Por Susana Vega López, (Enviada)
VALLE DE BRAVO, Edo. Mex.- Tiene cabeza y cola de dragón, caben hasta 10 parejas sentadas a lo largo de este estrecho transporte, donde cada persona cuenta con sendos remos, excepto el capitán que toca el tambor en la proa y el timonel que lleva la dirección en la popa: el Dragon Boat, una embarcación que sirve para competir en equipo y encontrar un tesoro mediante pistas que se dan previamente, en donde el trabajo debe estar perfectamente coordinado y sincronizado por cada uno de los jugadores si se quiere ganar.
Esta actividad acuática es uno de los productos turísticos que ha llamado poderosamente la atención de los visitantes, sobre todo de grupos empresariales que buscan la integración de sus empleados y directivos, como una forma de estimularlos para una mayor productividad, ya que en la nueva modalidad del turismo las experiencias son fundamentales para que las personas mejoren en su vida cotidiana y laboral.
Y cómo no aprovechar ese magnífico lago en uno de los lugares más emblemáticos del Estado de México, que es por cierto Pueblo Mágico, porque aquí se desarrollan otras actividades como el paddle board, yoga en tablas o paddle board yoga (una nueva disciplina recomendada para la relajación y meditación), además se practica esquí, kayak, carreas de veleros, remo y canotaje, concursos de regata, de pesca o simplemente dar un paseo en lancha en sus tranquilas aguas.
El lago -que es en realidad una presa- cuenta con embarcaderos y clubes náuticos que rentan desde una tabla hasta una embarcación grande para la familia y que ofrecen la práctica de una gran variedad de actividades acuáticas que atraen muchos turistas, pero donde también se practica el parapente y ala delta que tienen muchos seguidores.
Cerca se localiza Avándaro, con su Cascada Velo de Novia de una caída de 35 metros que impacta la vista y da realce al panorama donde se puede hacer senderismo, ciclismo o caminatas.
Valle, como le dicen, es un lugar predilecto para fines de semana, que cuenta con el Santuario del Señor de Santa María con su Cristo Negro venerado del uno al tres de mayo y que atrae mucho turismo religioso; además, en su tren turístico, “Chuchú”, se pueden recorrer los sitios de interés por sus calles empedradas y empinadas que le dan un toque de auténtica provincia mexicana, con sus fachadas color blanco y rojo con tejados de barro. Otras opciones son: el paseo por la ciudad en cuatrimoto o en bicicleta.
El Dragon Boat se trata de una competencia donde las personas deben dar su máximo esfuerzo y no dejar de remar “al son que le toquen” porque el capitán, sentado en las alturas, toca un tambor de guerra para que los integrantes de su equipo remen al unísono.
Aquí, se muestra el carácter de las personas: si son apáticas, si cooperan, si son flojas, si les da igual ganar o perder, si acatan las instrucciones acordadas, si son capaces de trabajar en equipo, si se dedican a discutir, si son graciosos, enojones, gritones, pasivos, activos, miedosos, intrépidos…
Esta aventura inspirada en juegos deportivos de China que datan de más de dos mil años, comienza al arribar al Club de Vela de Valle de Bravo. Los directivos explican en qué consiste y cuáles son las reglas del juego. Se forman dos equipos. Te debes poner un chaleco salvavidas, elegir (y ahí empiezan los desacuerdos) a un capitán y al timonel.
Entre todos deben observar un mapa para llegar a un punto situado al otro lado del lago; bajar a tierra, tomar la siguiente pista, descifrar un mensaje y continuar con la búsqueda del tesoro sin perder el tiempo. Todo muy fácil, o así se cree, ya que desde que te subes a esta especie de canoas el movimiento de la embarcación es inevitable y se puede perder el equilibrio. Hay que acomodarse con cuidado, decidir quiénes van en qué lugar.
Al soltar los amarres el Dragon Boat se mueve a la deriva. El capitán, sentado a lo alto y frente a la tripulación, debe tocar el tambor para que los remos se muevan al ritmo marcado. Si levanta la mano derecha, será sólo esa línea la que meta el remo al agua y jale hacia atrás; si levanta la mano izquierda, será la otra fila quien haga su labor; si levanta las dos manos, será todo el equipo el que se mueva al son del tambor.
Es una aventura emocionante y divertida donde nadie está exento de caer al agua, menos el capitán pues ninguno va amarrado a nada porque si no hay unidad y coordinación es posible que la nave se vuelque, lo que se convierte en una experiencia inolvidable.
Cabe mencionar que cada embarcación es acompaña siempre por una lancha con motor para auxiliar en caso necesario. Son elementos de la marina de Valle de Bravo quienes supervisan que todo vaya bien y lleven el chaleco salvavidas puesto. En algunas ocasiones se graban las regatas para, después, analizar el comportamiento que tuvo cada persona, lo que resulta muy interesante pues se aprecia qué papel juega cada quien.
Generalmente salen a flote actitudes personales que se desconocían: si eres líder, si ejecutas tu labor como se cree o si haces las cosas por cumplir sin dar mayor esfuerzo, lo que resulta muy revelador.
Por ejemplo, cuando se llega al otro lado de la orilla, alguien debe bajar de la embarcación y tomar la siguiente pista. Es cuando, de pronto, sin que nadie lo designe, uno toma la determinación de saltar al agua y correr por el mensaje oculto que espera en tierra firme. La alegría, las risas, los enojos, los gritos, las caras de sorpresa se hacen presentes en distintos momentos de la travesía.
Hay quienes se sientan plácidamente y no hacen esfuerzo alguno y dejan que los demás, literalmente, suden la “gota gorda” porque no es nada fácil remar sin tener experiencia alguna.
Estar bien sincronizados es mejor que estar con hombres fuertes donde, aparentemente, el trabajo rudo no es tan importante como estar bien coordinados. El aprendizaje forma parte de esta experiencia que resulta una aventura distinta a participar en cualquier tipo de “cascaritas” para convivir y donde el turismo de reuniones hace, cada vez, más presencia.
