*El Presidente López Obrador Está Desmontando
el Andamiaje de la Vida Institucional
*Las Expresiones que Denotan el Autoritarismo,
Están a la Vista de Todos
EZEQUIEL GAYTÁN
Existe una dupla fundamental en la vida de los países democráticos: su sistema político y su vida institucional. Sin ese binomio es casi impensable concebir un Estado de Derecho con proyecto de nación.
Por lo que respecta a su sistema político me refiero a las interacciones de los diversos grupos sociales con reglas escritas y no escritas que la sociedad acepta por consenso y rigen el pacto social mediante el cual se define el régimen de gobierno plasmado en una Constitución que proyecta y despliega la igualdad jurídica, organiza al gobierno y reconoce las libertades esenciales. De ahí que facilita o debe facilitar la lucha civilizada por el poder, el pluripartidismo, la tolerancia, la calidad de vida de su población y el ofrecimiento de oportunidades socioeconómicas a fin de que la movilidad social sea una realidad.
Acerca de la vida institucional me refiero, en este caso en particular, a la vigencia del Estado de Derecho en el cual las instituciones de la Administración pública trabajan en un mandato sistemático conforme a criterios ordenados, jerarquizados, predecibles, funcionales y cuyas personas servidoras públicas se desempeñan en un conjunto de valores éticos de manera profesional, responsable, visible y rindiendo cuentas, ya que la organización debe responder de manera eficaz, eficiente, congruente y honesta a fin de atender las demandas y necesidades sociales y, consecuentemente, se materialicen en bienes y servicios públicos otorgados con la calidad suficiente, la cantidad necesaria, la oportunidad requerida y el trato adecuado.
Un gobierno democrático es producto de su sistema político y de su vida institucional y, sin embargo, no está exento de enfrentar crisis políticas por múltiples razones. Lo significativo es que por ser precisamente una nación con instituciones sólidas puede sortear esas crisis con el apoyo de estructuras consistentes y andamiajes administrativos lo suficientemente fuertes y flexibles para que puedan soportar las sacudidas. Por lo mismo las crisis políticas, sociales y económicas son atendidas y solucionadas por la vía y la vida institucional. Citaré dos ejemplos de la historia contemporánea de México. El primero es de 1936 cuando el presidente de la República Lázaro Cárdenas expulsó a Plutarco Elías Calles del país. Dicha decisión vino acompañada de cambios en el gabinete, la movilización de las zonas militares y navales y el acotamiento a diversos gobernadores. Empero, para sorpresa de muchos, el sistema político y la vida institucional imperaron. El segundo caso aconteció en 1994 con el asesinato del candidato priista Luis Donaldo Colosio. No fue necesario operar con todo el aparato gubernamental, pero si requirió trabajo de bisturí en las Secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa, Marina y Hacienda. En sendos casos la vida institucional encauzó las crisis y el andamiaje político estructural superó el momento crítico. Aún más, hoy México vive desde el año 2000 la alternancia democrática y las instituciones han demostrado su verticalidad.
Hoy veo una tercera situación que pudiese representar un aprieto: vacío de poder dentro del gobierno y una crisis institucional derivada de las crisis sanitaria, laboral, económica, educativa, de inseguridad y, sobre todo, la institucional debido a la insistencia presidencial de golpear vertebras fundamentales como a la UNAM, al INE, al Coneval, al INAI, los fideicomisos en apoyo a la ciencia y la tecnología, así como haber descafeinado a la Secretaría de Gobernación. En otras palabras, el presidente López Obrador está desmontando el andamiaje de la vida institucional con la intención de transformar el sistema político en un presidencialismo personal y omnímodo, lo cual a mi parecer es peligroso.
Sus intentos de cambio en el sistema político y su golpeteo sistemático a la vida institucional los podemos observar en su insistencia de hablar acerca de la sucesión presidencial antes del quinto informe de gobierno. Pereciera que juega con tres nombres Adán Augusto López Hernández, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum y deja entrever una distracción perversa de tres escenarios. Léase, prolongación de mandato, reelección o Maximato.
En muchas ocasiones el presidente ha sostenido expresiones tales como “al diablo las instituciones”, “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, o “estás con la cuarta transformación o estás en su contra” y otras que lo desvelan como un personaje más cercano al pensamiento autoritario que al crítico. De ahí que me preocupan los atentados desde el gobierno contra las instituciones. Esa idea de destruir para reconstruir como el camino de la transformación no la comparto por peligrosa, anacrónica y poco práctica. El presidente argumenta que no hay otro camino. Yo sostengo lo contrario, es decir la democracia plural, tolerante e incluyente.