Por Jesús Michel Narváez
Ser “popular” no significa “ser buen Presidente” y muchos menos “de excelencia”. Hay cientos de jugadores de futbol o boxeadores que son “harto populares” pero no buenos en sus áreas; tampoco muestran inteligencia más allá de la que se requiere para evitar el gancho al hígado o la patada en la espinilla.
Ser “popular” no borra la mediocridad.
Ser “popular” hasta una fuente, una estatua o un ¡florero!
Sin duda, el presidente está irritado e irritable. Sin razón, alude la revocación de mandato que, aunque no lo admita, no lo entienda, no lo sepa -desconocimiento de la ley no exime su cumplimiento- no está bajo su control porque no se trata de un “acto de gobierno ni de Estado”. Es un derecho ciudadano y nadie puede promoverla, hacer propaganda a favor del ejercicio, manipular la información, usar los medios impresos, radiofónicos, televisivos o redes digitales.
Al presidente no le importa. Ordenó que Morena creara “Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”, con la perversa intención de promover la “ratificación de mandato”, cuando la Constitución es clara y precisa que se trata de preguntar a la ciudadanía sí o no la revocación de mandato por la “pérdida de confianza en el Presidente”.
Nada importan los textos constitucionales. Importa su palabra, su convicción, su egocentrismo.
“En marzo yo espero que sí lleguemos al 40 por ciento de votos de respaldo para que sea vinculatoria, legal, pero si no se llega al 40 y pierdo, me voy, no voy a estar aquí de florero, de adorno, no se puede Gobernar un país si no se tiene autoridad moral, sin autoridad política y, no estoy dispuesto a pasar a la historia como un Presidente mediocre”. ¿Más?¡Imposible!
Palabra del “señor”.
No entiende. No quiere entender. La soberbia pesa más que el escaso raciocinio.
No se trata de una consulta. No es un referéndum. No es un plebiscito. Es una revocación de mandato no la búsqueda “de un respaldo”.
Ojalá y meditara la trascendencia de no estar dispuesto a pasar la historia como un mediocre. Y qué implicación tiene ser florero.
En el primero de los casos, no hace falta que se espere para irse. Si su convicción es la de que es un ser privilegiado, brillante, inteligente, con IQ superior al de Einstein, iluminado por los dioses y encargado de mostrar que el reino no está en México sino en los cielos, no tiene la capacidad de observar el rechazo y por lo tanto no lo merecemos. ¿Para qué quedarse si es un ser incomprendido?
Por cuanto a ser florero seguramente ignora, como muchas otras cosas, que hay algunos sumamente fijos que solamente saben admirar quienes conocen de arte, de antigüedades, de la historia que los rodea.
Sentirse “indispensable” es no conocer la realidad. Es vivir en el mundo bizarro en el que todo es malhecho y con limitantes motrices.
Nadie es indispensable en este terrenal mundo. Menos aquellos que miran sobre el hombro para hacer sentir pequeños a los que son más grandes. López está perdiendo el poco sentido común que pudo haber tenido. Se comporta como candidato opositor… y sí, sí es opositor de todos aquellos que “no lo comprenden”.
¡Pobrecito!
¿A cuántos de sus colaboradores ha convertido en florero?
Y por favor, dele a Germán Martínez el crédito de la expresión “no me voy a quedar a ser florero”. ¿O también es plagiario de frases y textos como el fiscal general de la nación?
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