México y Texas: una Relación Complicada
SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Hoy 5 de mayo, cuando se escriben las presentes líneas, se conmemora el 160 aniversario de la Batalla de Puebla que enfrentó al general francés Lorencez y al general Ignacio Zaragoza; la invasión de las tropas de Napoleón III tenía por razón el no cumplimiento (1861) de los acuerdos que señalaban los plazos para el pago de la deuda que tenía México con acreedores extranjeros. Por otro lado, respondía al proyecto de un grupo de mexicanos que residentes en París y Viena habían calentado los oídos imperiales para materializar un cambio en el sistema político imperante en el país, esto es, transitar de un régimen republicano a otro monárquico con un príncipe extranjero a la cabeza. Desde aquellos años del siglo XIX hasta los muchos libros producidos por la historiografía mexicana del pasado siglo XX los llamaron “traidores a la patria”.
Zaragoza, era oriundo de Bahía del Espíritu Santo en Tejas, cuando esta provincia era mexicana, su familia vivió las traumáticas peripecias de la revuelta de los vecinos anglo-americanos que promovieron (1836) la insurrección y finalmente independencia, de la ahora así, Texas con “X”. Los Zaragoza se trasladaron al sur del Río Bravo como lo hicieron otros tantos. Diez años después lo irían haciendo diversos prohombres “hispánicos” que en el pasado habían ayudado a la segregación de Texas. Para desgracia de personajes como los Navarro o Seguin, ellos y otros ricachones padecieron crudamente el régimen de segregación social y económica, amén del robo a propiedades inmuebles de mexicanos, que impusieron los texanos anglos respecto a la minoría mexicana e indígena residente en el estado. Cuando se verificó la guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1848), las compañías de texanos fueron las más violentas en contra de la vida y propiedades de los ciudadanos en la república, al grado de que muchos soldados estadounidenses señalaron en reportes oficiales y en correspondencia privada el comportamiento criminal de los llamados “diablos tejanos”.
De aquella realidad a mediados del siglo XIX a la actualidad, la relación bilateral con Texas ha sido la más cercana con los otrora territorios mexicanos (California, Arizona, Nuevo Mexico y secciones territoriales de Nevada, Utah, Colorado, Wyoming). Muchos ciudadanos estadounidenses de origen mexicano vivieron y viven a lo largo de la franja fronteriza Texas y más adentro del estado, geográficamente Texas quedaba más cerca de los intereses del noreste mexicano que la lejana California, a pesar de que Los Ángeles es la ciudad con mayor presencia mexicana. A Texas y desde Texas llegaron los dos primeros ferrocarriles que unieron aquellas tierras vía Nuevo Laredo y Paso del Norte hoy Ciudad Juárez, con el centro de la república mexicana. Fueron ciudades como San Antonio, Brownsville, El Paso y Laredo donde se refugiaron muchos políticos mexicanos en los siglos XIX y XX, y a partir de los años de 1880 empezó a fortalecerse la relación comercial entre los dos países involucrando a empresarios locales arriba y abajo del Rio Bravo, para en los siglos XX y XXI constituir una relación cotidiana binacional, de turismo, de inmenso tráfico comercial, de trasiego de drogas y armas letales, amén de la hoy cotidiana llegada de miles de migrantes de Centroamérica, Haití, de México más otras nacionalidades que se acumulan. Vale la pena subrayar que bajo el panorama del nuevo milenio la migración es un fenómeno de alcance mundial, de millones de personas, violento y que genera millones de dólares en ganancia para el crimen que organiza los ilegales traslados.
En estos días se reprodujeron noticias acerca de que los gobiernos, mexicano de López Obrador y estadounidense de Biden, habían conversado para materializar otra vía comercial que no pasara por Texas, sino que llegara y fuera a partir de Tres Cruces, Nuevo México. La medida responde a las presiones del gobernador de Texas, Greg Abbott, el cual ha emitido órdenes ejecutivas para cerrar la frontera, por aumentar los controles fronterizos los cuales, en la revisión minuciosa de los tracto-camiones, han terminado por afectar los flujos comerciales de una y otra nación. Es más, “chamaqueó” a los gobernadores mexicanos de los estados fronterizos con Texas quienes en una foto vergonzosa parecían los empleados del texano y ahora ha afirmado que los migrantes constituyen una invasión a Texas; conocidos que tengo en Reynosa, Mc Allen, Piedras Negras y Del Río secundan dicha visión, lo mismo que parientes en el sur veracruzano que ven llegar las caravanas de migrantes que vienen de la frontera con Guatemala.
Abbott tiene la misión de defender los intereses del estado de Texas y debe hacerlo de diversas formas, sin embargo en Washington y por el gobierno de López Obrador, se ha identificado que el gobernador texano desarrolla una postura intransigente debido a que, además de un convencimiento personal, sigue la estrategia de los sectores más retardatarios del partido republicano, de la clientela política ubicada en las poblaciones más conservadoras de Texas, y secunda el discurso y acciones políticas del expresidente Donald Trump y el trumpismo, en medio del ambiente electoral estadounidense a sucederse en noviembre próximo. “México no es piñata de nadie” ha dicho el presidente. Cierto, pero hay que llevar adelante acciones indispensables para frenar la migración ilegal. Ésta ha resultado de la inmensa pobreza, inseguridad y de gobiernos deficitarios en Centroamérica como en México, pero también debido a políticas estadounidenses que desde mediados del siglo XX provocaron mayor pobreza en el istmo, promovieron la guerra civil que terminó materializándose en la formación de grupos paramilitares luego de la delincuencia organizada que hoy asolan a la región. ¿Qué hacer? Diría el bien ponderado Ilich Lenin. El presidente Bukele de El Salvador ha escogido la vía de la represión contra las bandas delincuenciales. Bien por ello, pero no soluciona la cuestión. Respecto al presidente mexicano, sus opositores le critican el “abrazo y no balazos” que dicho sea de paso no ha funcionado, pero lo que sí es indispensable es brindar las condiciones de seguridad personal y económica para que la gente viva bien y no tenga que migrar. Desde el siglo XIX México ha estado en deuda con Centroamérica y ha llevado una política de desdén, alejamiento y en la actualidad de mayor cercanía. Dichas posturas históricas por parte de México han resultado de las presiones estadounidenses por implementar la seguridad americana en su traspatio, profundamente dependiente y retrasado. Resolver los problemas en el istmo es evitar que lleguen muchos migrantes a Texas ¿cómo podría ayudar dicho estado de la Unión Americana en algo que le concierne y conviene? Atrincherarse en defender la frontera es la última ratio.