Envidia y Resentimiento Social

*Vive con el Deseo de la Venganza, Humillar o Aniquilar a Quienes 

Tienen Riquezas, Bienes o Cualidades Físicas e Intelectuales.

 

*Ilustres Españoles: Unamuno, Cervantes y Quevedo la Consideraron

Como un mal de su Sociedad; es Humanamente Universal

 

*Los Políticos la Ejercen Porque es su Metanfetamina; se Acomodan

con Quién sea en Busca de Alcanzar el Poder y a las Fortunas

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN

 

La envidia es un concepto de uso común referente a un sentimiento humano de desagrado o malestar en aquel que no posee algún bien o alguna cualidad de otra persona o grupo de personas. Desear poseer el bien ajeno por motivos de envidia conduce a conductas que van desde la frustración, la carencia de amor, de gratitud y de benevolencia hasta el robo, la destrucción y el homicidio. De ahí que el envidioso se agrede a sí mismo y desarrolla impulsos de insaciabilidad, frustración y resentimientos.

 

La envidia es considerada por prácticamente todas las culturas y todas las religiones del mundo como uno de los sentimientos más innobles. Aunque socialmente hay personas que la relativizan con expresiones tales como “envidia de la buena”, pero no hay positividad en ese sentimiento humano y universal. También existe la posibilidad de que se le confunda con los celos, pero esos sentimientos son de otro universo. Lo que sucede es que existe gente que al ver el bienestar de otra lo que hace es un ejercicio de autocrítica y mejora; es lo que llamamos celo profesional de autosuperación. Que quede claro, el envidioso es envidioso y puede llegar a ascender en las escalas burocráticas públicas y privadas, puede alcanzar posiciones encumbradas en los andamiajes de poder e incluso ser presiente de un país, pero el motor no será el celo arriba enunciado, sino la envidia aliada al resentimiento social y enmascaradas en la hipocresía del bienestar social.

 

En la literatura española es interesante anotar que tres grandes figuras sostienen que es una característica del español. Así tenemos que Miguel de Unamuno la calificó de “intima gangrena española”, Cervantes como la “raíz de infinitos males y carcoma de virtudes”, Quevedo dijo de ella que “muerde, pero no come”. Pero esos grandes escritores no fueron grandes viajeros y su autocrítica no puede centrarse en un solo país. Así tenemos que Shakespeare la retrata magistralmente en “Ricardo III”. De ahí que la envidia no singulariza a ninguna sociedad en especial de ninguna época especifica. Es parte de la condición humana de todos los tiempos. Tal vez uno de los pasajes más famosos de la presencia de la envidia lo encontramos en la historia de Abel y Caín.  

 

Por eso la historia registra muchos casos de políticos envidiosos y resentidos socialmente. De hecho, el poder es su metanfetamina, por decirlo de alguna manera, y su deseo es la venganza de humillar o aniquilar a quienes han poseído riquezas, bienes o cualidades físicas e intelectuales. Lo interesante de la envidia es que los envidiosos y ambiciosos sin escrúpulos es que son de todas las clases sociales y tienden a identificarse y a formar hipócritamente equipos políticos a fin de ascender y llegar al poder y las fortunas. Sus estrategias, mientras les convenga la supuesta unidad del equipo, se basan en la calumnia, la mentira y la acusación sin pruebas de sus contrincantes y enemigos. 

 

La envidia encuentra fácilmente acomodo en las personas de espíritu débil, pues el sentimiento trastoca la razón e irremediablemente conlleva a las personas que la padecen a la amargura. Un fenómeno que se expresa en trastornos psicosomáticos tales como en las enfermedades, rostro y cuerpo de las personas enfadadas con la vida y su infinita insatisfacción individual y social.

 

No soy psicólogo, pero reconozco como cualquier otra persona, algunos de los rasgos de la gente envidiosa. Prácticamente todos hemos padecido escenas de esos individuos tóxicos y lo que procuramos es alejarnos de ellos. El problema es cuando nos gobierna un envidioso, rencoroso, vengativo y resentido social, pues en ese caso es prácticamente imposible evadirlo. 

 

La envidia transformada en resentimiento social de un presidente, por lo general acaba mal según los anales de la historia, ya que acaba por sentirse incomprendido, se vuelve recelosamente desconfiado y toma decisiones que acaban por sofocar y asfixiar a sus gobernados.

 

Antonio López de Santa Anna no fue un militar destacado durante la guerra de Independencia, no fue considerado por sus homólogos como un hombre brillante. Fue osado, atrevido, se levantaba cada vez que caía y su placer por la venganza y crueldades lo hicieron un personaje temible. Sus aduladores lo encumbraron y México fue el país de un solo hombre. 

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