Lola Olufemi. Feminismo interrumpido. Rayo Verde Editoral. Madrid, 2023. 230 páginas.
DAVID MARKLIMO
Interrumpir es el acto de cortar la continuidad de algo en el lugar o en el tiempo. Suele usarse, por ejemplo, cuando una persona se atraviesa con su palabra mientras otra está hablando. En Ciencia Política, o más exactamente, en comunicación política, suele referirse a cuando un tema no es abordado hasta el final, pues la coyuntura ha hecho que aparezca alguna conversación nueva. Algo así ha pasado con el feminismo y la discusión pública sobre los derechos de las mujeres.
Por eso, es importante el libro Feminismo interrumpido, escrito por la feminista y activista Lola Olufemi parte de la idea de remover consciencias y hacernos reflexionar acerca de la sociedad que tenemos y la que podríamos conseguir.
El patrón es más o menos el mismo: las desigualdades existentes en nuestra sociedad (ya sea en conceptos de racismo, feminismo, capitalismo, y demás) van ligadas, porque la opresión siempre va dirigida a las partes más vulnerables de la sociedad y acostumbra a ir de arriba a abajo en la escala social. En primer lugar, la autora critica de manera frontal el sexismo, puesto que va más allá de las conductas o pensamientos individuales pues está impregnado de manera estructural en los organismos y estructuras gubernamentales. Ligado a esto, el feminismo que de manera conceptual ella defiende, pero que choca de manera frontal con el racismo y las desigualdades entre etnias.
Hay que tener cuidado, la palabra feminista se ha popularizado y se está convirtiendo rápidamente en un eslogan para nuestra generación. Pero el feminismo no es una mercancía que comprar y vender; es un arma para luchar contra la injusticia.
Esta denuncia sobre la corriente feminista dominante es algo que no siempre está en el debate pero que es importante destacarlo, y es algo que recuerda mucho al libro Feminismo de barrio, donde este concepto era un tema central. Por ello, el libro está rodeado de la interseccionalidad: el prejuicio derivado de la intersección de las ideas racistas y otras formas de intolerancia, como el sexismo, el clasismo, el etnocentrismo o la homofobia. Esto está presente en la legislación que pretender combatirlo ya que, en cuanto a las leyes protectoras contra la violencia doméstica, la autora afirma que la cuestión más urgente para las supervivientes no es que sus agresores vayan a la cárcel, sino que haya una red de protección de la cual se puedan fiar y que les permita salir de situaciones abusivas. Así, no únicamente critica la mentalidad sino como esta rige el día a día, como las prioridades están en otra parte, acertando plenamente en su cuestionamiento sobre la utilidad de un estado en los que sus intereses no se dirigen hacia los desfavorecidos.
Por supuesto, está el gran tema: las trabajadoras sexuales y de cómo el sexo se utiliza como una forma de abuso de poder, la poca cobertura que tienen en cuanto a seguridad física y social y la necesidad de replantear el sistema penal y carcelario. La autora propone imaginar un mundo donde la calidad de vida no esté relacionada con la cantidad de dinero que tenemos, donde no tienes que vender tu trabajo y las fronteras no existen. Por eso, aboga por la abolición de las prisiones y por dedicar recursos y orientar la sociedad hacia cuestionar y cambiar aquello que empuja a las personas a delinquir. También la autora habla de la religión y de su influencia, así como de la crítica fácil que se hace desde fuera especialmente hacia las mujeres musulmanas pues «raramente son consideradas individuos el cuerpo de las cuales es necesario proteger, cuidar o tener en cuenta en los debates feministas. Se habla en nombre de la mujer musulmana, pero no se habla de ella. Son caricaturas vacías o víctimas que sufren bajo el control patriarcal del padre o los hermanos. Necesitan constantemente que las salven: de ellas mismas, las unas de las otras.
Al final, se busca rescatar al feminismo de las garras del consumismo, demostrando que la lucha por la liberación de género es una lucha por la justicia. Y aquí cabe una reflexión final: esa lucha puede transformar el mundo para todos