Por Jesús Michel Narváez
Hace cinco meses, el 15 de julio, desde Palacio Nacional y en el clásico monólogo cotidiano, el titular del Ejecutivo federal, afirmó que los empresarios le ofrecieron disculpas. Horas después, el Consejo Coordinador Empresarial desmintió que alguno de sus afiliados hubiera sido el vocero del sector privado el que hablara en ese contexto.
Para nadie es un secreto el distanciamiento y hasta ruptura entre el gobierno de la República y los poderosos hombres y mujeres de negocios. Incluso, en algún momento Carlos Salazar Lomelí declaró que las puertas de Palacio Nacional le fueron cerradas.
En constantes monólogos, el ataque es imparable. Acusaciones de corrupción, cancelación de contratos, retraso en el pago de servicios y compra de productos y mercancías, más un largo camino que se recorre cada día.
A los empresarios los ha traído a toallazos y si osan hablar de la inexistencia del Estado de Derecho, la respuesta es clara: indagatorias desde las Fiscalías Federal y de la Ciudad de México.
La frase “tengan para que aprendan” tiene el significado más que claro. Porque las decisiones se toman a contentillo y sin que haya forma de modificarlas.
Sin que en estos días del año nuevo exista reclamo alguno, el huésped temporal de Palacio Nacional a bordo de su personal opinión -que nadie le solicitó, por cierto- afirmó que los empresarios “no se pueden quejar” de que han sido afectados por decisiones de su Gobierno, sino todo lo contrario, se les otorgado facilidades para invertir. “Una cosa es lo político, lo ideológico y otra lo económico, por ejemplo, no ha habido aumento de impuestos, esto yo creo que lo saben y lo reconocen los empresarios. Creo que eso ha significado un gran apoyo para todo el sector empresarial de México, tan es así que por eso estamos creciendo, y México está saliendo adelante, enfrentando la crisis de la pandemia, originada por la pandemia. Creo que eso ha significado un gran apoyo para todo el sector empresarial de México, tan es así que por eso estamos creciendo”. Con los aumentos a los precios por encima de la inflación no necesita nuevos impuestos.
¿Estamos Kimosabi?
Por supuesto que el presidente tiene amigos ricos y consentidos. Ahí está el magnate Carlos Slim y los integrantes de su “consejo asesor”. A ellos, los cercanos, los trata con pinceles de pelo de camello.
Ocurre lo contrario. El mediocre crecimiento de los “de antes” era real. El de ahora es inexistente. Haber alcanzado 5 puntos del PIB el año pasado, no es por las acciones del gobierno sino de los empresarios que, conscientemente, cuidan sus inversiones y saben que, a pesar de las decisiones políticas, tiene que seguir adelante porque ofrecen productos, mercancías y servicios que todos consumimos.
Si supone que apoyar al sector privado es cancelar los contratos surgidos en base a la Reforma Energética, es su opinión muy personal. Tener constantemente amenazados a las grandes cadenas comerciales -qué bueno que les cobre impuestos que evadieron durante año- no es tampoco un respaldo para el crecimiento.
Encarcelar a quienes hicieron negocios, ciertamente leoninos, en los gobiernos pasados es más que una cacería de brujas. Es inhibir la inversión y frenar el desarrollo nacional.
Atacar abiertamente a las universidades privadas y además a las públicas comenzado por la UNAM de ser neoliberales y de haber abandonado el sentido social, no impulsa nuevas instituciones. Los empresarios son eso: hombres y mujeres que invierten para tener rentabilidad, Ninguno es benefactor de motu propio.
¿De verdad cree que ha apoyado al sector privado, micro, mediano y grande?
¿Cuántas empresas cerraron a causa de la pandemia? Según los datos oficiales del INEGI, cuando lo presidía Julio Santaella, cerca de 500 mil. Los empleos perdidos y no recuperados frisan los 300 mil.
¿Dónde está el apoyo?
Son las opiniones personas que no se sustentan… perdón, que están en los otros datos.
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