Por David Marklimo
Uno de los países con más historia es el Líbano, la vieja Fenicia, cuna del alfabeto. Ahí nació Amin Maalouf, uno de los mejores escritores libaneses contemporáneos, miembro de la Academia Francesa y Premio Príncipe de Asturias de 2010. Uno de los mejores representantes de los valores de la convivencia. Justamente, este concepto está en el centro de su nueva obra, El Naufragio de las Civilizaciones. El titulo ya resuena a ese otro del profesor Huntington, que pasó a la historia del pensamiento como pregonero del choque entre civilizaciones, aunque dicho concepto es sumamente malentendido. Ahora, el debate sobre la convivencia tiñe todo el futuro. Un futuro ciertamente oscuro, casi aterrador. A pesar de los espectaculares avances tecnológicos, la reducción del hambre y el incremento de la edad promedio de vida, cuando por primera vez se podría conducir a la Humanidad hacia una era de bienestar y progreso, el mundo parece ir en dirección opuesta, hacia la destrucción de todo. El propio Maalouf ha dicho que el desarrollo tecnológico del siglo XXI tendría que haber ido acompañado de una evolución paralela de la manera de gestionar las relaciones entre las comunidades humanas, pero que es comprensible que no suceda esto. “Cuando la evolución va muy rápido, no siempre tenemos el tiempo de adaptarnos intelectual y socialmente. Hay factores que han retrasado la toma de conciencia y la adaptación al cambio”. Hay poco optimismo, pues, en la tarea ingrata de salvar al mundo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Es difícil la convivencia: los neoconservadores, Trump, los mulás en Irán y los wahabis en Arabia saudita, el Likud en Israel, los talibanes en Afganistán o los ultranacionalistas en la India. Todos estos movimientos, diferentes unos de otros, tienen el común denominador de la manipulación de las identidades, y dinamitan el sentido de pertenencia colectiva a la especie humana. Lo hacen a uno elegir: ellos o nosotros. Emprendemos así un retorno al mundo de las tribus, aquellas que luchan unas contra otras.
Es entonces, cuando surge el concepto de naufragio: la desconfianza hacia el «otro«, la xenofobia, la intolerancia política y religiosa, el populismo, el individualismo y la insolidaridad del nacionalismo, el racismo… El resultado de todo ello es que pierden los moderados; la derecha se vuelve extrema, arrogante; la izquierda está perdida todavía, buscando cómo quitarse de en medio la imagen del Muro de Berlín y el Gulag soviético. El poder mismo ha cambiado de residencia y de los palacios se ha ido a las casas de inversión.
En el fondo, El Naufragio de las Civilizaciones, es un grandísimo lamento por la oportunidad perdida. Como esos viejos fenicios que navegaron desde Asia al África para fundar Cartago y encontrarse, siglos después, con una Roma que exigía su aniquilación. Estamos, pues, ante un análisis que advierte del naufragio, pero no sabe evitarlo. No sabe, tampoco, qué circunstancias lo provocarán. ¿Entonces? Bueno, parece que el valor de este libro es a entender que los malabarismos en los que se encuentra un mundo que prefiere la pildorita dorada de la felicidad a la medicina amarga de la libertad.
Amin Maalouf. El Naufragio de las Civilizaciones.
Traducción de María Teresa Gallego. Alianza, 2019. 280 páginas