Por Gerardo Gil Ballesteros
Padre solo hay uno. Y sí de hacer declaraciones mediáticas sobre los frutitos de tus entrañas se trata, hay una que no tiene desperdicio: Ian Fleming, desnudando la vida sexual de su hijo favorito, Bond, James Bond.
Son cosas de la vida, dirían los clásicos. El contexto es que, en la primera mitad de la década de los sesenta no podría ser de otra manera, Fleming murió en 1964, el creador de James Bond, salió al paso ante las críticas cargadas de moralina que surgían en torno a la vida sexual de su icónico personaje. En cada filme y antes, en cada novela, tenía un amor. Fleming, dijo con desparpajo en una entrevista: “bueno, si son doce novelas y nueve relatos y mi agente va de los treinta a la mitad de los cuarenta, y en cada historia una relación, en realidad, no han sido tantas mujeres , para un hombre de sus características”. Pues indiscutible el argumento del autor. un poco cínico, eso sí.
Y es que en esta era de la corrección política, un personaje como Bond, espanta a las nuevas generaciones, que cosa curiosa, en lugar de pelear por cualquier tipo de libertades, luchan en redes por renacer la censura. Para muestra, la más reciente declaración de Cary Fukunaga, el director de la más reciente aventura fílmica de Bond: “el personaje, ya no puede ser más un misógino”. Dame una corrección política y te daré la incomprensión de un personaje: romper arquetipos, para no ser destrozados en redes.
El más reciente filme de Bond, de forma concreta, rompe con el arquetipo cinematográfico tan cuidadosamente trazado en décadas. Un agente moñas, dijo Arturo Pérez- Reverte en una reciente entrevista.
Tierno, paternal, fiel, arrepentido. El nuevo arquetipo del cine de detectives, pues, no se vayan a enojar los miembros de la organización terrorista millennials. Todo lo que el personaje no es.
Digno de análisis resulta este asunto. Y para colmarlo, Cary Fukunaga, sale con una de las declaraciones más insulsas y paternalistas de las que se tenga memoria. Fleming, ha de estar revolcándose en su tumba.
En medio de una industria audiovisual aterrorizada por las pataletas constantes de las redes sociales, cada vez más censoras y mojigatas, el arquetipo bondiano se ha perdido. Lo que no logró Spectre, lo han hecho las buenas conciencias, que, sin conocer el mito, del cual el mismo Umberto Eco, hizo un análisis en El Superhombre de Masas, se han atrevido a diluirlo con argumentos infantiles. ¿ES violento? ¡Mucho! ¿Un macho patético e insensible? ¡Claro! Pero así, con esos defectos lo creó el autor.
Lo que es un hecho, es que la soberbia e ignorancia son una mezcla peligrosa, en muchos sentidos. Fleming estaba consciente de los defectos de su personaje, es decir, estas generaciones no entienden de matices o dedo arriba o emoji de coraje. Cuando Bond, golpea a Pussy Galore en la novel Goldfinger, publicada en 1959, y hecha película en 1964 interpretada por Honor Blackman, el detective inglés es visto como un ser frío y violento. La generación mazapán está hecha solo para entender el temperamento del dinosaurio Barney, al cual nunca superaron.
En 1953, en el momento más álgido de la Guerra Fría, Fleming, crea al personaje y logra publicar doce novelas y dos colecciones de cuentos. Con todo y que estaba el peor momento de la caza de brujas en la industria del entretenimiento, el personaje nunca había enfrentado la censura creativa de hoy día.
¿Habrán leído estos quejosos alguna novela de Mickey Spillane? Su personaje principal Mike Hammer es lo doble de violento que Bond. Fleming tomó algunos aspectos de Yo el jurado, publicada en 1947, para escribir Casino Royal, en 1953 y los finales no son muy diferentes. Confiemos en la ignorancia de los quejosos de redes para que no censuren al detective mal encarado que es Hammer.
Y es que el asunto del matiz que le dan a Bond en el más reciente filme parece algo frívolo, pero es una muestra del enorme poder de la censura que ahora ejercen las nuevas generaciones. Lo del agente al Servicio Secreto de su Majestad se veía venir, pero esto apenas empieza y la agenda será una sola voz que todo lo ve mal.
Conan Doyle mató a Holmes, la censura hizo lo propio con Bond.