Por Jesús Michel Narváez
Al iniciar 2018 se liberaron los precios de los combustibles. Se conoció como el gasolinazo.
Los costos para el consumidor pasaron, en el caso de la magna de 13.16 a 15.94, la premium de 13.97 a 17.68 y el diésel de 13.77 a 16.88. A partir de ayer, los precios se elevaron y alcanzaron en el primero de los casos los 22.88, el segundo, 24.95 y el tercero 24.98.
La promesa del actual presidente fue: en cuanto asuma la presidencia la gasolina constará ¡10 pesos el litro! (Magna).
La realidad es que el incremento en los tres años ha sido de 7.94 pesos por litro en magna y de 8.07 premium y el diésel 8.
Junto a los combustibles, subieron los precios de los cigarros, las bebidas azucaradas y la llamada comida chatarra.
Es el IEPS que dicen Hacienda y los diputados oficialistas son “ajustes” no incrementos.
¿Ajustes con qué?
No se aplicó la fórmula de cuadrar los aumentos con la inflación. Al cierre del año se esperaba que llegara a 7.79 anualizada.
En el caso de los cigarros, como se lo adelanté hace 10 días, el incremento en la cajetilla de los rojos que fuman los vaqueros, fue de 12 por ciento. Pasó el paquete de 20 pitillos de 63 a 70 pesos. Cuatro puntos porcentuales por encima de la inflación.
Los expertos en economía, esos a los que nadie les cree nada y regularmente tienen la razón, sostienen que la inflación es el impuesto más injusto. Todos lo pagamos y los más afectados son los que menos tienen.
Aunque el presidente decidió aumentar las pensiones, aún así quedaron por debajo de la inflación.
El caso es que en combustibles el gasolinazo prevalece. Si bien se debe a la perverse mente de un economista neoliberal, los de ahora que rechazan esa corriente, siguen aplicando la misma fórmula.
¿Cómo afecta el aumento en combustibles y energía eléctrica a los consumidores?
En que los fletes son más caros y el aumento se repercute al final de la cadena. Es decir, usted y yo que somos los compradores de lo indispensable para sobrevivir y, por supuesto, darnos el lujo de tener auto y ser fumadores.
Justo cuando revisaba los incrementos, el presidente enviaba su mensaje de inicio de año. Concretamente dijo esperar que a todos nos vaya mejor y que se reduzca el número de pobres.
La contradicción por delante: ¿hay algo mejor cuando se va requetebién?
Y por si fuera poca cosa, a su política segregacionista, a la falta de apoyo a los micro y medianos empresarios por ser neoliberales que provocó una caída de las clases medias aspiracionistas, hay 9.8 millones de nuevos pobres según los datos del Coneval.
¿Cómo reducir el número de pobres si el presidente pide que los que tienen algo se rasquen con sus uñas?
Bueno, tercer día del año 2022 y la empinada cuesta de enero comienza con sus estragos. Habrá que ver cuánto más se aguanta la falta de gobierno para todos, sí, todos los mexicanos.
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