Los Tránsfugas Llegaron ya…  ¿Y arribaron bailando el “cha, cha cha”? 

NIDIA MARIN

Para nada. Al son que les toquen zapatean en Morena. 

El asunto pues es que… ¡arranca en todo su esplendor la temporada de chapulines, saltamontes, tlacuaches, el periodo de tejonescoyotes y topos! ¡Despegan los meses de preparación para los ratones locos, las panzas de yegua, las mamás tlacuache, las cotorras y las cucarachas (en algunas entidades)! 

La fauna nociva está lista para el 2024.

Por si algo faltara, inicia en todo lo alto el chaqueteo, el cambio de partido, el adiós a las militancias del pasado y el saludo militar, cuadrándose, para la institución elegida. 

 Desde hace meses, los chapulines preparaban sus patas para dar el salto y hoy, el éxodo es un hecho. Los caraduras de la política buscarán una mejor vida… dentro del presupuesto. Los masticadores por excelencia tienen nuevos manjares para disfrutar y… usufructuar las arcas… 

¿Y sus convicciones? 

No hay, no hay… Los frescales carecen de pudor político. Sí, estamos en plena temporada de migración desvergonzada de un partido a otro. 

Los posaderos son los habituales: los partidos políticos. En este caso el partido en el poder, donde tienen cabida las hordas de los rivales, aquellos que como irreverentes grillos se pintan solos.

Ellos se encargarán de llevar adelante la operación tamal, los carruseles, las catafixias y las escaleras, de la misma manera que los trompos, el acarreo y el rasurado de padrón.

Aunque, por ejemplo, la Ley General en Materia de Delitos Electorales advierte para los mapaches (y el partido en el cual estén ubicados el día de la elección) prisión de seis meses a tres años y multas de cincuenta a cien días que recibirán si actúan en la elección de 2024.

Pero ya llegaron, ya están ahí, al lado de los morenos y listos para la acción. 

¿Serán sancionados? A lo mejor, porque la Ley General en Materia de Delitos Electorales, castiga a:  quien tenga durante la jornada electoral, sin causa justificada por la ley, una o más credenciales para votar de los ciudadanos; solicite votos por paga, promesa de dinero u otra recompensa, o bien mediante violencia o amenaza, presione a otro a asistir a eventos proselitistas, o a votar o abstenerse de votar por un candidato, partido político o coalición, durante la campaña electoral, el día de la jornada electoral o en los tres días previos.

No solamente eso, sino que también sanciona a quien obstaculice o interfiera en el desarrollo normal de las votaciones, el escrutinio y cómputo, o el adecuado ejercicio de las tareas de los funcionarios electorales; introduzca o sustraiga de las urnas ilícitamente una o más boletas electorales, o bien, introduzca boletas falsas; obtenga o solicite declaración firmada del elector acerca de su intención o el sentido de su voto.

Ciertamente, si los infractores son servidores públicos y serán inhabilitados en el servicio público federal, estatal o local, además de pagar una multa e ingresar a prisión.

Por cierto, si quien o quienes cometen el delito están armados o utilizan o portan objetos peligrosos, la pena se incrementará hasta en una mitad, con independencia de las que correspondan por la comisión de otros delitos.

Mientras tanto, cuando faltan seis meses para la elección, el cambio de camiseta es un hecho. Sí, los saltimbanquis llegaron ya.

Sí, los primeros tránsfugas ya asomaron la cabeza. Como escribiera Luis Efrén Ríos Vega, Profesor de Filosofía del derecho. Coordinador del Observatorio Internacional de Justicia Electoral en la Universidad Carlos III de Madrid en su obra El transfuguismo electoral. Un debate constitucional en México”, publicado por Scielo:

“…el problema del tránsfuga electoral mexicano reside justamente en la persona que cambia de partido para presentarse a las elecciones con otras siglas. Su deslealtad o disidencia partidista es para ir por el cargo, no para formar gobierno una vez electo. 

“Esta modalidad del transfuguismo es diferente y se explica, consecuentemente, en el marco cultural de hacer política a la mexicana: ir por otro partido cuando el suyo no lo presenta a las elecciones, sea porque se le considere un demócrata ejemplar o un oportunista inmoral, o las dos cosas al mismo tiempo, constituye en la actualidad una práctica común del juego político mexicano. 

“La experiencia en el sistema electoral mexicano revela, en efecto, que en los últimos años la lucha por el poder tiene mayores enfrentamientos entre los aspirantes de un mismo partido, que hacia los de afuera. 

“Es la selección interna del partido la que puede llegar a determinar el resultado final en una elección; el de ganar o perder el poder. Es útil, por tanto, encontrar los criterios más aceptables para que todos los partidos tengan una fórmula correcta que permita seleccionar con certeza y objetividad a sus liderazgos políticos bajo principios de lealtad y convicción partidista para no defraudar a su base electoral y a sus propios militantes que se ven desplazados por los oportunistas”.

Así el famoso chaquetazo lo han dado, por ejemplo: Manuel Espino, Tatiana Clouthier y recientemente Javier Corral, que eran del PAN y hoy son de Morena; Jorge Carlos Ramírez Marín, Quirino Ordaz, Omar Fayad y Claudia Pavlovich Arellano, que eran tricolores y hoy son guindas; y Carlos Joaquín González, primero priista, después perredista y ahora es morenista y Alejandro Murat, priísta desde niño y hoy… ya se sabe

Sí, la temporada del transfuguismo sigue su marcha…

  

 

 

 

 

 

 

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