Por Jesús Michel Narváez
Conocí a Manuel Garza González, el querido Meme, desde los años 70. Iniciaba mi trabajo periodístico en las lides políticas después de haber caminado por el sendero de los espectáculos.
Operador político de enormes alcances. Siempre priísta. Con el paso de los años, me unió una excelente amistad personal.
Solíamos platicar de un solo tema: política.
Nacido en y para el PRI, el glorioso PRI no el desecho de ahora, tuvo a su cargo la responsabilidad de ser delegado general del partido -algo así como el personaje que decía quiénes serían candidatos a gobernador, senador o diputado- en virtualmente en todos los estados del país.
Tamaulipeco de cepa, entrón para evaluar a sus compañeros de partido, no se tentaba el corazón para bajar del pedestal al que suponía tenia la venia presidencial. Tampoco se amilanaba en proponer y llevar a buen puerto al que le veía “patas p’a gallo”. Una de sus frases favoritas: “Lo más bonito de la democracia, es la cargada”. (Eso hacen hoy Morena y su líder).
Siempre cercano a la gente, sabía escuchar lo mismo reclamos que autoelogios de los que buscaban llegar a Donceles y Allende, allá en la vieja e histórica Cámara de Diputados y posteriormente al Palacio Legislativo de San Lázaro. Por su proceder, encontró eco en las dirigencias nacionales y se convirtió en un hombre confianza para las operaciones políticas delicadas. Aquellas en donde estaba en juego la plaza que poseía el PRI. Y nunca defraudó a sus jefes y compañeros.
A los 88 años de edad, partió al otro mundo. Seguramente estará mejor. En el desconocido más allá no hay Covid-19.
Tampoco 4t.
Menos un partido cuyos recuerdos le harían derramar lágrimas.
Durante las 5 décadas de tratarlo, no necesariamente nos encontrábamos cotidianamente. Salvo cuando trabajaba de diputado. Su trabajo constante, su actualización política, su férrea defensa a los principios del partido, que los tenía y de sobra y de ellos se han nutrido todos los partidos políticos con excepción del PAN, lo ubicaron como un personaje indispensable en los tiempos difíciles de los cambios que, promovidos por el propio tricolor, lo llevaron al desastre.
Debió haber pasado por cuando menos 25 dirigentes nacionales. Aquellos que sabían hacer política sin degradar a las oposiciones o aliarse con ellas.
Nunca compartió tratar de hacer la fusión del agua y el aceite. Jamás cruzó por su mente cambiar de camiseta, aunque algunos de los recientes dirigentes, de la última década, intentaran arrumbarlo en el cajón de los recuerdos no lograron su propósito.
En menos de un mes, dos grades amigos se me adelantaron. (Confío tardar en darles alcance)
Manuel Garza, el querido Meme, debe estar jugando dominó con el también querido Enrique Jackson Ramírez.
A los dos los extrañaré. De ellos aprendí mucho sobre el manejo y la operación política en los partidos. No solo del PRI.
Desde este espacio, mi reconocimiento a su amistad y mi más sentido pésame a Meme chico y a su hermana.
¡Hasta siempre, Meme!
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