardataria del desarrollo nacional. Lo cual es el peor de los escenarios.

Transformar forma y fondo es un trabajo que requiere diferenciar lo esencial de lo secundario, definir lo que se entenderá por empresas estatales, estratégicas y prioritarias, convocar a las fuerzas productivas, precisar que la columna vertebral será la participación social y el respeto a los Derechos Humanos y que las voces críticas no serán sujetas de amagos jurídicos. La historia nacional, desde 1917, ha tenido dos presidentes de transición y los cambios han sido significativos, pues ambos personajes entendieron su papel. Desear transformar, sin transitar es posible. De lo que se trata es de que los personajes entiendan que lo importante es la visión de Estado y no su vanidad histórica.

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