Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
En este país, carente de políticos profesionales, pensantes, es un despropósito descalificar a quienes rebasan los 80 años -uno de ellos tiene 92- y que durante sus carreras han demostrado conocimientos, sabiduría e ideología. No necesariamente se debe militar en un partido de manera permanente, aunque se tiene mayor reconocimiento al hacerlo, para tener la mente lúcida, las ideas claras y le calidad intelectual para expresarlas.
Desde finales de los sesentas conocí a Porfirio Muñoz Ledo y a Augusto Gómez Villanueva junto con Rodolfo González Guevara y Carlos Sansores Pérez. Por supuesto, el ideólogo indiscutido e indiscutible: Jesús Reyes Heroles. Otros más, por supuesto, pero la flaca memoria falla.
Los cinco, tres de ellos habitando en el otro lado de la vida terrenal, mostraron siempre congruencia con sus ideas. Nunca los amilanó el poder presidencial. Mantuvieron sus creencias y las defendieron, quienes ya no están, hasta morir. Los que sobrevivientes, se mantienen en su línea, la trazada por sus convicciones -sin juzgar si son buenas o malas- y tienen el derecho de expresarse con libertad. Porque aún con el actual gobierno, las tenemos.
Las declaraciones de Muñoz Ledo en el seno de la COPPPAL fueron, sin duda, más que fuertes valientes. No cualquier político se atreve a señalar lo que es vox populi, vox dei: el pacto o alianza entre el presidente López con el narcotráfico y el crimen organizado.
Sin ataduras con quien hoy gobierna, el experimentado político tocó la fibra sensible que procuraba estar oculta. El talón de Aquiles en el cual radica la vulnerabilidad. Provocó la ira, por supuesto, del aludido. Y una respuesta ramplona, como las que acostumbra: si tienen pruebas, que las presenten.
Aquí cabría recordar que a quienes se les acusa de algo no es porque sean pentontos. Es por las acciones que cometieron y, en la mayoría de los casos, encuadran en conductas ilegales.
Muñoz Ledo no llamó al Jefe del Ejecutivo tonto. Lo señaló de tener una alianza con los criminales. Y, como la lógica lo indica, las pruebas solamente las tienen quienes participan en las negociaciones. Tontos serían publicar las reuniones o mostrar el dinero recibido a cambio de tal o cual decisión. Son recursos que se vuelven invisibles porque no se entregan por transferencias electrónicas, no se facturan, tampoco están en cajas de seguridad.
El presidente López parece haber hojeado y no leído el libro El Arte de la Guerra, del general chino Sun Tzu, cuya existencia se remota al siglo V antes de Cristo. Y en ese pasar de hojas se encontró la frase que le da sentido a la obra literaria: «No hay mejor defensa que un buen ataque».
Y se defiende atacando a una persona cuya mente es notoriamente más lúcida que la suya.
La carga de la prueba para demostrar las equivocaciones corresponde a quien se siente calumniado. No del calumniador, porque entonces no sería calumnia. Sería verdad y no de Perogrullo.
Una muestra de la incongruencia presidencial, que siempre exige respeto a la “soberanía, porque los asuntos de los mexicanos los tratamos en México”, es el llamado que hace a los colombianos para que voten por Gustavo Petro y que no hagan caso a la guerra sucia a que está sometido el candidato de las izquierdas, un exguerrillero que acaricia el poder presidencial y confía en tomarlo el 19 de junio durante la segunda vuelta electoral.
Eso se llama injerencismo. Y así lo consideró la Cancillería de Colombia que difundió, primero en su cuenta de Twitter y después en un comunicado.
Las palabras del presidente López “constituyen una injerencia en los asuntos internos” de Colombia, algo que no le corresponde”.
López dijo en su mañanera: “Lo hago(el llamado) porque si alguien ha padecido, no exagero ni me siento víctima de esas guerras sucias, es el que les habla, desde años, por eso ánimo y hay que tener mucha fe en el pueblo, confiar en él y en su inteligencia”. Y agregó: “Espero que la gente en Colombia no se deje manipular y que actúe con libertad y vote por el que quiera, pero no a esa guerra sucia, porque es un menosprecio a la persona”.
La inteligente respuesta colombiana: la Cancillería de Colombia explicó que su proceso de elecciones se está haciendo democráticamente: “con todas las garantías institucionales para los aspirantes a la Presidencia de la República.
“Tanto los que apoyan a un candidato, como al otro, merecen todo el respeto de la comunidad internacional y de altos dignatarios”.
Y remató: “Con el mismo respeto que hemos profesado por las instituciones y por el señor presidente de México, le solicitamos respetar la autonomía del pueblo colombiano para escoger a su próximo presidente sin injerencias que traten de influir en los electores”.
El silencio se hizo en Palacio Nacional y en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
¿Supo Marcelo Ebrard del mensaje que pone en riesgo la relación entre ambos países?
Seguramente no. Anda ocupado en ser el sucesor del que ya lo hizo un lado en 2012.
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