78 años de la ONU: el Consejo de Seguridad afronta una crisis de confianza y pide reformas

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nació hace 78 años. En aquel momento, 50 países se reunieron en San Francisco, California, insatisfechos con el conjunto de instrumentos entonces existentes, y adoptaron la Carta de las Naciones Unidas.
Llenos de indignación por los bárbaros crímenes y las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los jefes de Estado y sus representantes empezaron a buscar vías de diálogo y entendimiento mutuo entre países y pueblos. Todo ello con el objetivo común de construir un futuro mejor, lograr una mayor prosperidad, justicia y fortalecer la paz en interés de toda la humanidad.
A lo largo de los años, han salido a la luz algunos desafíos dentro de algunas estructuras de la Organización y el Consejo de Seguridad, no ha sido una excepción. Casi 80 años después, a la vista de nuevos escenarios y de una nueva realidad, se hacen cada vez más evidentes las deficiencias de ese órgano en lo que se refiere a la toma de decisiones, alcanzando un común denominador que está retrasando el advenimiento de la paz.
En este sentido, los expertos entrevistados por Sputnik Brasil fueron casi unánimes en su opinión de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) está en crisis, pero a pesar de la necesidad de reformarlo, algunos de sus miembros permanentes no están ni remotamente interesados en hacerlo. Brasil, por el contrario, está en plena discusión para cambiar la situación en el Consejo y obtener un puesto permanente.

“La esencia de la reforma para cambiar los escaños es la redistribución del poder y reducir la concentración de otras potencias”, consideran.

Según Rodrigo Barros de Albuquerque, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Federal de Sergipe y de Ciencias Políticas en la Universidad Federal de Pernambuco, la crisis de credibilidad que sufre actualmente el Consejo de Seguridad no es nueva. Según él, hace falta examinar las perspectivas de revitalización de los esfuerzos diplomáticos, así como las reformas necesarias en la propia ONU. Señala que esta crisis es un problema tan permanente para la organización que difícilmente se la podría enmarcar dentro del contexto de una crisis puntual.
«En la época de la Guerra Fría, por ejemplo, el problema era la constante alternancia en el uso del veto por parte de la Unión Soviética y Estados Unidos. En la década de 1990, fue la impotencia ante el abandono unilateral de sus responsabilidades en la ONU por parte de Estados Unidos, que, aunque no se retiró de la Organización, dejó de hacer contribuciones obligatorias y voluntarias, que se destinaban principalmente a operaciones de mantenimiento de la paz», recuerda el analista.
Subraya que todas estas crisis de confianza están causadas en su mayor parte por la propia estructura del CSNU y el poder de veto de sus miembros permanentes, que en muchos casos lo convierte en un instrumento ineficaz.
Desde el punto de vista del politólogo y profesor de relaciones internacionales en la Universidad Católica del estado brasileño de Pernambuco, Antonio Lucena, rastrear el surgimiento de esta crisis de confianza no es fácil, principalmente porque el mundo moderno es una construcción muy fragmentada y dividida.
«Desde 2003, el mundo ha cambiado hasta volverse irreconocible. Ahora hay dos grandes bloques que son visibles: por un lado, Estados Unidos y Europa y algunos países occidentales, como Australia y Nueva Zelanda, que adoptan una determinada posición y que actúan de forma conjunta; y por otro, Rusia, China, Irán y la RPDC, con otra visión del mundo. Algunos países que intentan mantener una posición neutral, como la India o Brasil, buscan distanciarse de este mayor compromiso internacional, principalmente porque ellos mismos carecen de influencia de poder y también porque favorecen la diplomacia comercial», afirma Lucena.
Albuquerque subraya que Brasil trata de establecerse como actor global y mediador en asuntos internacionales, especialmente en esta región.

«(Brasil) se percibe como un hábil negociador, que se esfuerza activamente por encontrar soluciones pacíficas. Sin embargo, el hecho de que no adopte una línea dura (y a menudo se le critique por ello) y de que a veces no consiga que se tenga en cuenta su posición, da la impresión que su opinión como país se tiene menos en cuenta de lo que le gustaría», afirmó, respondiendo a la pregunta si Brasil tiene realmente capacidad para formular propuestas sobre cómo reactivar los esfuerzos diplomáticos para resolver y prevenir conflictos en Oriente Medio.

«La lógica nos enseña que este escenario conduciría a una mayor impotencia del Consejo de Seguridad, en lugar de ayudar a eliminar el problema. Reflejar las estructuras actuales de poder simplemente aumentando el número de miembros permanentes y haciéndolo más representativo, por ejemplo, el Sur Global, creo que será insuficiente. Estoy seguro de que esto solo será posible si se consigue abolir el derecho de veto y se pasa a la toma de decisiones por un voto de mayoría o de mayoría cualificada de los miembros del CSNU», afirma el experto.
Lucena, al ser preguntado por la tan esperada reforma del Consejo de Seguridad, defendida por Brasil y varios otros países, sigue la misma línea de pensamiento que Albuquerque y añade: «Una reforma del Consejo es altamente improbable en este momento. La tendencia es que el órgano del CSNU siga siendo el mismo».
La realización de esta reforma, en la que Brasil tiene puestas grandes esperanzas, se tropieza con considerables obstáculos porque cualquier cambio tendría que ser aceptado por los propios miembros permanentes del organismo, que no tienen ninguna razón para limitar su propio poder en la Organización.
«No veo ninguna razón por la que los miembros permanentes del CSNU puedan decidir empeorar su posición y renunciar a su poder en el órgano», considera Albuquerque.
Sin embargo, opina que la pérdida de relevancia de la ONU no es un problema real porque la organización siempre ha tenido la que le han permitido sus miembros permanentes. En resumen, la ONU está limitada por la voluntad de sus miembros más poderosos.

«Siempre se ha sobrevalorado mucho la relevancia de la ONU. Es tan importante como los miembros permanentes permiten que lo sea», afirma.

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