Observaciones al Triunfo de Milei… y un dato Para México.

 

DAVID MARTÍNEZ Y CARLOS RIVERA

 

Javier Gerardo Milei ha sido electo como presidente de la República Argentina. La elección de semejante personaje es algo insólito y confirma el viraje que ha sucedido en Argentina desde hace mucho tiempo: de ser el país de Sarmiento y Alberdi a uno donde vender los riñones será posible. ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo pasas de ser un país serio a uno similar al bufón de la corte?

La República Argentina es un caso único en el mundo por su éxito inicial y posterior declive: fue la primera potencia agrícola y polo estrella de los capitales e inmigrantes, convirtiéndose en la novena economía más grande del globo. Según los datos de Thomas Piketty (disponibles en https://wid.world/), Argentina tuvo el mismo nivel de vida que Francia entre 1900 y 1945. El declive se debe, entre otras cosas, a la subsistencia de un modelo de desarrollo autónomo dirigido por el Estado, libre de las restricciones de la competencia y la competitividad, producto no tanto de Juan Domingo Perón como de las ideas de Raúl Prebisch. De aquellos lodos, estas miserias, pues.

A esto habría que sumarle la aparición de un sector llamado los “Capitanes de la Industria”, que con la inestabilidad política posterior, se dedicaron a lucrar con el Estado y a marcarle sus propios intereses.

Así, las diferencias de rendimiento entre las naciones se deben principalmente a las diferencias en materia de gobernabilidad más que a la dotación de recursos naturales. Gobernar Argentina significa tener en cuenta un clientelismo estructural-empresarial, una fuerte injerencia del Estado en el ámbito privado, unos derechos de propiedad bastante laxos y, en los últimos tiempos, la gran corrupción de una élite política que confundió lo público con su cartera.

El hartazgo del modelo, ya presente en 2015, explotó ahora con un discurso rompedor -irresponsable es cierto-, pero profundamente enojado con todo lo que encontró a su paso. Y esto, el papel de las emociones, es algo a lo que hay que prestarle mucha atención. Una extensa literatura académica en Psicología Política muestra el papel que juegan las amenazas, crisis y otras angustias existenciales en las decisiones políticas y en el comportamiento político. Los académicos han argumentado que los recordatorios simbólicos de la mortalidad al enfrentarse a inseguridad, crisis económicas, desempleo e incertidumbre social resulta en el fortalecimiento de su perspectiva política existente, un cambio hacia una visión políticamente más conservadora. Según la teoría de la gestión del terror, en tiempos de convulsiones históricas las personas tienden a aceptar a políticos carismáticos para mitigar tal terror existencial. Hay evidencia de esto: el respaldo al presidente Bush y sus políticas en Irak tras los ataques de 2001 o la reciente elección de Donald Trump, Jair Bolsonaro y ahora Milei. Así, el país de los gauchos, de los clasemedieros, se convirtió en el territorio de los “chorros”, los “ñoquis”… la casta.

En ningún lado fue tan visible este hartazgo como en la provincia de Córdoba y la provincia de Buenos Aires, las dos entidades más importantes del país desde el punto de vista productivo. Javier Milei arrasó en Córdoba con el 74% de los votos, 1,6 millones de votos que agrandaron su diferencia sobre el peronista Sergio Massa. Por contra, en la provincia de Buenos Aires, los 17 puntos de ventaja que Massa obtuvo en octubre se redujeron a menos de dos en la segunda vuelta: Milei se quedó con la mayor parte de los votos de Patricia Bullrich, quien había salido tercera.

Este papel, de quienes quedaron terceros en las elecciones primarias, fue clave: el apoyo de Mauricio Macri otorgó una garantía de estabilidad y despejó el miedo de los sectores moderados. Macri dio a Milei el barniz democrático del que carecía, además de aumentar las expectativas de gobernabilidad con el aporte de cuadros ministeriales y votos en el Congreso. Resulta curioso: uno de los responsables del infierno fue visto como cinturón de seguridad del país.

Esta decisión, al igual que decir que Massa era el último baluarte de la democracia, revela un problema mucho más complejo: la visión de gobernabilidad argentina se ha asentado en mitos que, muchas veces, han negado la realidad del país. En última instancia, hacerle caso al mito y no a los datos impide adaptarse al mundo exterior.

Quizá por ello muchos jóvenes demostraron que están dispuestos a un salto al vacío: quieren modernidad, aunque para ello se tenga que sacar una motosierra. El mito de la potencia del siglo XIX, que nadie vio ni vivió, impulsó al futuro de la nación.

Queda un último apunte en clave regional, como bien anotábamos en nuestro podcast: 17 de las últimas 18 elecciones presidenciales celebradas en América Latina las han perdido los oficialismos. Esa advertencia queda ahí, ahora para el 2024.

David Martínez es politólogo e internacionalista. Carlos Rivera es doctor en Psicología. Crearon el podcast Psicología Política, disponible en: https://podcasts.apple.com/mx/podcast/psicolog%C3%ADa-pol%C3%ADtica/id1634884244

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