Concentraciones y Replicas

*Se Trató de Contrarrestar la Manifestación Realizada por la Oposición a su Gobierno

*En la Actualidad el Habitante de Palacio Nacional se ha Convertido en Dirigente de Partido

*Descuida los Principales Asuntos del País, su Ocupación son los Actos Proselitistas

*Lo Único que Logró fue Exhibirse Nuevamente Como Director de una Falsa Obra

 

ALEJANDRO ZAPATA PEROGORDO

Cero y van dos; la primera convocada por la sociedad civil organizada fue celebrada el 13 de noviembre en el monumento a la Revolución, ni tardo ni perezoso el Presidente, días después, hizo la suya. Después en franca competencia, ambas partes se dieron cita en diferentes fechas para manifestarse en la plaza de la constitución de la Ciudad de México.

Las lecturas son por demás interesantes, a partir de un clima de polarización donde cada parte hace su propia narrativa, se hace una confrontación entre la continuidad o el cambio, que en el fondo versa con posturas electorales; sin embargo, también es adecuado exponer la enorme diferencia que existe entre la sociedad civil y la Presidencia de la República.

En principio el órgano oficial depositado de manera transitoria en el Titular del Poder Ejecutivo tiene la obligación de gobernar para todos sin excepción, respetando los derechos de los gobernados y actuando por mandato constitucional conforme al marco jurídico emanado de la Carta Magna.

Es evidente, que la concentración que llevó a cabo el pasado 18 de marzo, no fue para la conmemoración del aniversario de la expropiación petrolera, sino para tratar de contrarrestar la histórica manifestación que días antes hizo la oposición a su gobierno, algo que desde luego sigue sin tolerar.

Se ha convertido en jefe de su Partido y a la vez ejerce la función de Presidente de la República, dedicado principalmente a coordinar la campaña de sus corcholatas, descuidando, por ende, los principales asuntos del país, su ocupación son los actos proselitistas y desdeña sus obligaciones oficiales.

Lo que hizo en el zócalo capitalino no fue un acto oficial, aunque así lo haya anunciado, quiso demostrar con el evento musculo político con una visión de Partido de Estado, utilizando todo el aparato y destinando recursos públicos para llenar la plaza, lo único que logró fue exhibirse nuevamente como director de una falsa obra.

En una comparación de ambas concentraciones se llega a la conclusión, bien cimentada, de que no tuvo ni la cantidad, menos la calidad y categoría del realizado por la oposición, ya no digamos el contenido de los mensajes; mientras el ciudadano se hizo para defender los principios de nuestra constitución, el oficial fue con el afán de desvirtuar el derecho de los gobernados a la libre manifestación.

La primera abarrotada de ciudadanos que acudieron voluntariamente tanto en la plaza de la constitución como en ochenta ciudades de la república, actuando con respeto y en orden; la segunda, en su gran mayoría acudieron bajo presión, quemaron imágenes de servidores públicos y, el discurso como siempre, estuvo repleto de insultos y descalificaciones a los adversarios.

Tampoco se trata de coartar el derecho del Presidente a su libertad de expresión, no obstante, todo aquello que diga no lo puede hacer en calidad de ciudadano, pues ocupa un cargo público y consecuentemente se encuentra vinculado a actuar conforme a su encargo y de promover, proteger, respetar y garantizar los derechos humanos.

El evento del 26 de febrero pone de relieve la unidad y concientización ciudadana;  pero el del 18 de marzo, el rencor, la ira y la fragmentación del país: la divina comedia en su apogeo.

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